Thursday, August 8, 2013

¿PRECARIADO O CLASE OBRERA? ¿COMO LA CLASE OBRERA Y LOS PARTIDOS SOCIALISTAS DOMINICANOS PODEMOS ORGANIZARNOS, AGLUTINARNOS TODOS EN UN GRAN FRENTE PATRIOTICO SOCIALISTA Y TUMBAR A LA MAFIA CAPITALISTA DEL PLD? UN INTERESANTE DEBATE


El primer texto publicado por Pablo Iglesias Turrion en Publico.es desencadeno el debate sobre la existencia de clase obrera en pleno siglo XXI y cuales serian las formas de organizacion de los nuevos trabajadores precarios, con formacion universitaria y con experiencias laborales diversas

Durante mucho tiempo, en Europa, la clase obrera representó una enorme masa de población asalariada. Aquella clase obrera, que trabajaba en fábricas y se organizaba en sindicatos y partidos que la representaban como clase, era la identificación del pueblo para los socialistas, los anarquistas y los comunistas. Aquella clase obrera, mayoritariamente masculina, urbana y vestida con mono de trabajo, representaba el sujeto de avance hacia el progreso, era la artífice de la extensión del sufragio y de los derechos sociales y la punta de lanza hacia una sociedad mejor.

Pero como dice Owen Jones en su imprescindible Chavs, un trabajador varón con mono azul y carné sindical pudo ser un símbolo apropiado de la clase trabajadora en el pasado, pero hoy su mejor representante sería una reponedora mal pagada y a tiempo parcial. El trabajo ha cambiado y una de sus consecuencias ha sido el progresivo debilitamiento político y social de las clases obligadas a trabajar para vivir. El grueso de esos obligados a trabajar para vivir sin muchas comodidades, en la más absoluta precariedad o incluso en la pobreza, ya no puede identificarse con un sector específico de los asalariados vinculados a la industria. Sin duda estos últimos siguen existiendo y es conmovedor ver a la izquierda más nostálgica llegar al orgasmo, cuando trabajadores sindicados de los astilleros o de la minería defienden con sus familias los puestos de trabajo y a sus comunidades frente a los antidisturbios. Pero ni los mineros, ni los trabajadores de astilleros, por mucho que les admiremos, son hoy los que mejor representan a los que deben trabajar para vivir. Los que hoy están en la base de la estructura económica son irreductibles a una sola unidad simbólica; son teleoperadores, parados, empleadas del hogar, camareros, enfermeros, trabajadores públicos de los que cobran menos del mil euros, profesores interinos, estudiantes que ponen copas en negro para pagarse la matrícula, chavales que reparten pizzas, cincuentones que jamás volverán a encontrar trabajo, migrantes que trabajan en la agricultura, que se prostituyen, que venden dvd´s o que cuidan ancianos, falsos autónomos, pero también quien monta un bar con unos amigos, o una cooperativa, o una pequeña empresa de servicios informáticos, o la señora de la tienda de fruta, o un agricultor. Esos son los de abajo y sólo la miopía de cierta izquierda puede insistir en agruparles a todos bajo la etiqueta de obreros e invitarles a afiliarse a los sindicatos (ojala pudieran). Muchos de ellos ni siquiera pueden ejercer su derecho a la huelga y, sin embargo, ellos son el pueblo, ellos son los que pagan impuestos (no como los ricos) y los que sacan el país adelante.


Contesto Nega, vocalista de Los chikos del Maiz reivindicando el caracter obrero de los " nuevos trabajadores"
Nega escribió:

Mi bisabuela murió en una cárcel franquista, desnutrida y enferma de tuberculosis, fue torturada salvajemente por la Guardia Civil para que confesara el paradero de dos de sus hijos, fugados dirigentes de la CNT en Valencia. Analfabeta y criada en el campo, no hizo otra cosa durante toda su vida que fregar suelos de señoritos desde los nueve años. Probablemente sufrió alguna vejación o abuso de tipo sexual por parte del señorito, los amigos o hijos del mismo; era lo habitual en la época. Siempre se consideró a sí misma de la clase obrera. 

Mi tía y mi abuela (sus hijas) tampoco hicieron otra cosa que fregar suelos de señoritos desde los nueve años. Como mi abuela era muy bajita para su edad y no llegaba a la pila para poder fregar los platos, el señorito le habilitó un taburete para que alcanzara a fregar los platos con facilidad, qué atento. Siempre se consideraron a sí mismas de la clase obrera. 

