Thursday, April 25, 2013

ANALISIS DEL NIVEL DE HUELGAS EN EL ESTADO ESPAñOL EN EL PERIODO 2007-2012. ARTICULO DE MIGUEL SANZ ALCANTARA, TOMADO DEL BLOG MARXISMO CRITICO


El análisis de la tendencia de la clase trabajadora hacia la lucha o la pasividad en la crisis es central para comprender lo que está ocurriendo. Aunque las estadísticas de conflictos laborales sólo muestran una parte de la explicación, y ésta debe ser complementada con un análisis político, resulta un apoyo importante a la hora de conocer cómo se trasladan las luchas sociales –del 15M, por ejemplo– y la batalla política entre diferentes actores (sindicatos, gobierno, oposición, etc.) al terreno laboral. En este artículo estudiaremos principalmente el movimiento de los trabajadores y trabajadoras desde el punto de vista de las huelgas recogidas por las estadísticas, e intentaremos conectar estos datos con una visión más global de lo que ocurre fuera del ámbito de la lucha en los centros de trabajo.

Sobre los indicadores

Para el análisis del nivel de luchas laborales hemos utilizado algunos parámetros estadísticos básicos, como por ejemplo el número de huelgas, el número de participantes en estas huelgas y el número de jornadas de trabajo perdidas por causa de ellas, en términos generales y en datos desagregados por sector y rama de actividad. La combinación de estos parámetros (más otros indicadores derivados) permite hacerse una imagen aproximada del nivel de luchas laborales en un periodo concreto. Cada parámetro tiene unas implicaciones concretas desde el punto de vista de la organización, la activación de sectores de trabajadores y el daño generado a los empresarios con la actividad de huelga.

El número de huelgas muestra el nivel general de lucha, la cantidad de colectivos de trabajadores que se encuentran inmersos en conflictos. Por su parte, un alto o bajo número de participantes indica el nivel general de personas implicadas en la huelga. Un nivel alto de participantes indica que las huelgas están siendo secundadas y que se está implicando a centros de trabajo que agrupan a muchos trabajadores. Un mismo número de huelgas puede representar situaciones muy diferentes si se introduce este parámetro. Por ejemplo, en el año 1978 hubo 1.128 huelgas registradas con casi cuatro millones de participantes, mientras que para las 1.125 huelgas que se registraron en 2009, hubo tan sólo 650.000 personas. Por lo tanto, puede decirse que los niveles globales de participantes en las estadísticas muestran, entre otros hechos directos, el impacto social de las convocatorias de huelga.

Respecto al volumen de jornadas no trabajadas, es un dato que nos permite por un lado medir la tendencia hacia huelgas más o menos duraderas, pero también nos mide el daño productivo y económico que se infiere a los jefes y capitalistas. Representa el número de jornadas efectivas que cada trabajador que secunda una huelga deja de producir o prestar su servicio. Es un indicador que también refleja el nivel de combatividad y organización entre los trabajadores, tanto a nivel de empresa como general, y explica mejor que el número de huelgas cuál es el nivel de movilización.

Otras consideraciones

Estos indicadores estadísticos no son puramente objetivos, pues se fundamentan en la recopilación de datos realizada por el Estado y la Patronal, principalmente. Las cifras pueden estar sesgadas en función de que a cada actor le interese resaltar o disminuir el nivel de lucha laboral en cada momento (en especial el número de huelgas y de participantes). En cualquier caso, la utilización de estos indicadores permite destacar las tendencias generales, que es lo que nos interesa para el objetivo de este artículo.

Por otra parte, aquí analizaremos, a falta de otras fuentes, los conflictos laborales que tienen como expresión únicamente la huelga. Por este motivo debe considerarse que la conflictividad laboral recogida por los datos estadísticos que utilizaremos no reflejan directamente otros modos de lucha como la manifestación, las marchas, encierros y protestas varias que se realizan fuera del horario laboral por parte de los trabajadores y trabajadoras. Sin embargo, la huelga suele ser la expresión más dura de los conflictos laborales y también la que refleja mayor determinación para la lucha por parte de las plantillas de las empresas y centros de trabajo. Por eso debe interpretarse que la conflictividad laboral es mayor de la que reflejan las estadísticas, pues es muy habitual que por cada huelga la plantilla haya realizado antes, después o durante, otras expresiones de protesta. Además, no todos los conflictos laborales llegan a tomar la forma de huelga y se ganan o pierden antes que los trabajadores decidan hacerla.

Por último, destacar que con este artículo no se pretende transmitir una visión economicista de la lucha de clases. Es decir, el conflicto laboral cotidiano es la expresión más directa del enfrentamiento entre la clase trabajadora y los jefes –entre el trabajo y el capital, entre el proletariado y la burguesía contemporánea, si se quiere–, pero no es la única expresión de la lucha entre clases, que también se desarrolla en los ámbitos político, social e ideológico, además del económico que nos ocupa. Por otra parte, en momentos concretos la huelga puede vehicular demandas esencialmente políticas, como pasó durante los años 70 y la transición o, a un nivel mucho más bajo, durante 2003 con los paros laborales contra la Guerra de Irak. Pero, aunque la lucha sea esencialmente económica, se interrelaciona con los otros campos de una forma compleja y rica. La lucha de clases, como acción global de la clase trabajadora y el resto de clases, está mediada por factores políticos, ideológicos, organizativos, institucionales, de experiencias sobre victorias y derrotas, conflictos internacionales, etc. El objetivo último que perseguimos es ofrecer un análisis general de los primeros años de la crisis y sobre la disposición actual para la lucha por parte de la clase trabajadora a través de la huelga, que es una herramienta central y enormemente indicativa de la conciencia de clase, pero no la única.

La tendencia general del número de huelgas y la respuesta a la crisis

Para contextualizar la época en que nos encontramos partiremos de la década de los 70. Es muy cierto que la lucha laboral y las huelgas se dieron también, aunque de una forma mucho menos intensa, en las décadas anteriores del régimen franquista, pero entendemos que el punto álgido que representan las luchas obreras de los años 70 permiten entender con mayor claridad de contraste lo ocurrido durante las dos últimas décadas del siglo XX y la primera del XXI.

Entre 1976 y 1979 la clase trabajadora vive una serie de movilizaciones muy intensas y su nivel de huelgas, además de ser muy alto, involucran cada año siempre a más de tres millones de trabajadores y trabajadoras. El número de jornadas de trabajo perdidas por las huelgas alcanza cifras que nunca más se volverán a alcanzar si no es a través de las huelgas generales ya en periodo plenamente democrático: entre 11,5 y 19 millones de jornadas perdidas por año. Estos cuatro años registran 16 millones de huelguistas y las jornadas no trabajadas representan 60 millones, que equivalen a más de la mitad de las jornadas no trabajadas computadas en todas las huelgas laborales de los siguientes 25 años1. Esto permite hacerse una idea del nivel de combatividad del movimiento obrero durante la transición2, pero también del bajo nivel relativo de luchas en el que nos encontramos desde entonces.

Para la contextualización que nos interesa de la época actual, pueden establecerse dos grandes periodos en lo referente al dato general del número de huelgas. Un primer periodo que abarca desde 1976 hasta principios de la década de los 90, en la que todos los años, a excepción de 19863, se supera el millar de huelgas; y un segundo periodo a partir de 1994 hasta 2008 en el que siempre se queda por debajo de esta cifra. Con esta división general en dos periodos (reflejada en la tabla) podemos hacernos una idea del lento declinar de la combatividad laboral en el Estado español, que tiene su punto más bajo en los últimos años del siglo XX y los primeros del XXI.

Entre 1997 y 2006 el número de huelgas se sitúa por debajo de 800, con 705 de media. Si tomamos como referencia esta cifra del millar de huelgas, podremos ver que desde el inicio de la crisis económica la clase trabajadora del Estado se ha acercado al nivel de conflictos laborales anterior a la década de los 90. Este aumento del número de huelgas no se ve reflejado en el número de participantes y en el volumen de jornadas perdidas, lo que indica que aunque crece el número de conflictos, las huelgas involucran a menos gente y son menos duraderas que en la década de los 80 cuando también se rebasaba el millar de conflictos anuales. En cualquier caso, una primera observación al número de huelgas desmiente que la reacción de la clase trabajadora a la crisis haya sido la de la pasividad. Como se analizará más adelante, los años 2008, 2009 y 2010 recogen un pico de luchas que comienza a decrecer desde finales de 2010 y durante 2011, aunque con una tendencia a la recuperación en 2012 que deberá confirmarse cuando se publiquen más datos.

Este primer análisis del número de huelgas y la tendencia en la que se enmarcan no puede hacernos olvidar el estallido de las huelgas generales, que son picos de lucha que sobresalen de la trayectoria de fondo. En el Estado español existe un excepcional nivel de movilización sindical en torno a cuestiones de política económica, reformas laborales, pensiones, etc. a través de la huelga general. Tanto la huelga general de 1988 como las de 1994 y 2002, denotan una enorme disposición para la solidaridad por parte de la clase trabajadora del Estado. Son movilizaciones de los que trabajan para proteger a los trabajadores y pensionistas del futuro. Por tanto, en el análisis de la combatividad deben incluirse las huelgas generales y en qué medida son secundadas, pero debemos diferenciarlas de la tendencia general del número de huelgas, que muestran la actitud cotidiana y la disposición general para la lucha de trabajadores y trabajadoras, y representan por tanto de una forma más clara el nivel general de combatividad.

Crisis, modelos y pautas

Se ha escrito mucha literatura académica sobre la relación entre los ciclos económicos y el nivel de huelgas y sobre la influencia del desempleo y la combatividad obrera. Aunque evidentemente existen tendencias generales y el desempleo es un elemento que disciplina a la clase trabajadora para que no luche, la realidad es que para el Estado español no existen unas pautas fijas demasiado claras1 respecto a conflictividad laboral y ciclos económicos. El Estado español sí sigue las mismas tendencias que el resto de estados de su entorno respecto al decaimiento de la lucha desde los años 70, pero también ha conservado niveles de conflictividad relativos más elevados: “Existe una gran capacidad movilizadora del sindicalismo español y un gran número de trabajadores y trabajadoras implicados en huelgas”. Así, “si nos fijamos en la tasa media de movilización sindical en la década 1996/7 -2004/5 [nuestra época de referencia como más baja en luchas laborales] la tasa española (seguida de la italiana) queda muy por encima del resto de países”2.

