Sunday, June 25, 2006

Por qué los dominicanos necesitamos un partido anti-capitalista y revolucionario como el Torrente Patriotico

El siglo XX ha tocado su fin con una gran demostración de rechazo al capitalismo. Miles de personas se opusieron, en Seattle, al poder de unos pocos gobiernos y multinacionales. Durante días los manifestantes bloquearon los intereses económicos de los más ricos en este planeta. Mostraron el potencial que existe, no sólo para frenar las intenciones de los dirigentes de este sistema, sino para acabar con el poder que representan.A la vez que en EE.UU. se vivían los disturbios más importantes desde las protestas contra la guerra en Vietnam, Europa se ha estremecido con horror y rabia ante la creación de un gobierno en Austria con ministros de un partido nazi.Se ha puesto en evidencia, más que nunca, que todas las promesas que hicieron los líderes de las grandes potencias occidentales al caer el muro de Berlín se han esfumado. El “Nuevo Orden Mundial” se ha convertido en la pesadilla de millones de personas. Durante la última década Europa ha visto desde movilizaciones de masas, principalmente en Francia y Alemania, contra los planes de austeridad que impone la creación de la Unión Europea, hasta diversas guerras en los Balcanes. En el Sudeste Asiático una gran convulsión económica y social desembocó en la revolución indonesa, que provocó la caída del dictador Suharto y la apertura de un proceso de autodeterminación para Timor Oriental. En EE.UU., las huelgas victoriosas de UPS y General Motors devolvieron la confianza a los trabajadores que hicieron piña, con estudiantes y ecologistas, en las protestas contra la Organización Mundial del Comercio en Seattle. América Latina, por su parte, ha visto resurgir un movimiento masivo de trabajadores y campesinos contra las penurias que la economía de mercado les inflige.Desde Seattle a Berlín, la ola de revueltas y luchas en la defensa y mejora de las condiciones de vida para la mayoría, es un hecho. Ningún continente se ha salvado de este ambiente, cada vez más polarizado, de crítica al sistema económico imperante.También aquíEn el Estado español el gobierno, de derechas, del Partido Popular ha tratado de parecer de centro mientras privatizaba todo lo privatizable haciendo millonarios a sus amigos, dando cobertura a los diversos intentos de Pinochet de eludir la justicia y con su política policial para “resolver” el “problema vasco” sólo ha conseguido romper las esperanzas de una solución dialogada entre el gobierno y el pueblo vasco.Desgraciadamente para Aznar, miles de personas se han movilizado contra la política del gobierno. Desde los funcionarios de todo el estado, que a mediados de octubre del 96 salieron a la calle contra la congelación salarial, hasta los astilleros de Gijón que hoy se encuentran movilizándose en defensa de sus puestos de trabajo. Los trabajadores, por lo tanto, han luchado para defender sus puestos de trabajo y sus condiciones. Más aún, han llevado a debate la consecución de las 35 horas de trabajo a la semana, por ley.Por otra parte, los estudiantes han respondido también, en mayor o menor medida, a la privatización de la enseñanza pública. Para muchos de ellos, los años en el instituto o la universidad habrán sido de mucha experiencia para aprender a resistir los ataques del gobierno. A su vez, decenas de miles de personas han participado en campañas para protestar por las guerras que se han sucedido, ya sea en los Balcanes o en Chechenia, reuniendo a una parte importante de la sociedad en la defensa de su derecho a vivir en un mundo en paz. Otras muchas, han estado activas en la campaña para la abolición de la Deuda Externa, organizando una consulta social en el ámbito de todo el Estado español. Miles de personas más han reaccionado contra los ataques racistas en El Ejido y en otros pueblos y ciudades del Estado español. Se han involucrado en las manifestaciones contra el racismo y el auge de la extrema derecha en Europa.Para los que son parte de la izquierda y continúan defendiendo que nadie se mueve, cada día que pasa se les hace más complicado el explicar