Mi madre empezó a trabajar en una fábrica a los trece años, pero con el tiempo y dada la reconversión industrial que el PSOE llevó a cabo en los años ochenta, terminó fregando suelos, escaleras y platos de señoritos. Un poco menos señoritos (sin violaciones y guantazos con la mano abierta) pero igual de explotadores. Familias pequeño-burguesas del centro de la ciudad en las que todos los hijos van a la universidad y la madre, de profesión liberal, carece de tiempo para atender los quehaceres domésticos. Entonces acude a limpiar la madre de la periferia que, por cierto, siempre se consideró a sí misma de la clase obrera.

No es una tradición familiar o una maldición, mi familia por parte de madre no tiene ningún apego especial por fregar los suelos ajenos. El fenómeno tiene una explicación racional y sociológica: se trata de la reproducción social del sistema y sus relaciones de producción y poder. Para que algunos tengan chalet en la playa y un Mercedes de gama alta, otros tienen que fregar suelos y escaleras. O trabajar en fábricas. O reparar instalaciones eléctricas. O hacer prácticas gratis. O servir mesas un sábado por la noche a seis euros la hora. Lo interesante es que las tres generaciones (mi bisabuela, mi abuela y mi madre) siempre se identificaron con la clase obrera sin necesidad de ser hombres y levantar barricadas con un mono azul de trabajo. Tanto mi bisabuela como mi abuela en el prefordismo como mi madre durante el fordismo y el postfordismo, sufrieron una precariedad salvaje, de hecho ninguna de las tres tuvo jamás un contrato de trabajo como empleadas de hogar: sin cotizar, sin paro, sin vacaciones, sin poder ponerse enfermas, etc. Precariedad en estado puro, sea en los años 30, en los 60 o en los 90.


David Garcia Aristegui aporto su vision al debate

David Aristegui escribió:
La cosa está muy mal (una introducción)

El momento en el que escribo este artículo es bastante peculiar en mi vida. No me pagan desde hace meses en mi trabajo, precisamente en un período de mi vida en el que por primera vez desde que acabé la carrera no estoy en un sindicato. Justo cuando más necesitaría una organización especializada en la defensa de los intereses de las y los trabajadores, me encuentro partiendo casi de cero con otros compañeros y compañeras, impulsando asambleas y redes de apoyo mutuo, por desgracia desde fuera de las distintas organizaciones y facciones enfrentadas que revindican ser las herederas de la Confederación Nacional del Trabajo – CNT.

La acuciante falta de dinero y la angustia que provoca el no saber que va a ser de tu vida a corto y medio plazo hace que se observe todo lo relacionado con la política y el 15M bajo un prisma distinto. Después de la Acampada de Sol, de la articulación del movimiento en los barrios y de las distintas Mareas queda la impresión de que el discurso y las formas del 15M no parecen calar en la realidad laboral de este país. Hablamos de una realidad cada vez más y más precaria, con la impensable cifra hace sólo unos años de más de seis millones de personas sin ningún empleo remunerado.

¿Qué nos pasa?

Pero la situación tan grave que vivimos no hace que se busquen formas colectivas de lucha en todo lo relacionado con lo laboral, más bien al contrario. En su capítulo para el libro colectivo ¿Y ahora qué? Impactos y resitencia social frente a la embestida ultraliberal Paloma Monleón nos recordaba que "en los sectores más precarizados, las formas colectivas de negociación han alcanzado su práctica desaparición, sustituidas por procesos individuales de pseudo-pacto entre las dos partes. (...) Estos cambios se reflejan en la conciencia de las personas. (...) Se configura una conciencia de individualidad, opuesta a los referentes colectivos tales como la noción de clase social". Esta nula conciencia colectiva podría explicar la fiebre dentro de la clase media sociológica por las iniciativas de auto-empleo y en emprendizaje, pero no nos vamos a extender más en este punto.

Volviendo a las luchas colectivas, siempre me ha fascinado el que las críticas más ácidas y más duras a los sindicatos suelen provenir de gente que jamás ha estado en uno de ellos y, por tanto, son realizadas desde un desconocimiento total. Recientemente Pablo Iglesias, un académico sin filiación o actividad sindical conocida, elaboraba un listado de empleos y situaciones vitales supuestamente atípicas (de teleoperadores a sin papeles, de falsos autónomos a prostitutas) para llegar a la conclusión que “esos son los de abajo y sólo la miopía de cierta izquierda puede insistir en agruparles a todos bajo la etiqueta de obreros e invitarles a afiliarse a los sindicatos (ojalá pudieran). Muchos de ellos ni siquiera pueden ejercer su derecho a la huelga”.