Según la literatura académica (y en parte el sentido común) la conflictividad laboral y el número de huelgas crecen en periodos de bonanza económica, en los que los trabajadores y trabajadoras se sienten más seguros y confiados para emprender batallas por mejoras y conquistas laborales. Por el contrario, en épocas de retroceso económico y crisis los trabajadores tienden a retraer sus luchas por miedo a perder su empleo. El desempleo y otras medidas como la reforma laboral tienen un efecto directo sobre la disposición para la lucha de los trabajadores como veremos, pero también median, a veces con mayor intensidad, otros factores ideológicos y organizativos que pueden contrarrestar estas tendencias, especialmente la actitud de los sindicatos. En este sentido, es llamativo que durante los años 1996-2002 en los que se registraron tasas de crecimiento económico entre el 2,4 y el 5%, es cuando menor número de huelgas se han producido en el periodo de los últimos 35 años3. Al mismo tiempo, en plena época de recesión como la que vivimos, con tasas negativas de crecimiento, se está registrando un aumento de los conflictos laborales. Estos ejemplos parecen contradecir las pautas académicamente establecidas respecto al número de huelgas, por lo que debemos poner en duda cualquier modelo que intente explicar la lucha obrera de forma mecánica, sin tener en cuenta las tendencias y contratendencias múltiples de diferente naturaleza que condicionan la evolución de las huelgas.

El paro es sin duda un elemento desmovilizador, cuyo efecto es difícil de medir pero que marca su presencia. Esto queda claro, como se verá más adelante, en el retroceso de las huelgas en el sector privado a partir de 2010 y en el cambio de la motivación de los conflictos ya a partir de 2008. Los altos índices de desempleo presentes en el Estado español inducen una enorme presión concreta en los centros de trabajo para evitar no sólo las huelgas, sino cualquier expresión de protesta, pertenencia a un sindicato u otra iniciativa básica de organización de la plantilla. Por eso a los indicadores de conflictividad se le debe sumar el plus de combatividad que significa protestar y hacer huelga cuando existe la presión de más de seis millones de parados, y no hay ningún indicador que pueda reflejar esta valentía de clase.

La crisis transforma el carácter de la lucha

A excepción de los años 1991, 1992 y 1993, en los que se produjo una recaída en la crisis económica, desde mediados de los años 80 existe una predominancia de las motivaciones para la huelga relacionadas con la presión para la negociación de los convenios5. Esta motivación, junto a otras relacionadas con la obtención de mejoras fuera del convenio y con problemas relacionados con la organización y los sistemas de trabajo, indican una disposición ofensiva en la mayoría de las huelgas (hablamos de tendencia ofensiva de las huelgas, lo cual no quiere decir una disposición ofensiva general de la clase trabajadora, como por ejemplo la vivida los meses siguientes a la muerte de Franco). Una de las tendencias que destacan desde 2007 a 2012 es el cambio progresivo de las motivaciones para la huelga desde posiciones ofensivas a defensivas. De esta forma, desde 2008 es perceptible que la motivación principal que siempre había sido la presión para obligar a negociar al empresario o la presión durante la negociación del convenio, comienzan a disminuir de forma acusada. En 2006 y 2007 aproximadamente entre el 40 y el 50% de las huelgas tienen motivaciones claramente ofensivas, y menos del 30% representan huelgas de carácter nítidamente defensivo. A partir de 2008 se produce una subida acusada de las huelgas que se producen por expedientes de regulación de empleo e impago de salarios, y ya el crecimiento de estas motivaciones no para de aumentar (aunque la de los ERE se estabiliza después de 2010) para prácticamente invertir la tendencia en 2011. Para ese año y 20126 las huelgas ofensivas han caído al 20% y las defensivas representan más del 50%, y dentro de ellas, las huelgas por impago de salarios representan casi el 30%. Es decir, la crisis bloquea las aspiraciones de mejora y fuerza a las plantillas a emprender la lucha para defender lo que se posee hasta el momento.

Una primera conclusión de estos datos al contrastarlos con las cifras anteriores a la crisis, es que aunque haya un nivel bajo del número de conflictos, estos pueden tener un carácter principalmente ofensivo y reflejar una gran confianza en la lucha de secciones importantes de los trabajadores. Mientras la crisis y el desempleo no llegan, puede conservarse esta tendencia y las victorias laborales en huelgas ofensivas tienen el efecto de inducir más huelgas con este carácter ofensivo. Sin embargo, el efecto de los despidos, los recortes salariales y el empeoramiento general de las perspectivas económicas puede hacer que no disminuya el número de huelgas –incluso que aumente–, pero sí que se transforme el carácter de éstas, como de hecho viene pasando en el Estado español.

En segundo lugar, de esta progresión hacia lo defensivo en las huelgas y de la evolución general que estamos analizando, también podemos ver cómo la llegada de la crisis no produce en los primeros años ningún estallido de luchas, sino más bien al contrario, una lenta aceptación de la situación y de la reversión de las circunstancias. Como veremos, es después de la primera fase de decaimiento y no a la entrada de la crisis cuando comienza a darse un despertar más acusado de la resistencia laboral, con características de rabia y desesperación. Ya para 2012 estamos viviendo el estallido de algunas huelgas indefinidas que están resultando victoriosas.7

En último lugar, cabe destacar que durante la década de los 80 y principios de los 90 existía un nivel relativamente elevado, en comparación con la década del 2000, de huelgas de solidaridad. Al inicio de la crisis, en 2007, están registradas por el Ministerio de Trabajo cinco huelgas de solidaridad, que cuentan con una participación bastante elevada en relación al número de trabajadores convocados (más de 12.000 trabajadores en 2006 y 18.000 en 2007 secundando estas huelgas). En 2008 las huelgas de solidaridad son sólo dos, en las que se convoca a menos de 3.000 trabajadores y son secundadas por poco más de 500 personas. En 2009 las huelgas de solidaridad son diez,pero apenas consiguen movilizar a 2.600 trabajadores. El año 2010 –que es verdaderamente un punto de inflexión de la lucha laboral en la crisis y que analizaremos más adelante– no se registra ya ni una sola huelga de solidaridad, mientras que en 2011 se convoca una y la participación es nula. Para 2012, aun no se dispone de datos en este sentido.

Las huelgas de solidaridad son una parte ínfima del conjunto del número de huelgas, pero pueden representar un buen indicador directo de la confianza en la movilización y el carácter ofensivo o defensivo de las huelgas del periodo.

De la resistencia en el sector privado al público: la ofensiva antiobrera de 2010

Uno de los elementos más llamativos del aumento de las huelgas durante la crisis ha sido el cambio del eje de la resistencia desde el sector privado de la economía hacia el sector público. Quizás es constatable para cualquier activista de la izquierda el enorme protagonismo que están alcanzando las luchas en el sector público durante los dos últimos años, pero es mucho menos conocida la resistencia que han llevado a cabo los trabajadores del sector privado –y dentro de ellos el núcleo duro de los trabajadores industriales– al inicio de la crisis, y cómo esta resistencia fue doblegada, como veremos, por la acción del Gobierno, la patronal y la ayuda de la pasividad de los grandes sindicatos. Antes de proceder al análisis de los datos de huelgas, realizaremos algunas consideraciones sobre las características de los sectores privado y público de la economía.

Lo primero a indicar es que el sector privado de la economía representa el grueso no sólo del volumen de riqueza generada, sino también el grueso del número de huelgas cada año desde los años 70. Por lo general también involucra a masas mucho mayores de trabajadores y trabajadoras que las luchas del sector público. Y, sobre todo, generan un volumen de jornadas no trabajadas por la acción de la huelga mucho mayor que el sector público. En consecuencia, producen un daño económico mucho más alto. Por ejemplo, en 2007, los trabajadores del sector privado fueron responsables de más del 80% de las huelgas, involucraron a 254.012 trabajadores frente a los 67.093 del sector público, y generaron 821.694 jornadas de trabajo perdidas frente a las 176.171 del sector público, de un total de 1.182.782.

Por su parte, el sector público cuenta con centros de trabajo medio mucho más grandes que los privados, por lo que para un mismo número de huelgas es capaz de movilizar a masas laborales más amplias que la economía privada. Los sectores más movilizados históricamente dentro del sector público han sido siempre la educación y las empresas públicas de servicios, que conjuntamente ocupan entre el 70 y el 80% de las convocatorias de huelga en el sector público, tanto en el periodo anterior a la crisis como desde 2007.

Al inicio de la crisis, durante 2007 y 2008, se va produciendo un crecimiento del número de huelgas en el sector privado (el Ministerio de Trabajo registró 611 y 643 respectivamente). Paralelamente se produjo un crecimiento de las huelgas en el sector público, pero de magnitudes menores (126 y 154 para cada año). En 2009 se produce, sin embargo, una caída de todos los parámetros de huelga en el sector público y en el conjunto del sector servicios (que agrupa a empresas y administraciones públicas pero también privadas) y el grueso del sector privado ve crecer todos sus indicadores. Cuando se pasa a un análisis desagregado de los sectores de la economía privada en lucha durante el año 2009 llama la atención el hecho de que es el núcleo de trabajadores industriales los que lideran esta ofensiva. En concreto, los sectores de la metalurgia, la industria de bienes de equipo, la industria automovilística, la industria alimenticia, la fabricación de productos minerales, la instalación y reparación de maquinaria, abarcan por sí solos el 50% de todos los trabajadores en huelga de los sectores no agrarios de la economía. Estas empresas concentran el poder industrial del Estado español y representan los sectores de trabajadores más masivos (especialmente la metalurgia), por delante de cualquier sector de la economía pública y los servicios.

Mención aparte requiere la minería –que todavía en 2009 no ha entrado en escena y cuenta con un escaso número de huelgas– y la construcción. 2009 será el último año en el que el sector de la construcción –que ha representado uno de los sectores históricamente más combativos del sindicalismo en el Estado– tenga un nivel significativo de huelgas y trabajadores movilizados8.

Esta ofensiva del núcleo de trabajadores industriales de 2009 conllevó la pérdida de más de 1.200.000 jornadas de trabajo en sectores altamente intensivos en la producción de riqueza. La explicación reside en un giro brusco de la actitud de la patronal, que frente al empeoramiento ya manifiesto de las perspectivas económicas, se niega al cumplimiento de la revisión salarial acordada en multitud de convenios y obliga a los sindicatos a emprender una serie de movilizaciones.9 Las direcciones de CCOO y UGT son responsables por este motivo de la movilización en sectores concretos como la metalurgia, pero la puesta en movimiento de este masivo colectivo de trabajadores industriales espoleó la movilización en otras industrias. Esto prueba la importancia de sectores estratégicos de trabajadores, cuya posición en el sistema productivo y peso económico les hacer servir de ejemplo para la movilización de otras secciones de trabajadores.