lo que realmente está sucediendo en todo el mundo.En todas las luchas que se han dado o se están dando, una de las cuestiones que siempre aparece es la necesidad de estar organizados. De poder ofrecer una respuesta generalizada y lo más amplia posible, ya sea contra el gobierno de turno o contra tal o cual empresa. Pero, ligadas a la conclusión de la necesidad de organizarse, surgen dudas sobre la eficacia de los partidos tradicionales de la izquierda, que sólo se mueven, fundamentalmente, cada cuatro años, cuando hay elecciones.De hecho, está contradicción tiene como solución, la creación de una organización basada en las luchas cotidianas, en el activismo de sus afiliados y en una política clara y honesta en cuanto a la necesidad de acabar con el capitalismo.Este folleto explica los diferentes tipos de partidos de izquierda que existen, la relación que hay entre el partido revolucionario y la clase trabajadora y el porqué es más urgente que nunca la construcción de esta alternativa revolucionaria.El sujeto revolucionarioLa clase trabajadora es, según la concepción marxista, la única clase capaz de llevar a cabo una revolución socialista. Y lo es, fundamentalmente, por la posición en la que se encuentra dentro del proceso productivo del capitalismo. La clase trabajadora es la que crea esencialmente toda la riqueza de esta sociedad y, por lo tanto, la única que tiene, potencialmente, la capacidad de cambiar la sociedad desde la misma base de ésta. Como dijo la revolucionaria alemana Rosa Luxemburg: “Allí donde se forjan las cadenas del capitalismo, es donde se puede romperlas”.Sin embargo, la mayoría de los trabajadores no se ven a sí mismos como revolucionarios, ni la propia clase trabajadora en su conjunto se toma a sí misma como una clase revolucionaria.Si los trabajadores fueran conscientes de su poder potencial, el trabajo de los revolucionarios sería extremadamente fácil. Pero, puesto que las ideas dominantes en la sociedad son las ideas de la clase que domina la sociedad, los trabajadores poseen todo tipo de ideas diferentes sobre cómo funciona el mundo.Algunos trabajadores, normalmente una pequeña minoría, acepta todos los valores de la clase capitalista que los gobierna. Creen que hay unos que han nacido para mandar y otros, la mayoría de la sociedad, para ser mandados. Aceptan todas las divisiones que son endémicas a la sociedad capitalista, o sea, divisiones de sexo, raza o nación, por mencionar, tan sólo, algunas.Otros trabajadores, normalmente también una pequeña minoría, rechazan frontalmente la concepción que, del mundo, dan los medios de comunicación, el sistema educativo o cualquier otra de las muchas instituciones de la sociedad. En cambio, desarrollan una concepción del mundo que desafía a las ideas dominantes presentando una visión alternativa a este sistema. A diferencia de estos dos grupos de trabajadores mencionados, la gran mayoría de los trabajadores no tienen, durante la mayor parte del tiempo, una concepción global y definida del funcionamiento de la sociedad. Rechazan algunas de las ideas de la clase dominante, mientras aceptan otras. Aceptan la organización básica de la sociedad tal y como es, pero, a la vez, quieren aliviar sus peores efectos.Esta mezcla de ideas significa que, a pesar de que la clase trabajadora es potencialmente una clase revolucionaria, hay un gran trecho entre el potencial y la realidad.La posición que ocupan los trabajadores en la sociedad capitalista, una clase explotada, con poco control sobre sus vidas y divorciada de la riqueza que produce, les lleva a pensar que poco pueden hacer ellos para cambiar este actual estado de las cosas.Por supuesto, siempre existe la posibilidad real de que los trabajadores se organicen en sindicatos y partidos políticos de izquierdas. Pero a pesar de este hecho, la fuerza de la organización y de la acción colectiva de la clase trabajadora en su conjunto, no es siempre tan aparente o tan fácil de reconocer para la mayoría de los trabajadores.¿Cómo pueden los revolucionarios superar esta situación? ¿Cómo pueden pasar los trabajadores de la pasividad que supone la esperanza en un cambio mediante el voto cada cuatro años, a ser partícipes activos de su propia emancipación?