Jorge Moruno pide resituar al proletariado actual como precariado

Jorge Moruno escribió:
El comunismo no puede ser un régimen jurídico constituido, no es la nostalgia conservadora de la burocracia estalinista, o la caricatura infantil que quieren dibujar los liberales. Tampoco es un partido que interpreta la palabra dada ni un símbolo, ni una preciosa canción, es en cambio, esa parte que cambia y toma partido donde no está ni se le espera. El comunismo es sobre todo una tensión donde la intensidad puede circular pero el voltaje siempre permanece, a veces en suspenso, a veces exaltado. El comunismo es la continua búsqueda por transformar la vida, por modificar el genoma de las relaciones sociales basadas la explotación y la dominación. Es la impugnación de la separación entre quien manda y ejecuta, entre quien piensa y actúa, entre quien decide y acata. La tensión que fuerza al capitalismo a buscar otros métodos de control acordes a su necesidad de mantener la explotación, empujado por la pulsión de una fuerza de trabajo constituyente que muta y lucha por liberarse del trabajo. Es anterior a Marx, pero también va más allá de él, y como agudamente interpretaba Lenin,comienza un nuevo ciclo con los partidos, las clases y los Soviets renovados por el fuego de la lucha, templados, instruidos, reconstruidos por el curso de la lucha.

Su agente de cambio se llama proletariado, pero no confundamos su presencia con el aspecto que éste pueda tomar en una época fechada y anclada en la historia. Proletarii son aquellos tan pobres que tienen como única pertenencia a sus vástagos. Así se definió Auguste Blanqui en 1832 cuando un juez le preguntó por su profesión y domicilio: proletario, la cárcel, respondía. Pero proletarios eran originalmente los romanos que engrosaban con sus hijos las filas del ejército imperial. La relación salarial tampoco es nueva, data de cuando la sal era un objeto de gran importancia y se construían salitreras desde Ostia hasta Roma en el siglo V A.C. En ese trayecto que se llamaba Vía Saliria, los soldados que custodiaban el trayecto recibían parte de su pago en forma de sal, un salarium argentum, agregado de sal. Las palabras son ancestrales y mantienen gran parte de su significado, pero no podemos sentir y emocionar nuestro tiempo pensándolo desde el pasado, aunque resulte fundamental para comprender el presente. No es lo mismo hablar de relación salarial en Roma, en la Edad Media con los servicios laborales, en el pauperismo de siglo XIX, a principios del XX, el keynesianimso de después de la II Guerra Mundial, o en nuestra postmoderna y mezclada actualidad, a pesar de que algunas comparaciones nos resulten más familiares. El espíritu permanece pero todo cambia; al materialismo histórico no se le encierra, no se le encadena ni se le fosiliza, se abre paso cual torrente de río que arrasa con todo.


John Brown aporta una vision posmoderna sobre las clases sociales

John Brown escribió:
Con todo mi respeto hacia Pablo y el Nega, considero que ambos tienen una visión premarxista de las clases y dan prioridad a las clases -concebidas como sujetos- respecto de la lucha de clases que las constituye como tales. Ciertamente, el artículo de Pablo Iglesias Turrión tiende a desdibujar los contornos de la clase obrera actual, prefiriendo expresiones como "los de abajo", mientras que el Nega describe una clase obrera con una identidad claramente definida y con historias individuales y familiares muy características. Ambos de sitúan, a pesar de sus indudables diferencias, en el plano de una fenomenología sociológica de las clases. Sin embargo, desde Marx, esta visión sociológica no se sostiene : la lucha de clases -como afirmaba mi querido maestro Althusser- prima sobre la lucha de clases . Louis Althusser en su Respuesta a John Lewis recordaba la necesidad de superar los dualismos imaginarios : "hay que superar la imagen del campo de rugby, por lo tanto, de dos grupos de clases que llegan a las manos, para considerar lo que hace de ellas clases y clases antagonistas: a saber la lucha de clases . Primacía absoluta de la lucha de clases (Marx, Lenin). No olvidar nunca la lucha de clases (Mao)." Las clases se hacen en su lucha, pero e n ningún modo preexisten a esta. Pensar las clases desde un punto de vista materialista es pensar sus condiciones de existencia, las causas que las determinan a existir y actuar. Las clases son como toda realidad efecto de una causa. La causa que hace que existan clases es la división esencial de la sociedad de clases entre quienes se apropian los medios de producción y la riqueza y quienes se ven expropiados de ellos. Esa división estructural de todas las sociedades de clase se expresa como una lucha, concretamente la lucha de clases. Los sujetos de esta lucha (las clases) no son así origen sino resultado, efecto, como lo es, por cierto, todo sujeto para el materialismo. 