Con esta ofensiva, los sindicatos obligaron a la patronal a cumplir lo acordado en términos de revisión salarial para muchos convenios colectivos. Pero inmediatamente aceptaron en la mesa de negociación, durante el primer semestre de 2010, la introducción de medidas de flexibilización interna en las empresas10. La dirección de los sindicatos utilizaba así de nuevo la fuerza de movilización de las bases sindicales para reforzar su papel de garante de la concertación social, en lugar de empujar hacia posiciones más intransigentes en el contexto de empeoramiento económico por la crisis. De esta forma, mientras se llega a acuerdos con la Patronal, el Gobierno del PSOE introduce a las puertas del verano de 2010 su reforma laboral, que supone un retroceso drástico frente a la protección de los despidos y en su indemnización, a través de la figura del “despido objetivo”. Esta reforma laboral se enmarcaba ya en el giro de la política del PSOE hacia los mandatos de la troika de reducción del déficit y políticas antiobreras.

El efecto de la reforma laboral, que será contestada con la huelga general de septiembre de 2010, es una inmediata paralización de la lucha en el sector privado. El desempleo creciente (que para finales de 2010 casi alcanza los cinco millones) y la reforma laboral juegan un papel estrictamente disciplinante de la mano de obra y sus efectos quedan nítidamente reflejados en las estadísticas de huelga. Si a esto le sumamos la desmoralización provocada por la huelga del sector público de junio de 2010 y la huelga general del 29 septiembre de 2010 (que tuvieron un seguimiento aceptable pero no consiguieron sus objetivos de paralizar las medidas del Gobierno), podemos explicar el retroceso de la lucha durante el siguiente año 2011, que alcanza en los parámetros del número de huelguistas y jornadas de trabajo perdidas números excepcionalmente bajos. La tendencia creciente de movilización que había hecho crecer la lucha en los servicios en 2008 y había tenido un espectacular crecimiento en 2009 en la industria queda totalmente cercenada tras la introducción de la reforma laboral, que en combinación con los factores que se han descrito, da una dimensión más inédita de utilidad para la clase dominante de esta medida legislativa. De esta forma, el número de huelgas en 2010 desciende ligeramente (por encima de las 1.100 según la Patronal y casi 1.000 según el ministerio de Trabajo) pero el número de participantes en las huelgas y el volumen de jornadas perdidas se reducen a la mitad que en 2009: 340.801 personas implicadas en huelgas frente a las 653.483 de 2009; 671.523 jornadas perdidas frente al 1.290.852 del año anterior.

En 2010, sin embargo, aumentan ligeramente las huelgas y todos sus indicadores para el sector público. Pero el privado, como se ha dicho, queda paralizado. La tendencia creciente de lucha en sectores como la metalurgia queda plenamente destruida ya para 2011, al igual que la de otros sectores industriales como el automovilístico, al tiempo que se va produciendo un aumento progresivo del número de centros públicos inmersos en conflictos. A finales de 2011, la lucha en el sector de la Educación se estanca, pero sólo tras toda una serie de movilizaciones, -las más importantes localizadas en Madrid- donde los trabajadores y trabajadoras están visiblemente influenciados por el movimiento 15M. Las luchas de septiembre de 2011 de la Educación en Madrid reflejarán la primera influencia directa del movimiento 15M sobre un sector entero de trabajadores, que reproducía sus métodos de organización –asambleas masivas y abiertas– y una clara disposición para la lucha que rebasaba los límites de la burocracia sindical. Estas luchas no tendrán resultados positivos, haciendo que entrado el curso baje drásticamente el nivel de movilización. En 2011 también entra en acción la sanidad, sector que no ha visto parar de crecer sus movilizaciones tampoco durante todo el año 2012 y representando quizás el colectivo de trabajadores más ofensivo en la etapa actual de la crisis. Las huelgas de la sanidad contra las privatizaciones en Madrid están resultando un desafío importante contra el Gobierno regional del PP y están sirviendo como impulso e inspiración para los trabajadores y trabajadoras sanitarias en muchas partes del Estado, además de haber conseguido victorias parciales importantes como la del Hospital La Princesa. En la sanidad el nivel de radicalización está resultando especialmente elevado (aunque muchos de esos rasgos no queden recogidos por las estadísticas) y se están movilizando sectores y sindicatos que hasta ahora estaban fuera de los colectivos tradicionalmente sensibles a los recortes en el gasto público. Las ocupaciones de hospitales en Catalunya, por otra parte, están demostrando, como se explicará más adelante, la permeabilidad de sectores como la sanidad y la educación hacia el ambiente de movilización social general.

Entre 2009 y 2011 se produce por tanto el cambio del protagonismo en la lucha desde el sector privado al público, gracias en parte a la fuerte ofensiva del Gobierno del PSOE contra los trabajadores del sector privado a través de la reforma laboral, pero también por la entrada en escena de los trabajadores de la educación, la sanidad y las administraciones públicas, envueltos todos ellos por el ambiente general de movilización que está relacionado directamente con el surgimiento del 15M y por la ofensiva de los recortes en el gasto en los servicios públicos. Por su parte, la relación de las direcciones sindicales durante la segunda legislatura del PSOE entre 2008 y 2011 ha sido siempre tendente al entendimiento y la concertación, tanto con el Gobierno como con la Patronal. En cierto modo, a la hora de explicar las luchas durante la primera etapa de la crisis no podemos dejar de tener en cuenta este factor.

2012 verá también la activación de otros de los sectores más simbólicos del movimiento obrero: la minería, que pasa de prácticamente no tener huelgas desde el inicio de la crisis a movilizar a todos los efectivos de la extracción del carbón e industrias asociadas, con efectos sociales importantísimos. La huelga general de la minería contra los recortes de las ayudas al sector será otro ejemplo de cómo un colectivo relativamente pequeño de trabajadores puede convertirse en fuente de inspiración y solidaridad para amplios sectores sociales, no sólo desde el punto de vista laboral. Durante los meses de las luchas de la minería muchos activistas del 15M se encargaron de organizar la solidaridad con este movimiento, y la llegada de la marcha minera a Madrid fue un acontecimiento obrero de carácter histórico. Consiguió generar un ambiente en el que, a los pocos días, diferentes colectivos de funcionarios y empleados públicos se movilizaron de forma espontanea contra los recortes, cortando calles y manifestándose en puntos importantes de la ciudad de Madrid.

A pesar de que no se dispone de muchos datos aun sobre conflictividad laboral en 2012, es evidente que las dos huelgas generales vividas en los siete meses desde el 29 de marzo al 14 de noviembre representan un hecho sin precedentes en el historial de movilización de la clase trabajadora del Estado. A pesar de que, como hemos explicado, desde 2010 las luchas en el sector privado de la economía han sufrido una paralización importante, la convocatoria de huelga general del 29M contó con un seguimiento mayor que la exitosa huelga del 2002 contra el decretazo del PP (tras la que el Gobierno Aznar retiró la mayor parte de su reforma). La huelga general del 2010 contra la reforma laboral del PSOE, por su parte, supuso la primera huelga general del periodo democrático que se saldaba con una clara derrota. Ello también ha podido suponer un efecto desmoralizador para los trabajadores y trabajadoras que, sumado al desempleo y la reforma laboral, han perfilado la paralización de la lucha en el sector privado de la economía que hemos descrito más arriba.

A pesar de esto y de no haber vivido un estallido de huelgas durante el pasado año 2012, la presión social hizo inevitable que la dirección de CCOO y UGT tuviera que llamar a una nueva huelga general, tanto en marzo como en noviembre. Si bien el paro y la reforma laboral bloquean las luchas en muchos centros de trabajo, los altos índices de seguimiento de las dos últimas huelgas generales (con entre ocho y doce millones de trabajadores y trabajadoras secundándolas)11 muestras la disposición de muchos sectores a dar una respuesta solida a las políticas de austeridad que, en muchos casos, podrían ir más allá de donde la están dejando las direcciones sindicales. La tendencia decreciente de la lucha que se produjo desde finales de 2010 y 2011 se ve contrarrestada así por las dos huelgas generales del año 2012 y su seguimiento, que indican una recuperación de la tendencia creciente de lucha. Por otra parte, estas huelgas generales han ayudado a dar confianza a sectores –especialmente los más precarios– que encuentran muchas dificultades para movilizarse por sí mismos.

Conclusiones y perspectivas

Es evidente que la clase trabajadora del Estado español ha respondido a la llegada de la crisis y los paquetes de medidas neoliberales de una forma no pasiva, con un aumento significativo de la lucha durante 2008 y 2009 y un retroceso, tras la ofensiva de los Gobiernos del PSOE y el PP, desde mediados de 2010 y, sobre todo, según las estadísticas oficiales –aunque no las de la Patronal–, durante 2011. En general no puede hablarse de un nivel elevado de luchas laborales pero sí de una tendencia al aumento del número de conflictos con la llegada de la crisis, una paralización posterior, y una nueva tendencia de crecimiento apoyada en huelgas más duras en el sector privado y en la movilización del sector público, que debe ser confirmada con los datos de 2012. Esta afirmación se opone a la sensación general de desmovilización permanente e invariable que muchos activistas sociales esgrimen a la hora de esquivar el debate sobre la importancia de la movilización laboral en la lucha contra la crisis. Por otra parte, y como ya se ha ido reiterando a lo largo del artículo, con más de seis millones de parados, dos reformas laborales absolutamente antiobreras y un nivel de sindicalización que no supera el 15%, es muy destacable que el nivel de luchas haya aumentando en los cinco años que llevamos de crisis. En parte, las causas deberían ser buscadas fuera del ámbito laboral, y es que el Estado español lleva viviendo casi dos años un proceso de radicalización social creciente, que ha tenido como principal expresión el estallido del movimiento 15M, y su evolución hacia espacios derivados como Rodea el Congreso o la lucha contra los desahucios. La relación e influencia del 15M sobre el movimiento obrero daría para todo un artículo (o una serie de ellos), pero es evidente que a nivel ideológico el impacto del 15M ha sido muy importante. Sin embargo, la influencia directa sobre colectivos de trabajadores ha sido muy desigual. Tal como han mostrado los pocos estudios sobre composición del 15M en sus primeros momentos12, la mayoría de los trabajadores implicados en la ocupación de las plazas y en las primeras asambleas masivas pertenecían a un extracto laboral precario y no al sector de trabajadores estables, manuales, mayoritariamente albergado en el sector privado de la economía. Asimismo, y como ya se ha explicado, la permeabilidad de sectores como la sanidad y la educación al ambiente de agitación social es mucho mayor (por la naturaleza de estos trabajos) de lo que puede serlo en los trabajadores y trabajadoras de los sectores industriales, mucho más aislados en su espacio de trabajo de los acontecimientos sociales.