¿Cómo se conciencian los trabajadores de las posibilidades de cambiar las cosas, hasta llegar a ser conscientes de sus intereses como clase social?La historia muestra, una vez tras otra, que los trabajadores se han levantado espontáneamente y, en el proceso de llevar a cabo una revolución, se han convertido en una clase consciente de su peso y de su poder dentro del capitalismo.La historia también muestra que los trabajadores necesitan una teoría coherente y una organización apropiada para poder pasar de un simple levantamiento, a poder ser capaces de hacer funcionar una sociedad de los trabajadores, sin explotación y con una producción basada en cubrir las necesidades de la gente.La tarea de un partido revolucionario es proveer de esta teoría y de esta organización.Diferentes tipos de partidosUn partido revolucionario es un tipo particular de organización de los trabajadores. Difiere substancialmente de otros tipos de organizaciones de los trabajadores.La primera diferencia es, por supuesto, que el partido revolucionario defiende abiertamente el derrocamiento del capitalismo.Otra diferencia es que reconoce que las ideas que tienen los trabajadores, o sea, su nivel de conciencia, son desiguales y se organiza acorde con esta realidad.Una partido revolucionario se basa en la minoría activa, dentro de la clase trabajadora, que lucha contra el sistema. Esto es crucial, porque durante la mayor parte del tiempo sólo una minoría de los trabajadores está involucrada en la lucha.El tamaño de esta minoría puede variar considerablemente, desde cientos de miles o millones, en una huelga general a un pequeño número en una sola empresa. Pero sólo si los revolucionarios se organizan y trabajan, codo con codo con los trabajadores que están luchando, pueden darse cuenta de que sus esfuerzos no son en vano. Alguna gente, incluyendo a miembros del PSOE y de IU, encuentra este tipo de partido incomprensible. Se preguntan ¿Por qué no ser un gran partido que pueda reunir a todos los trabajadores?Un vistazo al PSOE enseña por qué no funciona un partido de este tipo. El PSOE representa a todos los trabajadores basándose en las ideas que éstos tienen actualmente. Pero la conciencia de la clase trabajadora bajo el capitalismo es desigual, así que representar a la clase trabajadora en su conjunto significa representar tanto a aquellos que aceptan las ideas de la clase dirigente, como a aquellos que las rechazan. Ésta es la razón por la que el PSOE ha anunciado su propuesta política en el 2000 como una apuesta por las ideas de centro-izquierda, lo que incluye a racistas, sexistas, a la vez que también incluye a gente que lucha contra el racismo y el sexismo.Así que, por lo tanto, este tipo de partidos tanto representan la lucha y la actividad de los trabajadores, como su propia pasividad.Este hecho hace del PSOE, y en una medida mucho más pequeña de IU, una organización de masas, pero en la práctica escasamente efectiva, incapaz de luchar y conseguir lo que muchos de sus miembros quieren.En contraste, un genuino partido revolucionario sólo puede actuar basándose en la actividad de sus miembros, que siempre tratan de promover cualquier lucha que se dé. Por supuesto, esta organización necesita teoría, extraer las lecciones de las experiencias de luchas pasadas, para proveernos de una guía para la acción futura.También necesita tener raíces en una parte de la clase trabajadora, necesita tener a los mejores activistas de la clase trabajadora.Los revolucionarios tienen que luchar por sus ideas, en el interior de la clase trabajadora, a través de la actividad. Tienen que desafiar al sistema existente día tras día, mediante huelgas, protestas y en la batalla ideológica.Un genuino partido revolucionario tiene que poseer la capacidad de actuar conjuntamente para conseguir el mayor efecto en los lugares de trabajo, universidades, institutos o en una manifestación. Debe convertirse en “la memoria de la clase trabajadora”, o sea, el lugar donde la historia es debatida y las lecciones de la lucha