Tuesday, July 24, 2012

LA FAMILIA DUARTE DIEZ UNA FAMILIA BOLIVARIANA-REVOLUCIONARIA


Rosa Duarte, hermana de Juan Pablo Duarte

Por Li Misol
SANTO DOMINGO.-El apoyo personal más incondicional que tiene un ser humano en cada empresa que inicia a lo largo de su vida es el familiar. Más allá del soporte de los conocidos, los amigos y los compañeros de lucha, el padre, la madre y los hermanos tienen un papel vital en el éxito de los proyectos de vida individuales y sociales.

Juan Pablo Duarte, apóstol, ideólogo y gestor de la independencia dominicana, nunca habría podido concretar sus aspiraciones libertarias de no haber contado con el sostén desinteresado y permanente de sus padres, Juan José Duarte y Manuela Diez, y de sus hermanos, quienes abrazaron sus ideales tan fervientemente como él. 

El historiador y actual director de la Comisión de Efemérides Patrias (CPEP) Juan Daniel Balcácer define a la familia Duarte-Diez como “una familia procera”, y afirma que está de acuerdo con Emiliano Tejera, “quien llamó a la casa de los Duarte mansión de dolores, porque fue una familia muy vilipendiada”, que superó la persecución, las tragedias y el exilio con valentía y dignidad.

Las figuras familiares centrales en la vida de Juan Pablo Duarte fueron sus padres y dos de sus hermanos: Vicente Celestino y Rosa Duarte. El primero tuvo una participación activa en la sociedad secreta La Trinitaria, operando como enviado en el Este mientras Juan Pablo permanecía fuera del país. Tuvo además participación en la gesta restauradora.

Su hermana Rosa, quien también abrazó los ideales de Juan Pablo, apoyó igualmente a La Trinitaria y fue “la que mantuvo mayor comunicación y contacto con su hermano, y quizás por eso el documento fundamental para escribir sobre la vida de Duarte, desde el punto de partida de los historiadores, es el códice que se conoce como Diario de Rosa Duarte”, ilustra Balcácer.

Ese diario es interesante porque al leerlo en ocasiones se habla de Duarte en tercera persona pero otras veces en primera persona. Esto indica que Rosa tomó notas personales “que Duarte había escrito para una especie de autobiografía” incorporándolas  a su diario.

A Rosa le tocó además vivir con Juan Pablo en Venezuela desde 1872 hasta su fallecimiento. Fue precisamente ella quien, junto a sus demás hermanas, estuvo con él en su lecho de muerte hasta que esta ocurrió por fin el año 1876.

Protagonismo paterno
El padre de Juan Pablo, Juan José Duarte, era un comerciante de origen catalán, había nacido en Cádiz. Según registran varios documentos, Juan José “había estado involucrado, en los años iniciales de la dominación haitiana, en movimientos independentistas que intentaron gestarse pero que no se materializaron”, refiere Balcácer.

La figura materna de la familia fue Manuela Diez, una dominicana nacida en El Seibo con la que Juan José Duarte procreó a sus once hijos, varios de los cuales fallecieron muy jóvenes. Sobrevivieron Vicente Celestino, Juan Pablo, Manuel, Rosa, Filomena, Francisca y Sandalia, la menor.

Para la época Juan José Duarte era dueño de su propio negocio consistente en lo que hoy podría llamarse una ferretería, donde además vendía artículos asociados a la marina. Con los recursos obtenidos de las ventas pudo colocar a su creciente familia en una posición acomodada en una época en la que Santo Domingo se limitaba a lo que actualmente es la Zona Colonial.

“Duarte creció, en lo que era la zona colonial, el Santo Domingo intramuros, una ciudad de 15 mil habitantes como mucho y 300 casitas”, dice el historiador. Es probable que el ímpetu paterno haya sembrado en el vástago el deseo de una patria libre, pero ese sueño se definiría cuando Juan Pablo inicia su formación académica.

De su educación también es responsable su padre, quien “le proporciona la educación disponible en el país y lo envía a estudiar fuera para que tuviera una formación diferente a la que existía aquí”, explica Balcácer. Gracias a ese apoyo el patricio estuvo en Nueva York, pasó por Londres y París y pasó un año en Barcelona, donde se dice tenía familiares.

De allá regresa imbuido de las ideas propagadas tanto por la Revolución Francesa como por la Norteamericana y los movimientos que se gestaban en España. Influyeron en él las transformaciones y la ruptura del orden monárquico. “Duarte asimila esas ideas sobre todo las doctrinas liberales en boga”, comenta Balcácer. Llegando a su país vislumbra la posibilidad de libertad. Sus padres y hermanos apoyaron su proyecto nacionalista.   

Los dolores
Estando en Venezuela, justo antes de la proclamación de la República, Juan Pablo Duarte es golpeado por el fallecimiento de su padre.

Es entonces cuando redacta una memorable carta a su madre y hermanos, diciéndoles que la única manera en que podría regresar e integrarse a la lucha era consiguiendo recursos económicos para financiar armas.

“Propuso a su madre y hermanos que vendieran parte de las propiedades que habían heredado del padre para, con ese dinero, poder contribuir a la lucha revolucionaria”, relata Balcácer. Esto se hizo en parte, lo que demuestra que la madre, siendo viuda y con muchos hijos, accedió a la petición para que su hijo alcanzara su ideal.

“Hay en esa carta un dato que no debe escapar al interés de las jóvenes generaciones y es que Duarte le dice a su madre que una vez proclamada la República, heredero él del crédito y del prestigio como comerciante que tenía su padre, se incorporaría al negocio y devolvería a la familia los recursos facilitados para la revolución”, refiere el historiador.

Además del exilio a Venezuela luego del 27 de febrero, del fallecimiento del padre y las dificultades económicas que esto acarreó, la familia sufrió por la más pequeña de la casa, Sandalia, quien según reportes fue raptada por piratas. “Se la llevaron en un barco y apareció después. Dicen que murió muy jóven de una rara enfermedad”, afirma Balcácer.

A esa tragedia, se sumaron las persecuciones del Gobierno de Santana a la familia, experiencia que acarreó la demencia de Manuel, otro de los hermanos. Luego llegó el exilio a Venezuela de Manuela Diez con sus hijos, tras regalar prácticamente todas sus posesiones.

 Allí vivieron sin comodidades, y nunca regresaron al país, a excepción del mayor, Vicente Celestino, que se destaca además en la historia como el único de la familia que tuvo descendientes; y el propio Juan Pablo Duarte, quien retorna luego a la tierra de Bolívar hasta su muerte.


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