Las últimas elecciones autonómicas en Galicia, País Vasco y Catalunya que se está poniendo en marcha en proceso también de radicalización política además del social, con alternativas antineoliberales y anticapitalsitas alcanzando apoyos electorales hasta ahora inéditos. La gente que trabaja en las empresas no es inmune a estos dos procesos interrelacionados de radicalización social y política que hemos descrito, y por eso la resistencia en las empresas va a seguir una tendencia creciente. Las estadísticas de huelga analizadas en este artículo muestran que estamos en un cambio de tendencia respecto al principio de la década y, aunque necesitaríamos una serie de años más larga para afirmarlo con rotundidad, todo indica a que estamos entrando en un ciclo de auge de la movilización laboral, con subidas –como las de 2008 y 2009– y bajadas –como las de 2010 y 2011–, pero tendente al aumento, como marca la recuperación de 2012 y las dos huelgas generales de ese año. Asimismo, durante los años de crisis hemos visto un aumento de la afiliación sindical, lo que respalda la tendencia de aumento de la resistencia en las empresas13. Un incremento de las luchas obreras que marque una ruptura con la tendencia anterior implica la posibilidad de consolidar una nueva capa de activistas sindicales forjados en la movilización, algo sumamente relevante dado el proceso de burocratización y bajada de la combatividad que hemos vivido durante las tres últimas décadas en el panorama sindical.

Desde un plano más organizativo y desde el punto de vista de la izquierda anticapitalista, la intervención en las luchas laborales es una tarea inaplazable. La tendencia de luchas de 2012 es a que sigan aumentando las movilizaciones en el sector público, con la sanidad y la educación como vanguardias de la lucha contra los recortes. Estos dos sectores, que son al mismo tiempo los más permeables al ambiente de agitación social, son enormemente dinámicos y la intervención directa por parte de la izquierda social y las organizaciones y espacios anticapitalistas es relativamente sencilla. Los ejemplos de hospitales ocupados y la interrelación entre activistas sociales, sindicalistas, 15M y las “mareas” están llevando a un sostenimiento creciente y a una radicalización de estas luchas. Pero, como se ha dicho más arriba, el grueso de la economía está albergada en el sector privado, mucho más alejado de la permeabilidad social que presentan los sectores públicos. Se hace necesaria una radicalización también en esta aérea de la economía si queremos no sólo frenar el recorte de derechos laborales y los despidos, sino también articular un frente de resistencia que consiga poner freno a la ofensiva neoliberal contra el 99%. El revés de la lucha sufrido en 2010 y 2011 parece retraerse, y durante 2012 la industria está volviendo a recuperar la iniciativa de huelga. Pero es imprescindible articular un frente de esas secciones de trabajadores y trabajadoras más combativas en todos los sectores, y para la izquierda social y anticapitalista será muy difícil hacer esto sin una intervención en los sindicatos, que es el espacio básico de organización de la clase trabajadora y donde se puede incidir sobre sectores importantes de la economía privada. Las movilizaciones de 2009 demuestran que es posible luchar si los sindicatos se ponen a ello. Se hace necesario por tanto aumentar al máximo la presión sobre las estructuras sindicales para aumentar la resistencia. Esa es la tarea central de la izquierda transformadora en materia laboral para los próximos años.


Notas:

1. Miguel Ángel García Calavia, 2008: “Las huelgas laborales en el Estado español (1976-2005)”. Arxius de Ciències Socials. N. 18, junio. Todos los datos estadísticos de este epígrafe hasta 2004 están tomados de este artículo.
2. Para conocer el movimiento obrero de la Transición y la lucha política de aquellos años, recomendamos Mike Eaude, 2009: La Transición: movimiento obrero, cambio político y resistencia popular, Barcelona. En lucha.
3. Es muy posible que esa excepción se deba a que ese año las estadísticas del Ministerio no incluían a Euskadi, que estuvo fuera de las estadísticas de huelga desde 1986 a 1990. Catalunya también lo estuvo entre 1983 y 1985. Miguel Juárez et al. V informe sociológico sobre la situación social en España. Fundación Foessa. p. 351.
4. David Luque et al., 2008: “Un análisis regional de la actividad huelguística en España”, Revista Española de Investigaciones Sociológicas (REIS). N. 124, p. 115.
5. Andrew Richards, 2008: “El sindicalismo en España”. Laboratorio de Alternativas. Citado en Angie Gago, 2012: “La clase trabajadora hoy y la lucha contra la crisis”, La Hiedra, enero-abril 2012.
6. Angie Gago, 2012: “¿Declive o revitalización de los sindicatos? Un estudio de las estrategias de los sindicatos mayoritarios españoles frente a las medidas anticrisis (2008-2012)”. Trabajo de fin de Master en Política y Democracia. UNED. Plantea que este periodo responde a una estrategia de concertación social manifiesta por parte de las direcciones de CCOO y UGT.
7. Todos los datos de este epígrafe y los siguientes han sido obtenidos del Anuario estadístico del Ministerio de Trabajo y los informes de conflictividad laboral de la CEOE.
8. Miguel Ángel García Calavia, 2008: “Las huelgas laborales en el Estado español (1976-2005)”. Arxius de Ciències Socials. N. 18, junio. P. 107.
9. De 2012 sólo se dispone del avance estadístico del Ministerio de Trabajo que abarca de enero a septiembre de 2012 y contiene muchos menos datos que los del anuario.
10. Ver la huelga en Capgemini y en el sector informático: http://www.enlucha.org/site/?q=node/18091 y http://www.enlucha.org/site/?q=node/18119
11. En 2007 hubo una explosión en la dureza de las huelgas en la construcción para quedar en 2008 totalmente paralizada a nivel de movilización. Lo ocurrido con este sector, de importante repercusiones para amplios sectores de trabajadores jóvenes, es un ejemplo triste de cómo el estallido de una burbuja especulativa puede destruir completamente la lucha laboral en aquel sector sobre el que se sustenta.
12. Angie Gago, 2012: “¿Declive o revitalización de los sindicatos? Un estudio de las estrategias de los sindicatos mayoritarios españoles frente a las medidas anticrisis (2008-2012)”. Trabajo de fin de Master en Política y Democracia. UNED. p. 26-30.
13. Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva 2010, 2011 y 2012.
14. Según los mismo sindicatos y las conclusiones de los estudios realizados por Economistas frente a la crisis (www.economistasfrentealacrisis.com)
15. Kerman Calvo Borobia et al., 2011: “Especial 15M”. Laboratorio de Alternativas. Colección Zoom Político. p. 7-8.
16. “La afiliación de los sindicatos baja en Europa pero crece en España”, 03/10/2010. www.publico.es





Friday, April 12, 2013

NO HAY PLACER MAS GRANDE EN ESTE PLANETA QUE LA MIEL DE LA VENGANZA. LA VENGANZA EN CONTRA DE LOS RICACHONES DE FRANCISCO ALBERTO CAAMAñO, HUGO CHAVEZ, QADDAFI, SIMON BOLIVAR Y CARLOS MARX. LA VENGANZA: AQUELLA PASION A LA QUE HOMERO CONSIDERABA HASTA MAS DULCE QUE LA MISMA MIEL !!



Comentario al artículo, muy notable, realizado por Michael Schumann para la revista "Time". El autor describe la insondable brecha creciente que separa a ricos y pobres, y ve esto como una amenaza de venganza histórica de Karl Marx, que de repente tiene razón en su diagnóstico sobre el capitalismo, pues los derechos de los trabajadores están siendo liquidados abiertamente por el triunfo pasajero del capitalismo.

Schumann, como muchos antes que él, hablaron en un tono similar mostrando que en toda nuestra realidad, no ve que haya habido una modernización del sistema actual. Hace poco en unos comentarios se preguntaba si se ha "modernizado el capitalismo de 3,0", lo que ahorraría al sistema existente de tantos beneficiarios. Yo personalmente no veo ninguna razón para entender que haya esta actualización, ni que puedan ser vista por los economistas occidentales. La medida, es entender en términos de la ciencia burguesa o marxista las causas profundas de la crisis actual, sino mantener el viejo modelo, que ahora visiblemente se derrumba, y que no pueden proponer una solución distinta, de las formas paliativas de mantenimiento del sistema existente a flote. Por supuesto, esta pobreza ideológica, contrasta especialmente con el marxismo, que cuenta con un conjunto de soluciones posibles para un tiempo largo y con una elaborada teoría práctica. En realidad, esto es lo que los autores temen, que la crisis actual ha dado lugar no sólo a la verdad teórica y sino a la verdad práctica de Marx.

También es de destacar la importante observación de Schumann, en la manera de mejorar el destino socialista del capitalismo, salvando la debacle del sistema actual. A medida que la crisis se desarrolla, la polarización de las formas de resolverla crecerá y muchos moderados de los partidos de izquierda y movimientos con crecientes contradicciones internas por romper con el orden mundial existente, les impulsará a tomar una dirección u otra.

El intento del autor para situar la posición de los problemas chinos son comprensibles, pero China siente los efectos de la crisis, y no a través de las ondas que le llegan desde el epicentro norteamericano. Debido a que existe un temor muy claro que si los legisladores chinos no quedan en medidas abstractas y reforman el sistema capitalista, estas reformas se quemarán en el fuego de la lucha de clases, porque dentro del enfoque del "civilizado Toynbee" significaría el fin de la civilización occidental, ya que según Toynbee, todas las civilizaciones existentes han sido víctimas de guerras o por la lucha de clases. El historiador británico, que cuando existía la URSS emitía sus juicios desde el ala de las contradicciones del Marx burgués en la mitad del siglo XX, pregunta retóricamente (ver "La civilización ante el tribunal de la historia") si la civilización occidental es una excepción a esta regla. Ahora bien, es muy posible que en vida de la actual generación se constate que las excepciones a esta regla no existen, y que no hay otras direcciones solamente los dos enfoques diferentes, o la actual o la marxista, y que las dos darán el mismo resultado, a saber, la muerte de Occidente como una civilización opresora y la muerte del capitalismo como sistema.

Pensemos que Karl Marx está muerto y enterrado. Con el colapso de la Unión Soviética y el gran salto adelante de China del comunismo al capitalismo, estos acontecimientos se convirtieron nada más como un telón de fondo extraño de las peripecias que se desarrollan en las películas de James Bond, y la filosofía desviada de Kim Jong Il. Parece que la lucha de clases, que según Marx, debe determinar el curso de la historia, simplemente se desvaneció en la era del libre comercio y la prosperidad de la empresa. La globalización es un resorte de gran alcance que conecta todos los rincones más remotos del mundo, recaudando el beneficio financiero global, mediante bonos, outsourcing, e "ilimitada" producción, sobre todo gracias a los genios tecnológicos de Silicon Valley a las chicas de las granjas chinas, cualquiera tiene una buena oportunidad de hacerse rico. En las últimas décadas del siglo 20 en Asia se experimentaron los más significativos intentos en la historia de la humanidad, por reducir la pobreza, y todo gracias a las herramientas capitalistas del comercio, los negocios y la inversión extranjera. Obviamente, parece que el capitalismo cumple su promesa de elevar el nivel de vida de cada uno a un nuevo nivel de riqueza y prosperidad.