aprendidas.La experiencia de la revoluciónDurante todo el siglo XX los trabajadores se han levantado, una vez tras otra, desafiando al sistema en su totalidad.Entre 1917 y 1923 millones de trabajadores en Rusia, Alemania, Hungría e Italia tomaron el control de sus vidas al tomar el control de los medios de producción, que son los que hacen funcionar la sociedad. Organizaron consejos de trabajadores, ocuparon las fábricas y aplastaron al viejo orden.A finales de los años veinte los trabajadores chinos se sublevaron contra los señores de la guerra, exponentes de los restos del feudalismo, poniendo así en peligro al capitalismo existente en las grandes ciudades. La revolución española de 1936 a 1939 estalló cuando los trabajadores y los campesinos lucharon contra el alzamiento fascista de Franco y decidieron, especialmente en Catalunya y Aragón, tomar el control de la sociedad para hacerla funcionar en su beneficio.Después de la II Guerra Mundial los trabajadores de Italia y Grecia convirtieron la lucha contra la ocupación nazi, en una lucha por la igualdad.Las décadas siguientes han visto, aún más, momentos revolucionarios. Ha habido luchas de movimientos de liberación nacional en diferentes colonias como Vietnam, luchas contra los regímenes estalinistas como en el caso de Hungría, protestas masivas como el Mayo del 68 y revoluciones como la portuguesa en 1974-75.Más recientemente ha habido las experiencias del poder de los trabajadores en acción en países tan diversos como Polonia e Irán y las revueltas que acabaron con el muro de Berlín y las dictaduras “comunistas” en Europa del Este.Los últimos casos antes de acabar el siglo XX han sido las revueltas populares en Albania e Indonesia.Pero lo cierto es que de todos estos casos, la única ocasión en la que los trabajadores han triunfado en la toma del poder, ha sido en la revolución rusa de octubre de 1917.Esta diferencia crucial, respecto a todas las demás luchas, no dependió de una particularidad histórica o de circunstancias nacionales, sino más bien de la habilidad de un partido revolucionario en Rusia, el Partido Bolchevique, que supo guiar a la clase trabajadora hasta la toma del poder.A principios de 1917, los bolcheviques eran una pequeña minoría dentro de la clase trabajadora. Tomando a la población en su conjunto, que era mayoritariamente campesina, los bolcheviques representaban un pequeñísimo porcentage. Cuando los trabajadores de Petrogrado se levantaron, en la revolución de febrero de 1917, sus acciones tomaron por sorpresa a los bolcheviques. Además, al principio, la revolución no condujo directamente al poder de los trabajadores, sino a unas muy limitadas promesas por parte del gobierno burgués: el fin de la autocracia zarista, una democracia burguesa y el fin de la sangrienta guerra en Europa.La crisis social se agravó al no cumplirse las pretensiones que los trabajadores y los campesinos tenían. El nuevo gobierno era débil y vacilante y la nueva forma de poder, los soviets o consejos de trabajadores, rápidamente se expandió.Al principio los bolcheviques estuvieron aislados en los soviets, pero fueron ganando apoyo masivo, ya que sus ideas y su actividad se adecuaban a las necesidades de la mayoría de los trabajadores.Los bolcheviques entendieron que la única manera para progresar era aplastando la vieja máquina estatal, que estaba defendida por el ejército que defendía la propiedad privada de los ricos. Se estableció un nuevo estado basado en el poder de los trabajadores.Los bolcheviques se transformaron, desde el pequeño partido que formaban unos años antes hasta llegar a ser un partido de masas, gracias a su buen entendimiento de la situación política y a las raíces que tenían, cada vez más, dentro la clase trabajadora.El triunfo de los bolcheviques fue posible por su habilidad a la hora de examinar la situación, debatir intensamente sobre ella y llegar a una conclusión unificada que fuera posible llevar a la práctica.Los bolcheviques fueron capaces de debatir con los trabajadores la necesidad de acabar con la vieja maquinaria estatal para establecer el primer estado obrero.Una parte