Solo la lucha de clases, por otra parte, produce la variedad de manifestaciones del proletariado y de las clases capitalistas que hoy nos desorienta, esa variedad que hoy resulta irreductible a las formas simples de representación que algunos añoran, pero que no excluye sino que implica la lucha de clases y la consiguiente constitución y composición de las clases en esta misma lucha. Es, por lo demás, la propia lucha de clases la que reconfigura los contornos de las clases y hace que se produzcan ciertos fenómenos de convergencia entre sectores proletarios cuya actividad puede llegar a integrar un fuerte componente intelectual y sectores de la pequeña burguesía empobrecida. En los repartos de pizza y los supermercados, pero también en la industria informática o en los centros de prueba de videojuegos coinciden -como muy bien observa el Nega- estos dos sectores. Lo que está en juego -y, de nuevo, es una cuestión de lucha de clases- es en favor de qué sector se hará la unidad, más allá de la coincidencia de hecho. En otros momentos, una convergencia laboral y local de este tipo podría haber servido para afirmar la universalidad de la "clase media", hoy, en tiempos de rapiña, el mito de la clase media se desvanece y los distintos sectores que integraban esa nebulosa ocupan nuevos lugares. Si en el siglo XIX nos encontrábamos en plena formación de la clase obrera (Thompson hablaba de The Making of the English Working Class -el "hacerse" de la clase obrera inglesa), hoy nos encontramos ante el deshacerse (the Unmaking) de esta y una profunda recomposición del proletariado sobre bases productivas y sociales distintas, pero también ante el desvanecimiento del mito de la "clase media" como clase universal. Hoy, la única "clase universal" es la multitud explotada, el proletariado en sus diversas composiciones.


Desde Mundo Obrero llega una puesta al dia del debate, recuperando las categorias de analisis marxista para intervenir en la realidad de los trabajadores. 
Alfonso Lago escribió:

Cuando debatimos sobre estas cuestiones, debemos tener claro cual será el marco de la discusión. ¿De qué estamos hablando? Si queremos adoptar un enfoque lo más objetivo posible, debemos tratar de analizar los hechos, la realidad tal como se presenta, y tratar de despojarnos al máximo de los prejuicios que cada uno pueda albergar. Asimismo las experiencias personales pueden ser muy valiosas, y no dejan de ser parte de la realidad, pero una parte tan microscópica (hablamos de grupos formados por cientos de miles y millones de personas) que puede hacernos perder de vista el bosque.

El proletariado no es una idea. Es un sujeto social real del que forman parte millones de personas de carne y hueso. Si hablamos de clases sociales hablamos de formaciones sociales construidas históricamente, de grandes grupos de personas, que tienen una posición común en una estructura social históricamente establecida. En el capitalismo las principales clases son los propietarios de los medios de producción en la era de la gran industria y la producción mercantil (los capitalistas), y los trabajadores asalariados, que crean las riquezas y necesitan vender su fuerza de trabajo a los primeros por un salario para vivir. Unos basan sus ingresos en la propiedad del capital, los otros en la venta de su fuerza de trabajo.

Uno de los aspectos de la discusión sería si siguen existiendo estas clases, y como siguen existiendo, cuales han sido las continuidades y cambios en las mismas desde su constitución.