Si así pensáramos, dada la prolongada crisis de la economía mundial, y el hecho de que las personas que trabajan en todo el mundo sufren un crónico desempleo, las deudas y la falta de crecimiento de los ingresos, corrobara la fuerte crítica de Marx al capitalismo, en particular por el hecho de que el sistema es inherentemente injusto y autodestructivo. El autor no puede a su antojo, desconectar y poner en "off" a Marx, porque describió como el sistema capitalista llevará inevitablemente al empobrecimiento de las masas, ya que la riqueza del mundo se concentra en las manos de una minoría codiciosa que causan las crisis económicas, y el conflicto creciente entre los ricos y la clase obrera, "La acumulación de riqueza en un polo es al mismo tiempo la acumulación de la miseria, de los tormentos del trabajo, la esclavitud, la ignorancia y toscamente la degradación moral en el polo opuesto" (El Capital. Carlos Marx).

Unas crecientes evidencias sugieren que tal vez se acercan sus razonamientos al presente actual. Y en contra de los medios, la realidad está más enfrentada con las estadísticas que prueban que los ricos se hacen más ricos y la clase media y los pobres, no son más pobres. El informe de septiembre hecho publico por "Economic Policy Institute de Washington", decía que en los EE.UU. en 2011, el ingreso promedio anual de los hombres que trabajan a tiempo completo, era de 48.202 dólares menos que en 1978. Según los expertos del Instituto, de 1983 a 2010 en los EE.UU. el 74% del aumento de la riqueza, representaron el 5% de las personas más ricas del país; mientras que el 60% de los ingresos de los más pobres en el país cayeron. No es sorprendente que algunos han decidido volver a visitar las obras del gran filósofo alemán del siglo XIX. En China, un país marxista que han recordado al filósofo. Zhuntszyun Yu (Yu Rongjun), que inspirado en los acontecimientos del mundo, escribió un musical basado en "El Capital" de Karl Marx. "Ahora es exactamente como se describe en este libro", dijo el dramaturgo.

Esto no quiere decir que Marx tenía todas las recetas. "La dictadura del proletariado" no funcionó como estaba previsto. Pero las consecuencias de esta creciente desigualdad, Marx lo predijo: de nuevo hay una renovada lucha de clase. La clase obrera de todo el mundo cada vez está más iracunda y exigen su parte que le corresponde de la economía global. Desde el Congreso de los EE.UU. a las calles de Atenas, bajo los entresuelos chinos, se desarrollan los acontecimientos políticos y económicos, que cada vez son más dependientes de la tensión creciente entre el capital y el trabajo, que han logrado llegar a un nivel que no se veía desde los tiempos de las revoluciones comunistas del siglo 20. A partir de eso, se traducirá en una gran lucha que dependerá de la dirección de la política económica mundial, es el futuro del estado del bienestar, es la estabilidad política en China, así como quién llevará las riendas desde Italia a los Estados Unidos. 

¿Qué diría Marx hoy? Algo así como "te lo dije"; como Richard Wolff, un economista de la New School de Nueva York. "La diferencia de ingresos conduce a una tensión que no había visto antes en mi vida. "

La sociedad está dividida en el "99%" (la gente común, tratando de sobrevivir), y el "1%" (super-ricos, las personas que se están enriqueciendo día a día.) De acuerdo con una encuesta realizada por el Pew Research Center en el año 2012, dos terceras partes de los encuestados creen que los EE.UU. están ahora en un conflicto "grave" o "muy grave" entre ricos y pobres, es un 19% más que en 2009."

Estos conflictos caracterizan la política estadounidense. La guerra de guerrillas en torno a la cuestión de cómo lidiar con el déficit presupuestario, en su mayor parte es una lucha de clases. Tan pronto como el presidente Barack Obama habla sobre la forma de aumentar los impuestos para los más ricos a fin de cerrar el déficit presupuestario, los conservadores empiezan a gritar que quiere iniciar una "lucha de clases" en contra de los estadounidenses ricos. Sin embargo, los propios republicanos están de alguna manera interviniendo en esta lucha de clases. El plan republicano para mejorar el presupuesto de salud efectivamente transfiere la carga a la clase media y los pobres, al reducir los costos de la seguridad social. Obama en su campaña hizo hincapié en el hecho de que los republicanos no quieren escuchar las necesidades de la clase obrera. El candidato en las elecciones del Partido Republicano, Mitt Romney en palabras de Obama, tiene un plan para la economía de EE.UU. en un sólo punto: "garantizar que los ricos jueguen con reglas diferentes".

Entre todas estas declaraciones, hay señales de que el nuevo clasismo estadounidense tiene un impacto en el contenido de los debates acerca de las políticas económicas de la nación. Esta economía de goteo, enseña que el éxito de los ricos, ese 1% de seguro sanitario, beneficiará al restante 99% de la población, pero ya han salido críticos. David Madland, director del Centro para el Progreso Estadounidense, una organización de investigación en Washington, dijo que durante la campaña electoral de 2012 fue el foco de la restauración de la clase media y la búsqueda de un nuevo programa económico, que puede ayudar a realizar esta tarea. "Toda la filosofía de la economía al revés", dijo. "Veo que lo que está ocurriendo llevará a un cambio fundamental en las conciencias".

La ferocidad de la nueva lucha de clases es mucho más pronunciada en Francia. En mayo de 2012, cuando la crisis financiera y los recortes presupuestarios consolidados profundizaron la brecha entre ricos y pobres, los franceses votaron por el candidato socialista Francois Hollande, quien dijo una vez: "Los ricos no son como nosotros". Permaneció fiel a su palabra. Un factor clave que ha ayudado a ganar, fue la promesa para sacar más dinero de los ricos para mantener el estado de bienestar francés. Para evitar fuertes recortes del gasto, al revés de otras políticas de otros países europeos, Hollande planea elevar el impuesto sobre la renta para los ricos al 75%. Aunque el Consejo Constitucional no le ha permitido continuar con su plan, Hollande todavía sigue buscando formas de introducir tal medida. Al mismo tiempo, Hollande ha comenzado a aplicar políticas encaminadas a resolver los problemas de la gente común. Abolió la impopular entre la gente decisión de su predecesor de aumentar la edad de jubilación, lo que es lo mismo a los 60 años, para algunas categorías de trabajadores. Mucha gente en Francia quieren que Hollande fuera aún más lejos. "La ley del aumento del impuesto debería ser el primer paso para que el gobierno reconozca que la forma actual del capitalismo ha llegado a ser tan injusto e ineficiente que puede colapsar si no se emprenden reformas fundamentales", dijo Charlotte Boulanger, cuya actividad consiste en el desarrollo de estrategias para las ONG.

Sin embargo, su táctica provocó que la clase capitalista tomara represalias. Mao Zedong, insitió en que "el poder nace del cañón de pólvora", pero en un mundo donde el capital es cada vez más móvil, el arma de la lucha de clases también está cambiando. En lugar de pagar a Hollande, algunas marcas francesas millonarias se van fuera del país, llevando consigo los tan necesarios puestos de trabajo y la inversión. Jean-Emile Rosenblum, fundador Pixmania.com, sugirió mejorar la vida y los negocios en los EE.UU., donde, en su opinión, el clima es mucho más propicio para los negocios. "la intensificación de la lucha de clases, es una consecuencia normal de cualquier crisis económica, pero la explotación política de este conflicto es demagógica y discriminatoria", dice. "En lugar de depender de los empresarios para crear empresas y puestos de trabajo, lo que nos han hecho en Francia es expulsarnos".

La brecha entre ricos y pobres es quizás más evidente en China. La ironía es que Obama y el recién nombrado Presidente de China, Xi Jinping, tienen que resolver el mismo problema. La lucha de clases en crecimiento, este fenómeno no sólo se desarrolla lentamente, descubre las grietas del mundo industrial. Incluso en una economía como la china, de mercado en rápido desarrollo, la fricción entre ricos y pobres se está convirtiendo en un importante reto para los responsables políticos. Contrario a la creencia de que muchos estadounidenses y europeos están enojados, China no es un paraíso para los trabajadores. "Tazón de arroz de hierro", garantizó el trabajo Mao, permanente para todos, es una promesa del pasado, junto con el maoísmo, y durante la reforma de las condiciones de los trabajadores, han disminuído sus derechos. Incluso a pesar de que los salarios de los trabajadores de las ciudades de China están creciendo rápidamente, la brecha entre ricos y pobres es enorme. Otro estudio realizado por Pew encontró que casi la mitad de los encuestados chinos creen que la brecha entre ricos y pobres, es un problema serio, y 8 de cada 10 chinos están de acuerdo con la afirmación de que "en China los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres".

El resentimiento casi ha alcanzado el punto de ebullición en las ciudades industriales de China. "Los extranjeros piensan que tenemos una buena vida, pero la vida real en la fábrica es muy diferente del ideal", dice Peng Ming, uno de los trabajadores de fábricas en el sur del enclave industrial de Shenzhen. "Largas horas de trabajo, aumento de los costos, administradores indiferentes a las demandas obreras, los atrasos salariales, nos estamos pareciendo al proletariado occidental"; "Marx escribió: Los ricos ganan dinero mediante la explotación de los trabajadores", dice Huan Guohau, otro empleado de la fábrica en Shenzhen. "El comunismo, esto es lo que esperamos". Según ellos, si el gobierno no toma ninguna medida para mejorar su calidad de vida, estarán listos para funcionar de forma independiente. "Los trabajadores se organizarán", predice Peng. "Los trabajadores nos uniremos".

Tal vez esto ya está sucediendo. Describir el crecimiento del descontento de los trabajadores chinos es difícil, pero los expertos dicen que está creciendo. La nueva generación de trabajadores de las fábricas, conocen las experiencias de sus padres, gracias a Internet, más abiertamente expresan sus demandas para aumentar sus salarios y condiciones de trabajo; Si bien la respuesta del gobierno fue mixta. Los legisladores han elevado el salario mínimo, las leyes laborales defienden a la clase obrera, la protegen, de sus derechos y, en algunos casos, incluso les permiten organizar una huelga. Sin embargo, el Gobierno aún no aprueba el activismo individual, y a menudo se utiliza la fuerza. Esta táctica ha privado al proletariado, a la dictadura del proletariado de fe en su poder. "El gobierno piensa que las compañías son más fuertes que nosotros,", dijo Huan. "Si el gobierno no va a reformar la economía, el trabajador chino ordinario tiene que beneficiarse del crecimiento de la economía nacional, y si esto no es así, se correrá el riesgo de provocar disturbios sociales".