importante del éxito de los bolcheviques se basó en su estructura y en su disciplina organizativa. La organización se adaptó a la existencia de los soviets y a la necesidad de aplastar al viejo estado.Este hecho contrastaba con los viejos partidos “socialistas” que les precedieron. Su intención siempre fue tomar las instituciones existentes, sin alterar la relación fundamental de poder dentro del capitalismo. En otras palabras, los viejos partidos “socialistas” pensaban que podían ser ellos, y no la clase trabajadora por sí misma, quien echase a la clase capitalista.Aparte de la Rusia de 1917, hubo otras situaciones revolucionarias en todo el mundo.En todas las situaciones revolucionarias, los revolucionarios empiezan siendo una pequeña minoría. Pero si el proceso revolucionario continúa y la sociedad se polariza, sus ideas atraen a más y más gente.La cuestión de reformar o derribar al sistema existente aparece muy rápidamente. Algunos trabajadores quizás quieren ahora una revolución, pero en ausencia de ésta, miran a los viejos líderes reformistas para satisfacer sus demandas.Es por esta razón que la existencia de un partido revolucionario, antes de que haya un auge en las luchas, no puede ser subestimada. Este partido debe poseer un cuerpo ideológico y la afiliación de miles de personas, o más si es posible, que hayan estado durante años debatiendo estrategias y tácticas que ayuden tanto a la actividad del día a día, como a las acciones en un momento revolucionario.Por supuesto, todo esto no salva a esta organización de cometer errores durante el transcurso de la revolución. Pero sí significa ir mejor equipado para poder superar las complicadas situaciones políticas. No se puede esperar a un momento de auge en la lucha para, entonces, formar este partido.Ésta es la razón por la que es importante construir un partido revolucionario hoy y ahora. También es la razón por la que la organización Izquierda Revolucionaria toma la teoría del partido que parte de la experiencia de Lenin y de los bolcheviques.Los años de construcción del Partido Bolchevique fueron años de circunstancias cambiantes, a veces, en muy duras condiciones. Este hecho conllevó un importante compromiso y actividad de sus afiliados. El partido se basó en el centralismo democrático, una manera de actuar que convierte las decisiones en efectivas.¿Qué es el centralismo democrático?El término centralismo democrático puede parecer contradictorio. Pero de hecho no tiene nada de contradictorio.El centralismo es la lógica conclusión de un genuino debate. Las cuestiones son debatidas, argumentadas y a veces polemizadas muy fuertemente. Una vez tomada una decisión, todo el mundo, sea cual fuera su posición durante el debate, debe aceptar la decisión votada y actuar en consecuencia.Esta manera de actuar contrasta con la supuesta democracia que existe en la sociedad en la que vivimos.Cada uno de nosotros tiene un voto en las elecciones locales o generales, pero tanto la persona por la que nosotros votamos, como las cosas que nosotros queremos, no tienen demasiado que ver con lo que realmente pasa. La mayoría de las decisiones son tomadas por personas sobre las que no tenemos ningún control. Además, nunca participamos en la mayoría de decisiones que afectan a nuestras vidas del día a día.No tenemos la opción de votar para decidir si una empresa debe o no cerrar y llevar a cientos, si no miles, de familias al paro, si una planta nuclear debe a ser construida o no o si un trayecto de autobuses debe ser cortado o más bien mejorado en calidad.Así que la democracia burguesa no acepta decisiones democráticas.Bajo el capitalismo no hay una auténtica democracia, porque una minoría, los ricos y poderosos, y no la mayoría, decide qué va a suceder con la mayor parte de las cosas importantes.Los partidos como el PSOE, y en una medida mucho menor IU, son a este respecto como un espejo de la sociedad capitalista. Hay debate entre los afiliados, pero es muy poco lo que une a éstos con su dirección. No hay coherencia entre lo que los líderes dicen y hacen.Esto queda claro cuando vemos como los líderes del partido y la