Estamos ante un fenómeno habitual de nuestro tiempo. Parece como si fuera un ingrediente casi constante del hombre de la gran ciudad, del ejecutivo o de aquellas personas sometidas a un trabajo intenso y con muy poco tiempo libre. Por Enrique Rojas El cansancio se define corno una sensación de agotamiento posterior a un esfuerzo de cierta envergadura. Hay muchos tipos de cansancio. Se puede estar cansado de trabajar, de estudiar, de ordenar papeles personales, de su marido o mujer, de la política... Ahí la referencia tiene un punto de inflexión concreto: unos hechos o unas personas provocan este estado de abatimiento. Ahora bien, cuando alguien dice que está cansado de la vida, todo se vuelve inconcreto, abstracto, ámplio, difuso, desdibujado, sin una referencia clara y precisa. Cuando llega el cansancio, es necesario hacer un alto, interrumpir la tarea entre manos y reponer fuerzas para sumergirse más tarde en ese trabajo con nuevos bríos. Si el cansancio es de un día, de una semana o de una temporada más larga, hay que planificar esos días de respiro y llenarlos de calma, sosiego y reposo. Cada tipo de agotamiento sugiere una forma de descanso. En él deben mezclarse la inactividad, el cambio de ocupación, la pausa en la vida diaria. La fatiga experimentada en el cansancio de la vida no hace referencia a nada concreto. Su alusión es vaga e imprecisa, ya que se refiere a la vida como totalidad, algo demasiado amplio. El análisis de este estado de ánimo obliga a tres cosas: buscar su porqué (etiología), describir lo que el sujeto experimenta por dentro (vivencía) y diseñar una fórmula para salir de ella (terapeútica). MI VIDA Pero, de entrada, hay que acotar el tema de la vida para situarnos en unas coordenadas adecuadas. ¿Qué es la vida? Ortega decía en Historia como sistema que «es la realidad radical», en el sentido de que a ella han de referirse todas las demás cosas, siendo corno un eje clave desde donde todo tiene sentido y unidad. Julián Marías, en Antropología metafísica, dice que «el sentido primario de la vida no es biológico, sino biográfico o mejor aún, trayectoria biográfica». Ferrater Mora enfoca el problema de otro modo al decirnos que nuestro anfitrión es la realidad, el mundo que está fuera de cada uno y nos envuelve. En los últimos años se ha hablado mucho en la filosofía occidental de la vida humana o, simplemente, de la vida. Está constituida por una malla tupida y compleja de ingredientes de toda clase con las que el hombre tiene que vérselas. De ahí que sea más correcto, en una primera aproximación, hablar de mi vida como lo más primordial que tiene que hacer el hombre. "Mi vida" es lo que yo soy, lo que hago, la situación en la que me encuentro y el perímetro humano y cultural que me rodea. Si la filosofia es algo, lo que tiene que hacer es iluminar la vida de cada uno para orientarla lo mejor posible. Toda filosofia es meditación de la vida. Para resumir mejor esta cuestión, podemos decir que "mi vida" tiene dos vectores esenciales: personalidad y proyecto. La base sobre la que descansan ambos es biológica: la realidad corporal. A través de "mi vida" voy troquelando la personalidad y sacando hacia adelante el proyecto concreto. Por eso decimos, en frase acertada, hago mi vida. Nunca mejor dicho. Estoy ocupado haciendo "mi vida", intentando sacar de ella el mejor partido. Esa operación hacia el futuro debe tener una unidad interna, estar constituida por una estructura de carácter global, presidida por la coherencia de sus distintos elementos. Pero volvamos a nuestro primer punto, la etiología. Aquí nos encontramos con causas que se explican –fenómenos preferentemente fisicos- y motivos que se comprenden -sobre todo fenómenos psicológicos-. Entre ambos se teje un conjunto de factores desparramados aquí y allá que terminan sumándose y dan como resultado ese peculiar estado de ánimo. El cansancio de la vida no es cualquier cosa sino algo serio. De la vida uno no puede retirarse ni olvidarse, pues ha de vivirla, anticiparla, andar por ella. De ahí la peculiar complejidad de este cansancio. DESILUSION Una de las cosas que produce más cansancio es la lucha permanente con los reveses, sinsabores y fustraciones que toda vida comporta. Para hacer algo grande en la vida hay que dejarse la piel. Y para salir adelante, quemar las naves, Por eso la vida es milicia, como decía Séneca. ¡Qué fácil es derrumbarse, venirse abajo ante las adversidades! Y hablo aquí de contratiempos serios, graves, no de invenciones o de dramatización de dificultades sin importancia. En tales circustancias, es decisivo valorar adecuadamente los hechos negativos y positivos para hacer un balance justo y ecuánime, ni triunfalista ni derrotista. Muchas veces el impacto de los acontecimientos negativos impide ver las cosas buenas que suceden, cayendo así en un error de óptica. En segundo lugar, interesa describir cuál es la vivencia del sujeto cansado de la vida. La sensación anterior es amplia y profunda. En sus alveolos residen una mezcla de sentimientos displacenteros: la desidia, la apatía, el abandono, la impresión de hacer todo siempre con un plus de esfuerzo; de este modo, todo se desliza hada una cierta dejadez. Se tiñe la personalidad de un regusto indolente donde se van alineando la pereza, el desaliento, el pesimismo, el desánimo, la melancolía, el sentirse impotente para la vida. Emerge lentamente una especie de agobio decepcionante combinado con la impresión de estar roto por dentro. En el cansancio de la vida el paisaje interior es la desilusión. Ese hombre se vuelve débil, extenuado, lánguido, aplanado, como algo brumoso envuelto