Marx predijo precisamente este efecto. Cuando el proletariado consciente de sus intereses de clase comunes, derrocará al sistema capitalista injusto, lo sustituirá por un nuevo paraíso socialista. Los Comunistas abiertamente 'declaran que sus fines pueden ser alcanzados sólo la destrucción de todas las condiciones sociales existentes, como Marx bien exhortó: "Los proletarios no tienen nada que perder más que sus cadenas". Actualmente, existe la evidencia de que los trabajadores de todo el mundo tienen un resentimiento de que sus perspectivas son miserables. Decenas de miles de personas salieron a las calles en Madrid y en Atenas para protestar contra el desempleo generalizado y las medidas de austeridad, que sólo agrava la situación.

Mientras la revolución que predice Marx no se ha materializado. Es posible que los trabajadores de todo el mundo comparten los mismos problemas, pero no se han unido para resolverlos. El número de miembros de los sindicatos estadounidenses, por ejemplo, siguió disminuyendo durante todo el período de la crisis, mientras que el movimiento Occupy Wall Street ganó impulso. Según Jacques Rancière, un experto en el marxismo de la Universidad de París, los manifestantes no tenían el objetivo de sustituir al capitalismo como Marx predijo, nada más quieren reformarlo. "No vemos ninguna clase manifestante, que exigiría el derrocamiento o la destrucción del actual sistema socioeconómico, explica. La clase de conflicto que se traduce hoy es una llamada para arreglar el sistema para que sean más viables mediante la redistribución de los beneficios ".

A pesar de estas llamadas, el sistema económico actual sigue alimentando las divisiones de clase. Altos funcionarios de China están tratando de resolver el problema de la brecha de ingresos, sólo de nombre, evitando reformas reales que pueden ayudar a hacer esto. Los endeudados gobiernos europeos han reducido drásticamente los programas de bienestar, con un aumento del desempleo y la falta de crecimiento económico. En la mayoría de los casos, la decisión sobre la reforma del capitalismo se reduce sólo a fortalecerla. Los legisladores de Roma, Madrid y Atenas bajo presión, han tenido que improvisar impuestos para los tenedores de bonos, pero se ven obligados a privar a los trabajadores de la protección social y debilitar aún más el control de los mercados internos. Owen Jones, autor de "La clave: La demonización de la clase obrera", lo define que hay "lucha de clases desde arriba ".

Ya poco falta para detener el cambio de sistema social. Y ello ocurre, aunque el surgimiento de un mercado de trabajo mundial privó de influencia a los sindicatos en todo el mundo desarrollado. Los izquierdistas, revisionistas de derecha, desde el momento del ataque inicial del libre mercado en la época de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, no podían ofrecer una alternativa digna de atención. " Casi la totalidad de los partidos de izquierda y progresistas en algún momento han contribuido al surgimiento y expansión de los mercados financieros, e inhiben el desarrollo del otro sistema de seguridad social a fin de demostrar que estos actuales, son capaces de reformarse, dice Rancière. "Yo creo que los gobiernos laboristas o socialistas, y de otros partidos tienen muy pocas oportunidades, por muchas reformas que intenten de reemplazar, el sistema económico existente "

Por lo tanto, nuestra perspectiva es bastante sombría: Marx no sólo diagnostica los defectos del capitalismo, sino que también lo define a partir de las consecuencias. Si los legisladores no encuentran la manera de garantizar oportunidades económicas justas, los trabajadores del mundo se unirán. Marx todavía tiene la oportunidad de tomar venganza.

LA OTRA LINEA ES LA LINEA DE LA ECONOMIA CAPITALISTA DONDE LAS FUERZAS PRODUCTIVAS SE HAN ESTANCADO. PUBLICADO EN EL BLOG CRITICA MARXISTA-LENINISTA



El problema del estancamiento del capitalismo monopolista fue clara e indudablemente establecido por los marxista-leninistas, cuando la economía capitalista mundial entraba en uno de sus mejores periodos, después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, cuando viviría sus "años dorados", sus "años maravillosos". En el informe al XIX Congreso del PC(b) de la URSS, Malenkov destacó el papel la carrera armamentista, los gastos militares, las guerras locales y los preparativos para una nueva guerra mundial, como "estimulantes" de la actividad empresarial y el crecimiento económico en la economía del imperialismo, con el fin de "superar" la tendencia subyacente al estancamiento. Realizando una evaluación comparativa entre el campo socialista y el campo capitalista, el informe de Malenkov resalta las tendencias contrapuestas entre las dos líneas de desarrollo, dejando como resultado la superioridad del socialismo.

La tendencia al estancamiento no quiere decir  que la economía capitalista no crezca, sino que lo haga a ritmos muy bajos y lentos en relación con las capacidades productivas y la gran disponibilidad de capitales, como reflejo de la contradicción entre el carácter social de la producción y el carácter privado de la apropiación. En la actualidad, Japón es el ejemplo más claro de una economía imperialista en estancamiento, algo que viene experimentando desde la década de 1990 hasta la fecha (con un breve lapso de aparente recuperación, en los años previos a la última crisis mundial). También se puede incluir a Rusia como en la misma condición.  Esta característica de la economía del capitalismo monopolista nos ayuda a comprender la naturaleza del imperialismo como capitalismo agonizante y en descomposición, y también, entre otros factores, por qué el imperialismo es guerra.  A continuación la primera sección de la primera parte del Informe principal ante el XIX Congreso del PC(b) de la URSS, presentado por Georgy Malenkov en 1952.

El debilitamiento del sistema capitalista mundial y la situación económica de los países capitalistas 
Georgy Malenkov

(Del Informe ante el XIX Congreso del PC(b) de la URSS)
1952

La característica del panorama general de la situación económica mundial en el momento actual es la existencia de dos líneas de desarrollo. 

Una línea es la línea del ascenso ininterrumpido de la economía de paz de la Unión Soviética y de las democracias populares, una economía que no conoce crisis y que se desarrolla con el objetivo de satisfacer al máximo las necesidades materiales y culturales de la sociedad. Esta economía garantiza el aumento constante de las condiciones de vida de las masas y el pleno empleo. La característica de esta economía es la cooperación económica amistosa entre los países que constituyen el campo democrático. 

La otra línea es la línea de la economía capitalista, donde las fuerzas productivas se han estancado, una economía que se retuerce en las garras de la cada vez más profunda crisis general del capitalismo y de las recurrentes crisis económicas; es la línea de la militarización de la economía y el desarrollo desequilibrado de las industrias que producen para la guerra; es la línea de la lucha competitiva entre países y del sojuzgamiento de unos países por otros. Esta situación es consecuencia del hecho de que la economía capitalista no se desarrolla en interés de la sociedad, sino con el fin de asegurar la máxima ganancia para los capitalistas, mediante la explotación, la ruina y la depauperación de la mayoría de los habitantes del país dado, mediante el sojuzgamiento y el saqueo sistemático de los pueblos de otros países, principalmente de los países atrasados, y, por último, mediante las guerras y la militarización de la economía nacional.

Las siguientes cifras muestran la evolución de la producción en la URSS y en los países capitalistas: 

CRECIMIENTO DE LA PRODUCCIÓN INDUSTRIAL EN LA URSS Y EN LOS PAÍSES CAPITALISTAS
1929-1951
(en porcentajes respecto de 1929)



PAÍS / AÑO

1929

1939

1943

1946

1947

1948

1949

1950

1951

URSS

100

552

573

466

571

721

870

1,082

1,266

Estados Unidos

100

99

217

155

170

175

160

182

200

Inglaterra

100

123

n.d.

112

121

135

144

157

160

Francia

100

80

n.d.

63

74

85

92

92

104

Italia

100

108

n.d.

72

93

97

103

118

134

      n.d.: no disponible   

Como se puede apreciar en este cuadro, el volumen de la producción industrial de la URSS en 1951 creció en 1,266% en relación con 1929, esto quiere decir que se incrementó casi trece veces durante ese periodo. Al igual que en los años previos a la guerra, la industria soviética ha avanzado de forma sostenida desde fines de la guerra, siguiendo una línea ascendente, sobre la base del desarrollo de la producción con fines pacíficos. 

El cuadro también muestra que en Estados Unidos, la producción industrial se estancó entre 1929 y 1939, y sólo se incrementó como consecuencia del fuerte aumento de la producción bélica durante la Segunda Guerra Mundial. Después de eso, cayó significativamente para volver a subir nuevamente sólo como consecuencia de la guerra contra el pueblo coreano y la intensificación de la carrera armamentista, resultado de lo cual la producción de 1951 duplicó la cifra de 1929. 

La producción industrial de Inglaterra creció solamente 60% durante ese periodo; mientras que en otros países capitalistas europeo-occidentales, la producción industrial todavía permanece en torno al nivel de 1929. 

A pesar de que durante la guerra sufrieron mucho más que los países capitalistas europeo-occidentales, las democracias populares europeas han superado en 1951 el nivel de la producción industrial de preguerra: en Polonia en 190%, en Checoslovaquia en 70%, en Hungría en 150%, en Rumania en 90%, en Bulgaria en 360% y en Albania en más de 400%. En estos países, también se observa un aumento constante en la agricultura, especialmente un progreso rápido en los cultivos industriales y considerables logros en la ganadería. 

La República Democrática Alemana ha tenido un gran avance en el desarrollo de su economía. Su producción industrial en 1952 no sólo alcanzó el nivel de preguerra sino que lo superó en 36%. El volumen de la producción industrial de 1951 fue superior al de 1946 en 140%. La industria metalúrgica, la construcción de maquinarias,  la industria química y la producción de energía eléctrica están creciendo año tras año. La agricultura ha sobrepasado los niveles de preguerra tanto en superficie de cultivo como en rendimientos por hectárea. 