mayoría de los diputados del PSOE ignoran las decisiones de sus congresos, con total impunidad. Un ejemplo claro es la posición adoptada ante la entrada o no en la OTAN, ya que tras haberse opuesto abiertamente a la permanencia en la OTAN, el gobierno de Felipe González apostó por ella en 1986.A diferencia del PSOE, IU tiene más vida política en sus filas, además de que muchos de sus militantes se ven como “radicales”, “transformadores” e incluso como “revolucionarios”. Dentro de la coalición hay mucha gente con un historial que se remonta al franquismo. También hoy en día hay gente luchando en los sindicatos y en los movimientos sociales, algo que, en general, no tiene el PSOE. A pesar de todo, esta formación no es un partido revolucionario, ni pretende serlo.LiderazgoUna pieza clave de la teoría marxista sobre el partido revolucionario es el concepto de liderazgo. Ésta, como otras cuestiones, está mal interpretada, consciente o inconscientemente, por algunos que piensan que liderazgo únicamente significa jerarquía y elitismo.Como en otras cuestiones acerca del marxismo, esta concepción es errónea. El liderazgo es necesario precisamente por el desnivel dentro de la clase trabajadora y porque las ideas que imperan en esta sociedad son las ideas de la clase dominante.Lo importante dentro del partido revolucionario es que cada miembro debe verse a sí mismo como un líder, sea en el trabajo, sea en el instituto o sea en su barrio. El liderazgo debe existir a todos los niveles, localmente o en el ámbito estatal, y surge de manera natural del centralismo democrático. Este liderazgo significa que todos los que están construyendo el partido revolucionario luchan por sus ideas y estrategias dentro de la organización y dentro de la clase trabajadora o del movimiento estudiantil. Por lo tanto, el partido revolucionario no consiste en un liderazgo fijo que siempre sabe lo que es mejor.El concepto marxista del liderazgo es muy diferente de la visión elitista que del liderazgo se tiene bajo el capitalismo. Liderazgo significa saber cómo combatir las ideas de la clase dominante que muchos trabajadores aceptan la mayor parte del tiempo. También significa saber cómo actuar para cuestionar el poder de la clase dirigente, ya sea a través de una pequeña huelga, o sea a través de una insurrección.Los miembros del partido revolucionario deben estar mejor preparados que la mayoría, para poder saber liderar las luchas que se dan. Esto no significa que siempre lo hagan, o que siempre estén en lo correcto.Pero a pesar de todo, especialmente en momentos de auge en las luchas, los revolucionarios que apuestan por políticas socialistas año tras año, pueden hacer calar su mensaje en el ambiente de la clase trabajadora.En general, los revolucionarios son parte de cada lucha, si puede ser en primera línea, luchando por el liderazgo para poder llevar esta lucha a una victoria provechosa. Ésta es la única manera en la que las ideas revolucionarias pueden ser probadas en la práctica.El liderazgo dentro de la clase tabajadora va codo con codo con el liderazgo dentro del partido.La gente a veces argumenta que no hay una medida de prevención contra un liderazgo malo, esto lleva a perpetuar un liderazgo que es políticamente equivocado y que se justifica a sí mismo sobre la base de ser "el liderazgo". El ejemplo que más se utiliza para defender este argumento es el de la Rusia de Stalin.Pero de hecho, el partido comunista que dirigía Stalin fue la completa oposición a todo por lo que lucharon Lenin y los bolcheviques. Stalin acabó con el debate democrático, con los genuinos consejos obreros y con la libertad de debatir.Este hecho no fue un resultado inevitable de la estructura del partido bolchevique, sino que fue producto de la dirección y situación material en la que se encontraba Rusia, cuando Stalin tomó el control del país.Los auténticos líderes no son infalibles sino que son capaces de reconocer, admitir y aprender de los errores. Esto sólo puede ser así si se aprende constantemente de la clase trabajadora y si se prueban las teorías y las acciones en la práctica.La habilidad para desarrollar