en una tonalidad gris. Todo cubierto de una indiferencia y desmoralización que culmina en un estado de flotación a la deriva. Son momentos en los que la vida corre peligro. El gran lema que planea en el fondo de esta vivencia no es otro que la amenaza del proyecto personal. Crisis psicológica por pérdida de ilusiones en los objetivos propios y, quizá, un error de estrategia que puede estar motivado por distintas causas: estar replelo de actividades sin tiempo para casi nada, luchar permanentemente contracorriente sin pequeñas gratificaciones, haber perdido el sentido de la propia tarea en medio de un ritmo vertiginoso de vida, no saber decir que no ante demandas y exigencias que uno no puede sacar adelante. En una palabra, llevar un tipo de vida con un excesivo y permanente estado de tensión, lo que requiere un esfuerzo que va más allá de las propias fuerzas y que se mueve bordeando el agotamiento, en un equilibrio inestable casi acrobático. De este modo, el proyecto se diluye, se desdibuja, pierde sus contornos. Todo se torna borrascoso. Y uno no entiende lo que pasa porque está siempre abrumado. En consecuencia, no se sabe qué hacer con la vida y uno se siente desfallecido. Esta corriente despiadada y brutal parece que se va a llevar todo por delante. Y ese hombre empieza a no hacer pie, a perder apoyo, a hundirse. La travesía anímica va cambiando y ahora aparece llena de tedio, de saciedad monótona, de vacío terrible y descorazonador, que se vive como empalago de rutina y desinterés; en una palabra, repleto de hastio. Una expresión coloquial refleja la situación: estar quemado. En su seno laten una aglomeración de fracasos no digeridos, de tropiezos sin superar, de contrasentidos rotundos. Se anuncia el derrumbamiento de un hombre: ya no puede más y cae en los brazos de la decepción. ¿Qué hacer? La mejor terapia consiste en dos operaciones complementarias. En primer lugar, replantearse la vida, con toda la experiencia adquirida, para procurar no caer en los mismos errores. Intentar ver la propia vida desde el patio de butacas, con objetividad, cueste lo que cueste. Y en segundo lugar, poner orden, establecer una jerarquía de valores y preferencias, con realismo, conociendo las propias limitaciones, no queriendo tocar "demasiadas teclas" y aprendiendo a decir que no. Y a todo esto hay que sumar dos notas: renovar las ilusiones perdidas, puesto que la felicidad consiste en ilusionarse, esperar, anticipar cosas buenas. Además, aprender a disfrutar de la vida, desconectando de las mil cosas que conlleva la vida de un hombre saturado de ocupaciones. Finalmente, aplicar una voluntad firme para llevar a cabo esos propósitos. Férrea determinación, decisión esforzada, empeño inquebrantable. NUESTRO TIEMPO nº 431 pp.86-89, mayo 1990 +++ Solo Dios basta - "Antes que más diga, diré quien era la fundadora y como el Señor le hizo fundarle. Fue hija de Teresa de Layz, la fundadora del monasterio de la Anunciación de nuestra Señora de Alba de Tormes, de padres nobles, muy hijos de algo y de limpia sangre. Tenían su asiento, por no ser tan ricos como pedía la nobleza de sus padres, en un lugar llamado Tordillos, que es dos leguas de la dicha villa de Alba. Es harta lástima que, por estar las cosas del mundo puestas en tanta vanidad, quieren más pasar la soledad que hay en estos lugares pequeños, de doctrina y otras muchas cosas, que son medios para dar luz a las almas, que caer un punto de los puntos que esto que ellos llaman honra traen consigo. pues habiendo ya tenido cuatro hijas, cuando vino a nacer Teresa de Layz, dio mucha pena a sus padres de ver que también era hija. Cosa cierto mucho para llorar que, sin entender los mortales lo que les está mejor, como los que del todo ignoran los juicios de Dios, no sabiendo los grandes bienes que puede venir de las hijas ni los grandes males de los hijos, no parece que quieren dejar al que todo lo entiende y los cría, sino que se matan por lo que se habían de alegrar. Como gente que tiene dormida la fe, no van adelante con la consideración, ni se acuerdan que es Dios el que así lo ordena, para dejarlo todo en sus manos. Y ya que están tan ciegos que no hagan esto, es gran ignorancia no entender lo poco que les aprovecha estas penas. ¡Oh, válgame Dios! ¡Cuán diferente entenderemos estas ignorancias en el día adonde se entenderá la verdad de todas las cosas, y cuántos padres se verán ir al infierno por haber tenido hijos y cuántas madres, y también se verán en el cielo por medio de sus hijas! Pues, tornando a lo que decía, vienen las cosas a términos, que, como cosa que les importaba poco la vida de la niña, a tercer día de su nacimiento se la dejaron sola y sin acordarse nadie de ella desde la mañana hasta la noche. Una cosa habían hecho bien, que la habían hecho bautizar a un clérigo luego en naciendo. Cuando a la noche vino una mujer que tenía cuenta con ella y supo lo que pasaba, fue corriendo a ver si era muerta, y con ella otras algunas personas que habían ido a visitar a la madre, que fueron testigos de lo que ahora diré. La mujer la tomó llorando en brazos, y le dijo: "¿Cómo, mi hija, vos no sois cristiana?", a manera de que había sido crueldad. Alzó la cabeza la niña y dijo: "Sí soy". Y no habló más hasta la edad que suelen hablar todos. Los que la oyeron quedaron espantados, y su madre la comenzó a querer y regalar desde entonces, y así decía muchas veces que quisiera vivir hasta ver lo que Dios hacía de esta niña. Criábalas muy honestamente enseñándolas todas las cosas de virtud." Santa Teresa de Jesús, Historia de las Fundaciones, XX
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