La economía de la República Popular China está avanzando rápidamente. El pueblo chino está trabajando con gran entusiasmo y está superando exitosamente las severas consecuencias de la larga y devastadora guerra contra los invasores japoneses y el Kuomintang reaccionario. El desarrollo industrial de China ha seguido un ritmo rápido desde el establecimiento del gobierno democrático popular: en 1951, el volumen de la producción industrial fue más del doble del registrado en 1949; se ha restablecido el transporte ferroviario y se están construyendo rápidamente nuevas líneas. Como resultado de la gran reforma agraria efectuada por el gobierno popular de China, se han logrado grandes éxitos en la agricultura: en 1951, la producción de cereales creció en 128% con respecto a 1949, y la producción de algodón lo hizo en 252%. Mientras las finanzas de la vieja China estaban en un estado de total deterioro y la inflación alcanzaba grandes proporciones, el gobierno popular de China ha fortalecido las finanzas del país y ha estabilizado la moneda. 

La República Democrática Popular de Corea ha experimentado un considerable desarrollo económico después de la liberación del colonialismo japonés. En 1949, el volumen de la producción industrial fue cuatro veces mayor que en 1946. En el campo, después de que la República Democrática de Corea realizara la reforma agraria, se amplió la superficie cultivable en 25% y se incrementó considerablemente el rendimiento por hectárea de todos los cultivos agrícolas. La agresión de los imperialistas norteamericanos ha interrumpido el trabajo de construcción pacífica del pueblo de la República Democrática Popular de Corea. Las tropas norteamericanas y de otras nacionalidades que operan bajo la bandera de las Naciones Unidas están destruyendo bárbaramente ciudades y aldeas pacíficas, la industria y la agricultura de Corea del Norte. 

La República Popular de Mongolia ha dado grandes pasos adelante en el desarrollo de su economía. Año tras año la economía nacional de la república está creciendo y fortaleciéndose, las condiciones de vida y cultura del pueblo mongol están avanzando. La ganadería –la rama más importante de la economía– está en constante expansión. Desde el establecimiento de la república, el número de cabezas de ganado se ha incrementado en 150%; y ahora todo el ganado pertenece al campesinado trabajador. La producción de la industria estatal y cooperativa aumentó casi tres veces en los últimos diez años. 

Todos los datos que ilustran el desarrollo de la producción en los países capitalistas y en los países pertenecientes al campo democrático muestran que el ritmo de la producción industrial de los países capitalistas, incluido Estados Unidos, está muy por detrás del ritmo del desarrollo industrial de la URSS y las democracias populares. 

Estos datos también muestran que los ligeros aumentos en la producción industrial de los países capitalistas se deben en su totalidad a los preparativos de guerra y a la fabricación de suministros para la maquinaria bélica durante la guerra. 

Lejos de eliminar las contradicciones económicas y políticas del capitalismo, la Segunda Guerra Mundial las agudizó aún más, debilitando la economía de los países capitalistas y profundizando la crisis general del sistema capitalista mundial. La Segunda Guerra Mundial no justificó las esperanzas de la gran burguesía de los países imperialistas. Cada uno de los dos grupos capitalistas que lucharon entre sí durante la guerra, contaba con lograr –por la fuerza de las armas– un nuevo reparto del mundo, apoderarse de nuevas fuentes de materias primas y ampliar el mercado de venta para sus productos, es decir, reforzar su posición económica a expensas de sus competidores y conquistar la dominación del mundo. 

Sin embargo, esos cálculos fallaron. Con Alemania y Japón fuera de combate, cada uno de los tres principales países capitalistas –Estados Unidos, Inglaterra y Francia–, especialmente Estados Unidos, esperaba incrementar su producción en cuatro o cinco veces, pero todas esas esperanzas se desvanecieron. Encima, China y las democracias populares de Europa se desgajaron del sistema capitalista y formaron con la Unión Soviética un único y poderoso campo de la paz y la democracia, opuesto al campo del imperialismo. 

Como lo señaló el camarada Stalin, la consecuencia económica de la formación de dos campos opuestos ha sido la disgregación del mercado mundial único y omnímodo y la formación de dos mercados mundiales paralelos: el mercado de los países del campo de la paz y la democracia y el mercado de los países del campo imperialista belicista. La disgregación del mercado mundial único y omnímodo es el resultado económico más importante de la Segunda Guerra Mundial y de sus consecuencias económicas. 

Los dos mercados mundiales se están desarrollando en direcciones opuestas. El nuevo mercado del mundo democrático no conoce problemas de venta, porque su capacidad crece año tras año en consonancia con el crecimiento –libre de crisis– de la producción de los países del campo democrático, porque el crecimiento sostenido de la producción de todos los países del campo democrático está ampliando constantemente la capacidad del mercado democrático. Por otro lado, hay otro mercado mundial, el mercado imperialista, que no está relacionado con la URSS y los otros países democráticos; por eso es un mercado restringido y adolece de problemas de venta debido a las interrupciones y a las crisis de producción, al paro forzoso y a la depauperación de las masas, y a su aislamiento de los países democráticos. Además, como resultado de la disgregación del mercado mundial único y omnímodo, se ha reducido la esfera de aplicación de la fuerza de los principales países capitalistas (Estados Unidos, Inglaterra y Francia) sobre los recursos mundiales y esto conduce a una progresiva contracción del mercado capitalista. Las condiciones de venta en ese mercado se han deteriorado y se están deteriorando aún más. 

El resultado de la Segunda Guerra Mundial no ha sido el mismo para todos los países capitalistas, y esto ha producido cambios importantes en las relaciones económicas entre ellos. Las hostilidades prolongadas, la pérdida de recursos humanos y el daño material incurrido quebrantaron las economías de muchos de los países beligerantes. Esto es verdad principalmente en los casos de Alemania, Italia y Japón. Las economías de Francia, Holanda, Bélgica y otros varios países también sufrieron considerablemente. Inglaterra fue seriamente debilitada. 

Estados Unidos obtuvo grandes ganancias de la guerra. Los multimillonarios norteamericanos fortalecieron sus posiciones económicas. Sin embargo, Estados Unidos fracasó en lograr su objetivo, fracasó en establecer la dominación del capital norteamericano sobre el mercado mundial. Estados Unidos pensó que después de poner fuera de combate a Alemania y Japón, podría incrementar su producción en cuatro o cinco veces, pero sólo duplicó su producción y en la actualidad se está deslizando hacia una crisis económica. En el momento actual, en Estados Unidos hay casi tres millones de personas en paro total y aún mucho más personas en paro parcial. Las masivas huelgas de obreros complican aún más las cosas para los multimillonarios norteamericanos. Y esto se debe a que, por culpa de los círculos gobernantes de Estados Unidos, la industria de ese país se ha visto privada de los mercados de la URSS, China y las democracias populares de Europa. 

El imperialismo norteamericano está actuando ahora no sólo como un explotador internacional y esclavizador de naciones sino también como una fuerza que perturba las economías de los otros países capitalistas. Después de la guerra, el capital monopolista de Estados Unidos, aprovechándose de la debilidad de sus competidores, se apoderó de gran parte del mercado capitalista mundial. Está destruyendo los lazos económicos multilaterales que históricamente han existido entre los países capitalistas, para reemplazarlos por los lazos unilaterales entre esos países y Estados Unidos. Al aumentar sus exportaciones mediante el dumping más inescrupuloso y cerrando al mismo tiempo su mercado interno al ingreso de productos extranjeros, estrangulando al pueblo norteamericano con los altos precios, los monopolios norteamericanos están desorganizando más y más el mercado capitalista mundial. El imperialismo norteamericano está impidiendo que los países europeo occidentales reciban productos alimenticios de sus antiguos mercados de Europa oriental, adonde siempre exportaron grandes cantidades de bienes manufacturados a cambio de alimentos y materias primas. 

La política económica seguida por el imperialismo norteamericano tenía que agudizar forzosamente la contradicción entre los Estados Unidos y los otros países capitalistas. La contradicción entre Estados Unidos e Inglaterra sigue siendo la contradicción principal y está adquiriendo la forma de una lucha abierta entre los monopolios norteamericanos e ingleses por  las fuentes de petróleo, caucho, metales no ferrosos y raros, azufre, lana y por los mercados de productos básicos. 

A esto debemos agregar las contradicciones sumamente serias entre Estados Unidos y Japón, entre Estados Unidos e Italia, y entre Estados Unidos y Alemania Occidental, países que están viviendo bajo el yugo de la ocupación de los dictadores norteamericanos. Sería ingenuo creer que estos países vencidos consentirán vivir por tiempo indefinido bajo la férula de los ocupantes norteamericanos. Sería absurdo pensar que esos países no intentarán de una u otra forma sacudirse de la opresión de los Estados Unidos para poder tener una vida libre e independiente. 

Dado que el capitalismo norteamericano, con el pretexto de brindar “ayuda” en forma de créditos, penetra en las economías de Inglaterra, Francia e Italia, y se apodera de las materias primas y los mercados de las colonias británicas y francesas, las contradicciones entre Estados Unidos e Inglaterra y entre Estados Unidos y Francia se agudizan y se agudizarán aún más en el futuro. Inglaterra y, tras ella, Francia y los demás países capitalistas están tratando de librarse de la subordinación a los Estados Unidos con el fin de asegurarse una posición independiente y elevadas ganancias. Los capitalistas ingleses están librando una dura lucha contra la dominación norteamericana en el comercio internacional.  

Las dificultades económicas en que se encontraron los países capitalistas después de la guerra, se agravaron cuando los mismos imperialistas cortaron su acceso al mercado democrático mundial. Estados Unidos ha reducido a casi cero su comercio con la Unión Soviética y las democracias populares europeas y ha cesado todo comercio con China. Y prácticamente ha prohibido no sólo a los países vencidos (Japón, Alemania Occidental e Italia) sino también a Inglaterra, Francia, Holanda, Dinamarca, Noruega, Bélgica y otros países capitalistas, comprar y vender productos en los mercados de los países del campo democrático. El comercio de Estados Unidos con los países que ahora están en el campo democrático fue, en 1951, sólo la décima parte del registrado en 1937; por su parte, el comercio de Inglaterra con esos países se redujo a un sexto y el de Francia a menos de un cuarto. 

Estados Unidos, Inglaterra y Francia sometieron a la URSS, China y las democracias populares europeas a un “bloqueo” económico con el fin de estrangularlas. Pero el nuevo mercado del mundo democrático no fue estrangulado, por el contrario, se hizo más fuerte. El resultado fue que los imperialistas sólo lograron asestar un duro golpe a sus propias exportaciones y agravaron aún más las contradicciones entre las potencialidades productivas de su industria y la posibilidad de vender sus productos. 

Todo esto significa que la economía capitalista está ahora acosada por contradicciones aún más profundas y que el sistema mundial de la economía capitalista en su conjunto se ha reducido, debilitado y vuelto más inestable que antes de la guerra. 

Conscientes de estas dificultades económicas, los capitalistas de Estados Unidos tratan de superarlas mediante la guerra de Corea, la carrera armamentista y la militarización de la industria. 