esto da a los revolucionarios el derecho a liderar dentro del partido y dentro de la clase trabajadora. No debe haber jerarquía dentro del partido revolucionario.La gente que tiene el conocimiento, la experiencia y la habilidad de liderar huelgas, protestas y campañas son la sección más consciente de la clase trabajadora y del partido. Ellos han aprendido a relacionarse con la gente que está en lucha y a llevar el combate adelante, precisamente porque han cometido errores anteriormente y porque están constantemente enfrentándose a nuevas situaciones y a nuevos problemas.Cuanto más enraizado está el partido en la clase trabajadora, más influyente es en la lucha real, más errores puede cometer. Pero es importante que el partido sepa aprender de los errores, y no vuelva a cometerlos en el futuro.Es muy fácil permanecer con principios políticos muy puros cuando no se está en ninguna actividad. Es mucho más difícil retener estos principios si estás participando, día tras día, en las luchas que se dan.Ésta es la razón por la que hay que probar constantemente, a través del debate ideológico y del trabajo práctico, que las políticas del partido son fundamentales para conseguir una victoria. Esta teoría y práctica son esenciales para el desarrollo de un partido revolucionario. La experiencia de la actividad, por ejemplo en la campaña contra la librería nazi Europa o la guerra de la OTAN en los Balcanes, muestra que el proceso de discusión basado en el centralismo democrático fue esencial para poder intervenir como organización en estos conflictos.¿Cómo gana influencia el partido revolucionario?Uno de los grandes problemas a los que se enfrentan los partidos revolucionarios es la cuestión de su tamaño e influencia.Los partidos revolucionarios son normalmente pequeños, a pesar de que algunos pueden llegar a algunos miles. Comparados con el PSOE o IU, su militancia es insignificante.No hay una manera fácil de solventar este problema. Si la lucha de clases es de baja intensidad durante años, entonces los partidos que se basan en los principios revolucionarios y en la propia actividad de la clase trabajadora, serán pequeños. Pero empieza a ser más problemático si las luchas empiezan a crecer.¿Cómo crece la organización revolucionaria?Primero, las ideas suelen cambiar en la lucha. Diferentes actividades como huelgas, ocupaciones estudiantiles, campañas como la de la deuda externa o la lucha contra el racismo, llevan a un buen número de gente a ver el mundo de una manera diferente. Su actividad colectiva les hace abrirse a las ideas de solidaridad y, en cierta manera, a las ideas del socialismo.Ésta es la razón por la que el crecimiento de los partidos revolucionarios coincide con los niveles más altos en las luchas o en períodos de radicalización social.En estos períodos no crece simplemente el número de militantes, sino que también hay un crecimiento cualitativo, en las personas que llegan a la misma conclusión, acerca de la necesidad de romper con las viejas maneras de organización política, y que se comprometen con un cambio revolucionario.Las posibilidades de crecer en esos años, hacen depender la construcción del partido de situaciones políticas muy particulares. No es suficiente para los revolucionarios esperar a que las condiciones políticas sean favorables o a que los trabajadores se les unan.El partido revolucionario debe probar de extender su militancia y su influencia también en períodos de bajo nivel de luchas. Esto se hace participando en las pocas luchas que se den y debatiendo con aquellos que, a pesar de no estar en un ambiente de radicalización social, ya han empezado a cuestionar el sistema.En los períodos de alto nivel en la lucha de clases, la mayoría de los trabajadores, que han seguido hasta ese momento a los partidos y líderes reformistas, pueden ser ganados a una política revolucionaria.Pero esto sólo puede ser así probando en la práctica que las ideas y las tácticas propuestas por los revolucionarios son básicamente correctas. Así que, además de un compromiso en la construcción de un partido revolucionario, tiene que haber un compromiso de