Tras destaparse en Inglaterra los asesinatos de aproximadamente 1000 personas en un hospital público de gestión privada, el primer ministro Cameron, según sus propias palabras, pide perdón por tan espantosa negligencia.
De acuerdo con la RAE, negligencia se define como descuido. Me pregunto pues dónde está el descuido. ¿Acaso no buscaban la eficacia económica? Bien, pues justamente eso fue lo que hicieron los gestores del hospital. Es verdad que se puede hacer de otra forma, negando el acceso a la sanidad utilizando como criba el dinero, es decir, quien no tenga perras en bolso se muere, ni siquiera llega a ser atendido. Pero como eso no encaja en un sistema público la criba es algo más sutil, se hace internamente. En este caso, el celo de los gestores les llevó a repuntar en las estadísticas, lo cual llamó la atención de las autoridades sanitarias, pero si en lugar de unos 1000 asesinatos hubieran cometido 100, 200, nadie se habría alarmado.
Cualquier persona de bien podría llegar a pensar que unos miles de cadáveres lograrían la eliminación inmediata de ese tipo de gestión privada. Es cierto, un par de ejecutivos de la fundación que gestiona el hospital dimitieron y Cameron promete crear un cuerpo de inspectores, es decir, burocracia. Pero nada más. No se plantean devolver el sistema de salud inglés a su forma de gestión anterior, que era pública y una de las mejores del mundo, una gestión que no podía cometer negligencias de ese tipo puesto que no estaba guiada más que por criterios médicos, los únicos razonables en un hospital.
Claro que razón y capitalismo no tienen nada que ver. El capitalismo solo entiende de capital, ese es su criterio, y pretenden imponerlo en todos los aspectos de la vida. No hay ninguna negligencia, no es un descuido, estamos ante un objetivo político de la burguesía.
Por desgracia sus negocios los pagamos nosotros, y muy caro, no pocas veces con nuestras vidas. El capitalismo es el crimen organizado y protegido por las armas. Tanto es así, que sus maravillosos principios no los aplican a los suyos, tienen la deferencia de reservarlos para nosotros. Por eso distinguir, tal y como hacen algunos liberales de pacotilla, entre un capitalismo de amiguetes, como por ejemplo el español, y otro en el que reina una verdadera libertad de mercado, por ejemplo el yanqui, es en el mejor de los casos mera propaganda, y en el peor una soberana estupidez.
El capitalismo funciona muy bien para los que lo gobiernan. Para el proletariado funciona fatal. Los hijos de cualquier burgués no tendrán que enfrentarse al hambre, ni al desempleo, ni a la guerra, ni a los desahucios, ni a la falta de oportunidades para educarse o curarse, ellos no tienen que competir para conseguir un empleo, de estas y otras calamidades solo sabemos nosotros.
No queremos sus cínicas disculpas. Si tan arrepentidos están pueden renunciar a su condición. Cameron podría aprovechar las circunstancias y dar ejemplo. Sabemos que no lo harán, fuera hace mucho frío. Es curioso el empeño de tantas personas en acomplejar a las víctimas cuando se atreven a enfrentar a sus victimarios. Por lo que a mí respecta, prefiero que las negligencias las cometan los nuestros, que sean los burgueses los que tengan a bien aceptar nuestras más sentidas disculpas.
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