Al desatar la guerra reaccionaria contra el pueblo coreano y azuzar la histeria bélica contra el campo democrático, los imperialistas norteamericanos, ingleses y franceses han transformado sus economías con propósitos de guerra y han intensificado en grandes proporciones la militarización de la economía y la carrera armamentista en sus países. Actualmente, una parte cada vez mayor de su producción industrial es utilizada para suministros de guerra. Los pedidos militares juegan un papel decisivo en las industrias básicas de Estados Unidos y de los otros países capitalistas. Los gastos directos e indirectos en armamentos constituyen una proporción cada vez mayor de los presupuestos de los países capitalistas. En Estados Unidos, los gastos militares directos han aumentado de $1,000 millones en el año fiscal 1937-1938 a $58,200 millones en 1952-1953; ese gasto representa en la actualidad el 74% del presupuesto total, comparado con el 14% de 1937-1938. En Inglaterra, los gastos militares durante el mismo periodo subieron de £197 millones a £1,634 millones, es decir, subieron de 17% del presupuesto total anterior a la guerra a 34% en la actualidad. En Francia, los gastos militares representan hoy cerca del 40% del presupuesto total. 

Este crecimiento sin precedentes de los gastos militares está acompañado del continuo aumento de los impuestos y el constante incremento de las emisiones inflacionarias de papel moneda. La guerra y la política de los círculos dirigentes de los Estados Unidos han debilitado severamente todo el sistema financiero de los países capitalistas y siguen debilitándolo más y más en todo momento. De acuerdo a los datos oficiales, obviamente manipulados, el poder de compra del dólar de 1951 fue sólo el 43% del poder de compra del dólar de 1939; el poder de compra de la libra esterlina fue 32%; del franco francés fue de 3.8%; y de la lira italiana fue menos de 2%. 

Al transformar sus economías en economías de guerra, Estados Unidos y los otros países capitalistas han podido elevar su producción industrial por algún tiempo.  Los economistas burgueses tratan presentar esto como prueba de que los grandes pedidos militares son capaces de mantener indefinidamente un alto nivel de “actividad empresarial”. Sin embargo, la realidad refuta estas afirmaciones. Ahora, en el tercer año de la intensa militarización de la economía capitalista, las consecuencias nefastas de esta militarización son cada vez más evidentes. Los factores inflacionarios de la guerra, si bien provocan un auge temporal, ocasionan un desarrollo sesgado, unilateral, de la economía de los países capitalistas. Una parte creciente de los bienes finales y materias primas está siendo absorbida por el consumo militar improductivo o es congelada bajo la forma de vastas reservas estratégicas. Al mismo tiempo, la militarización de la economía conduce al estrujamiento de la población mediante el aumento de impuestos. Todo esto convierte los presupuestos de los países capitalistas en medios que los multimillonarios pueden utilizar para robar al pueblo, reduce la capacidad de compra de la población, disminuye la demanda de los productos industriales y agrícolas, conlleva una fuerte reducción de la producción civil y crea las condiciones para el advenimiento de una aguda crisis económica. 

La militarización de la economía nacional no suprime, por el contrario, amplía la brecha entre las potencialidades de producción y la caída de la demanda efectiva de la población, demanda que los altos círculos dirigentes de los países capitalistas están reduciendo al mínimo. Esto causa una contracción progresiva del mercado capitalista. De este modo, el aumento de la producción bélica conduce inevitablemente a la maduración de una nueva y profunda crisis económica. 

La carrera armamentista impone una carga excepcionalmente pesada sobre las economías de los satélites de los Estados Unidos. Después de desatar la guerra contra Corea, Estados Unidos intensificó su presión sobre los países europeo-occidentales, exigiéndoles una conversión más completa de su industria con fines bélicos, asignándoles sumas excesivas para los preparativos de guerra, y privando a las industrias civiles de esos países de las materias primas y otros tipos de materiales que necesitan. El imperialismo norteamericano se ha quitado completamente la máscara de “restaurador” de la economía de los países capitalistas. La “ayuda” norteamericana se concede ahora sólo para armamentos y para los preparativos de una nueva guerra. La carrera armamentista en que se han comprometido Inglaterra, Francia, Italia, Alemania Occidental, Bélgica, Noruega y otros países capitalistas, obedeciendo los dictados de los monopolios norteamericanos, está arruinando las economías de esos países y llevándolas al desastre. 

Los multimillonarios que han impuesto su dominación sobre los países burgueses y les dictan la política de preparación de una nueva guerra y de acumulación de armamentos, están obteniendo colosales ganancias. Para los multimillonarios, principalmente para los monopolios y multimillonarios norteamericanos, la carrera armamentista se ha convertido en una fuente de riqueza sin precedentes. Incluso, según los subvaluados datos oficiales, las ganancias de los monopolios capitalistas de Estados Unidos subieron de 3.3 mil millones de dólares en 1938 a 42.9 mil millones de dólares en 1951, es decir, un incremento de 1,300%. Las arcas de los monopolios de Inglaterra, Francia, Italia, Japón y otros países se están llenando de cuantiosas ganancias, a pesar de que las economías de esos países se encuentran en un estado de estancamiento prolongado.  

Al mismo tiempo, la militarización ha conducido a un grave deterioro de las condiciones de vida de las masas. El aumento de los impuestos, el alza de los precios de los bienes de consumo y el incremento de la inflación han intensificado la depauperación absoluta y relativa del pueblo trabajador. En Estados Unidos, los impuestos directos que afectan a la población en el presente año fiscal son doce veces más altos que en el año fiscal 1937-1938, incluso después de considerar la depreciación de la moneda. En los países europeo-occidentales, donde la carga tributaria era bastante considerable incluso antes de la Segunda Guerra Mundial, los impuestos se han incrementado de la siguiente manera: Inglaterra, 100%; Francia, 160%; e Italia, 50%. 

Incluso los datos oficiales del costo de la vida y de los precios al por menor, evidentemente subestimados,  muestran el aumento continuo del costo de la vida, que se ha acentuado particularmente después de que Estados Unidos iniciara la agresión a Corea. En estas condiciones, la política de “congelación” de los salarios, aplicada por los capitalistas con el apoyo de los socialistas de derecha y los líderes sindicales reaccionarios, ha conducido a una gran reducción de los salarios reales de los trabajadores. En Francia e Italia, los salarios reales de los obreros en 1952 son inferiores en más del 50% que los de la preguerra; en Inglaterra, son inferiores en 20% que los de la preguerra. En Estados Unidos, según los datos publicados por el Sindicato de Obreros Electricistas, el costo de la vida subió casi tres veces comparado con 1939. A pesar del crecimiento de la producción bélica, en los países capitalistas está aumentando el número de parados totales y parciales. En Italia y en Alemania Occidental, el paro forzoso es superior al de los años más duros de la crisis económica mundial de 1929-1933. En Italia, hay más de dos millones de parados totales y un número todavía mayor de parados parciales. En Alemania Occidental hay cerca de tres millones de parados totales y parciales, mientras que en Japón, la cifra alcanza casi 10 millones. En Estados Unidos, hay más de tres millones de parados totales y 10 millones de parados parciales. El paro forzoso está creciendo en Inglaterra, donde el número de parados totales es mayor a medio millón de personas. En un país tan pequeño como Bélgica hay más de 300,000 parados totales. 

El deterioro creciente de la situación material de amplias capas de la población, debido a la carrera armamentista, está provocando el descontento creciente de las masas y la intensificación de sus luchas contra el descenso del nivel de vida y contra toda la política de preparación de una nueva guerra. Se están agudizando las contradicciones de clase entre la burguesía imperialista, de una parte, y la clase obrera y todo el pueblo trabajador, de otra parte. La ola de huelgas se está expandiendo más y más por todo el mundo capitalista. 

La situación del sistema capitalista mundial se pone cada vez más difícil en estos momentos, debido a que, como resultado de la guerra y el nuevo auge de la lucha de liberación nacional en los países coloniales y dependientes, el sistema colonial de imperialismo se está desintegrando. 

Un resultado directo de la derrota de la Alemania fascista y del Japón imperialista ha sido la ruptura del frente imperialista en China, Corea y Vietnam, donde en lugar de las semicolonias y colonias han surgido repúblicas populares. La victoria del pueblo chino ha revolucionado aún más el Oriente y ha estimulado la lucha por la liberación de los pueblos oprimidos por el imperialismo. 

En el periodo de postguerra, las contradicciones entre las potencias colonialistas y las colonias se han exacerbado aún más. Inglaterra, Francia, Bélgica y otras potencias colonialistas tratan de compensar, mediante la intensificación de la explotación de sus colonias, las cargas que les imponen la militarización de la economía y la expansión de los Estados Unidos. Al mismo tiempo, los imperialistas norteamericanos están penetrando en las colonias y esferas de influencia de estas potencias colonialistas, conquistando posiciones e intensificando la explotación de los pueblos de los países coloniales y dependientes. En el curso de esta lucha, los invasores norteamericanos instigan complots contra sus “aliados” ingleses y franceses, agravando aún más la crisis del sistema colonial del imperialismo. El territorio de muchos países coloniales y dependientes (Egipto, Irán, Siria, Marruecos, Túnez y otros) está siendo utilizado para establecer bases militares, mientras que a sus pueblos se les está reservando el papel de “carne de cañón” en una futura guerra. 

Como resultado de la prolongada opresión imperialista y la existencia de remanentes feudales, la economía de los países coloniales y dependientes, particularmente la agricultura, se encuentra en estado de decadencia. En la India, Indonesia, Irán y en África, decenas de millones personas viven en condiciones de hambre permanente y un gran número de personas ha muerto de inanición. La explotación rapaz de los países coloniales y dependientes por las potencias imperialistas está retrasando el desarrollo de las fuerzas productivas de esos países, mientras que la capacidad adquisitiva de la población se encuentra en un nivel extremadamente bajo y los mercados de venta para la producción industrial se están contrayendo. Todo esto constituye un pesado lastre que está haciendo descender la economía del mundo capitalista y está agravando las contradicciones internas del sistema capitalista mundial en su conjunto. 

Los pueblos de los países coloniales y dependientes están oponiendo una resistencia cada vez más enérgica a los esclavizadores imperialistas. Testimonio de la magnitud del movimiento de liberación nacional es la lucha de los pueblos de Vietnam, Birmania, Malasia, Filipinas e Indonesia, y el incremento de la resistencia nacional en la India, Irán, Egipto y otros países.
 
Fuente: G. Malenkov, Report to the Nineteenth Party Congress On the Work of the Central Committee of the CPSU(b), Foreign Languages Publishing House, Moscow, 1952.
 
Traducido por "Crítica Marxista-Leninista".