Guillermo Moreno
lunes, 01 de diciembre de 2008 http://clavedigital.com/App_Pages/opinion/Firmas.aspx?Id_Articulo=13109&Id_ClassArticulista=307
La delincuencia le está ganando la batalla a las autoridades. Tres circunstancias así lo revelan: ella tiene la iniciativa ante autoridades incapaces de prevenir el delito; sus índices y su distribución en el territorio nacional lejos de disminuir aumentan; las modalidades de crímenes y delitos se amplían y diversifican.
Los sucesos de Paya, Baní, pusieron de relieve que una parte de las autoridades a las que le hemos confiado la seguridad pública están comprometidas con el crimen organizado, siendo ésta una de las razones que explica por que nos encontramos en este callejón sin aparente salida.
Pero además, los sucesos de Paya mostraron las ataduras, limitaciones y compromisos del poder político en la lucha contra el crimen organizado . Recordemos que el senador Wilton Guerrero reveló que previo a los sucesos de Paya en varias oportunidades visitó y puso en conocimiento al Procurador General de la República de las actividades del Narcotráfico en su provincia, y a pesar de su inacción, este alto funcionario fue ratificado en el cargo. También se hicieron más que evidentes los vínculos de miembros de la Marina de Guerra en los sucesos de Paya y sin embargo la estructura de mando de ese cuerpo no ha sido tocada. La persecución se limitó a capturar los sindicados como autores materiales que no pasaron de ser mandos medios y bajos sin tocar la estructura de poder que apadrina a los autores materiales y sin que el cargamento de droga haya sido ocupado.
Lo menos que se esperaba, luego de los acontecimientos de Paya, era que el Primer mandatario, dado el involucramiento de autoridades civiles y militares de su gobierno, investigaría, sancionaría y removería a todo quien por comisión o por omisión tuviera vínculos o algún nivel de responsabilidad con estos hechos. Los sucesos de Paya fue la oportunidad perdida por el gobierno para mostrar su vocación y compromiso radical en la lucha contra el crimen organizado. De haber actuado así, el gobierno tuviera hoy autoridad moral para convocar la sociedad en una cruzada contra el crimen y la delincuencia.
Pero una vez más el gobierno fue pusilánime y el primer mandatario esquivó darle el frente al tema y más bien se hizo mofa y detractaron al senador Wilton Guerrero, y la opinión pública entendió el mensaje.
Luce que la lucha contra el crimen organizado es coméstica y en aquellos casos que trascienden se cubren las apariencias o se actúa para detener situaciones que se hicieron más que evidentes. Todo esto pone de manifiesto que desde el Poder Ejecutivo se carece de la voluntad y la determinación para llevar hasta sus últimas consecuencias la lucha contra el crimen organizado y llegar hasta la raíz del mal.
Estamos ante un gobierno acorralado por el narcotráfico, que carece de una respuesta eficaz y creíble que devuelva a la ciudadanía la seguridad perdida. Hay que entender que sin derrotar el narcotráfico dentro de nuestra frontera, tampoco es posible detener y disminuir el nivel que ha alcanzado la delincuencia común.
La razón es muy simple: con los niveles de inequidad social y de pobreza que abunda en nuestras comunidades y barrios, y ante la ausencia y falta de compromiso del Estado en crear oportunidades que posibiliten una vida en dignidad, al narcotráfico le es muy fácil atraer a muchos de nuestros jóvenes y adultos al consumo o a la distribución de drogas. El narcotráfico, siendo por sí mismo un crimen, se convierte por esa vía en fuente y causa de la comisión de muchos otros crímenes cometidos para sostener su consumo o para garantizar su distribución.
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