La perdida de poder en las empresas es una de las razones que exige un nuevo sindicalismo. Eldiario.es lo explica en cifras

Angie Gago escribió:
La crisis económica ha sacado a la luz una cuestión clave: el papel de los sindicatos frente a las políticas de austeridad y su poder de oposición a ellas. Ante el nuevo escenario de austeridad y de estrategias gubernamentales liberalizadoras y desreguladoras, tanto del mercado laboral como del Estado de Bienestar, las organizaciones sindicales se ven forzadas, cada vez más, a poner en marcha nuevas estrategias. Los sindicatos tienen que explorar nuevos caminos que les permitan seguir desarrollando un papel relevante en el campo de la defensa de los derechos sociales y económicos de las clases trabajadoras. Al mismo tiempo, tienen que mantener o revitalizar su poder institucional, en la empresa u organizativo, apelando a nuevas bases sociales y a nuevas formas de resolución de conflictos y de intervención responsable en las políticas económicas.

Los sindicatos se encontraban ya con una afiliación disminuida y en una posición defensiva en 2008 cuando la crisis económica estalló en algunos países europeos como España. Varios fenómenos habían contribuido al declive de las organizaciones sindicales en las últimas décadas, como la reestructuración del mercado laboral y la progresiva desregulación de los derechos laborales. Desde la recesión de los años setenta se han producido una serie de cambios en los mercados laborales europeos como el aumento de la temporalidad y de la parcialidad que se han visto acentuados por la actual crisis y a los que hay que añadir otros problemas como el del paro, que afecta significativamente a España.

Además, la fuerza de los sindicatos en las empresas ha disminuido tras las recientes reformas laborales, las cuales han minado la autonomía y la libertad de las organizaciones sindicales y han cambiado los criterios de representatividad de los interlocutores sociales. A esto se le suma la tendencia hacia la descentralización colectiva y la crisis actual en la negociación de los convenios. De hecho, en los últimos cinco años se han reducido casi a la mitad el número de convenios firmados, de 5.987 en 2008 a 3.378 en 2012.


Pablo Iglesias expone unas citas del ultimo libro de David Harvey para resituar el debate. " La gente de izquierda tambien se equivoca"

Pablo Iglesias Turrion escribió:
Viniendo de uno de los pensadores marxistas más pegados a la tradición de “El Capital”, creo que es una excelente aportación para nuestro debate. Abuso de las negritas para destacar los elementos que entiendo más relevantes para la discusión. Al final del texto, incluyo los enlaces de algunos de los textos del debate.

Pablo Iglesias

Fuente:Extracto de “El enigma del capital” de David Harvey, Akal, 2012, pp. 201-202

(...)La primera categoría corresponde a la figura marxista del proletariado, cuyos miembros se esfuerzan por liberarse de sus cadenas constituyéndose como vanguardia de un proyecto socialista o comunista. Los que realmente importaban desde el punto de vista marxista eran los obreros de las fábricas y las minas del capitalismo industrial, dado que sus condiciones de explotación eran dramáticamente obvias, tanto para sí mismos como para quienquiera que entrara en una fábrica o bajara a una mina. Además, su localización en espacios comunes facilitaba el desarrollo de la conciencia de clase y su organización para la acción colectiva. También tenían la capacidad de poner trabas al capitalismo mediante las huelgas que interrumpen el proceso de trabajo.

http://www.kaosenlared.net/territorios/t/madrid/item/64609-la-gente-de-izquierda-tambi%C3%A9n-se-equivoca-debate-con-nega.html

Por ultimo, la Coordinadora Estatal de Informatica de la CGT aporta al debate. Es posible organizar al precariado como clase obrera, ellos lo han demostrado

CGT escribió:
Desde la Coordinadora de informática de CGT hemos estado siguiendo con interés el cruce de artículos que se ha estado produciendo a partir del debate abierto entre Nega y Pablo Iglesias que ha generado muchas otras intervenciones al respecto. ¿Qué es clase obrera en 2013? ¿Hay formas de trabajo que generan un nuevo tipo de actor, comúnmente conocido como 'precariado', que poco o nada tiene que ver con lo que llamamos clase obrera?

Se agradece que Nega haya citado la huelga indefinida de los informáticos e informáticas de HP como piedra de toque en su argumentación de que las nuevas formas de trabajo precarias o alienantes son simplemente obstáculos a derribar, que sus trabajadores son tan clase obrera como cualquier otro asalariado. Y que sí se puede recobrar la toma de conciencia colectiva que permite activar la lucha de clases.


Hemos tenido este debate de forma más o menos continua en nuestro seno desde hace algunos años y hemos realizado algunas adaptaciones paulatinamente. Nos gustaría aportar una visión práctica de un sector laboral con precariedad galopante, individualista, con una historia reciente de comportamientos elitistas y alienados. Y sí, se puede.




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