trabajar, donde sea posible, en un frente único con el máximo número de trabajadores.Esto significa organizarse alrededor de una cuestión específica, ya sea la campaña para la consecución de las 35 horas por ley o la defensa de la enseñanza pública. Usando el frente único, los revolucionarios pueden trabajar con todos aquellos que están en organizaciones no revolucionarias acerca de cuestiones específicas, manteniendo sus principios y claridad política. Durante el proceso, y dado que los revolucionarios tienen más ideas sobre cómo luchar, que los líderes reformistas, los revolucionarios pueden ganar un número significativo de trabajadores hacia sus políticas y su partido.Manteniendo la tradiciónTodos los aspectos de la sociedad que llevaron a Lenin a construir un partido revolucionario (los bolcheviques) siguen presentes hoy.El sistema explotador bajo el que vivimos está defendido por una máquina estatal que trata de mantener seguro el dominio de los capitalistas.Sólo puede ser confrontado por una organización centralizada, basada no en la lucha parlamentaria, que nunca se posicionará para cambiar la maquinaria estatal, sino en las luchas que se dan diariamente, que son la base para la creación de los consejos de trabajadores. Estos pueden ser el centro de una alternativa revolucionaria, o sea del control de la producción por parte de los trabajadores.La necesidad de confrontar y aplastar al estado capitalista debe ser suficiente para construir un partido revolucionario.Todos aquellos que se posicionan en contra de construir este tipo de partido porque piensan que el Estado es neutral, así que puede ser utilizado para los intereses de los trabajadores, están faltando a la verdad.Todas las experiencias de la historia muestran el peligro de esta manera de ver las cosas, como las pacíficas reformas se convierten a corto plazo en violentas contrarrevoluciones.La lección de Salvador Allende en Chile debe ser recordada en cualquier consciencia de izquierdas. En 1973 el ejército, apoyado por los EE.UU., dio un golpe de estado al gobierno democrático del Partido Socialista, acabando con la vida de miles de activistas obreros y estudiantiles.Una vez tras otra Allende y el partido socialista fue avisado de las preparaciones del golpe de estado, pero hasta que los tanques no dispararon contra el palacio de la moneda, los dirigentes del partido socialista mantuvieron que el ejército era leal a la constitución y que no acabaría con la más vieja democracia de América Latina.La construcción del partidoUn partido revolucionario no sólo es vital en un momento de intensa lucha de clases, sino que es crucial para que los revolucionarios puedan tener un mayor impacto en las luchas, aunque éstas sean pocas.Primero, porque mantiene la conexión entre los revolucionarios y el movimiento obrero. Segundo, porque auna a los revolucionarios, en sindicatos, campañas, lugares de trabajo, para debatir una estrategia o una táctica que llevar a cabo. Hace que los revolucionarios puedan operar más efectivamente.También porque prueba de romper con la ficticia división entre política y economía dentro de la sociedad capitalista. La idea de que la lucha política está separada de la económica no sólo es equivocada, sino que ayuda a dividir a los trabajadores y a distanciar a los más débiles.La lucha de clases continúa siendo la clave para obtener una sociedad socialista, o sea, sin explotación ni opresión de ningún tipo. La lucha puede aparecer esté o no el partido revolucionario, pero la intervención consciente de este tipo de partido marca una gran diferencia.Un partido con raíces en la clase trabajadora es la clave para conseguir una victoria de la clase trabajadora sobre los jefes.Izquierda Revolucionaria está lejos aún de ser este partido revolucionario, pero desde aquí animamos a todos aquellos que ven la necesidad de organizarse y resistir al capitalismo, a formar parte de la creación de un genuino partido revolucionario que marque una diferencia importante tanto en las luchas futuras, como dentro de la izquierda del Estado español.

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