Tomamos como preámbulo de este artículo la siguiente aseveración publicado meses atrás en este semanario: “La revolución comunista no es una revuelta del tipo que se producen espontáneamente y en las que se desfoga la insatisfacción acumulada por las arbitrariedades o en pro de reivindicaciones puntuales desatendidas. La revolución es un proceso organizado que tiene objetivos a largo plazo y se propone resolver global y definitivamente los problemas sociales...”. No es un hecho espontáneo -remarcamos-, responde a circunstancias concretas. La revolución se produce allí donde las condiciones lo permiten.
¿A qué tipo de condiciones nos referimos? A las conocidas bajo la denominación de objetivas y subjetivas, según el caso.
Las condiciones objetivas son producto del desarrollo histórico concreto de la sociedad y se desarrollan independientemente de la voluntad de los hombres. Tienen que ver con las penosas condiciones de vida de los pueblos, con la explotación que soportan las clases trabajadoras, con la opresión política que sufren las masas. A su vez tienen que ver, como en nuestro país, con las condiciones de atraso que enfrenta la sociedad. Es decir, son circunstancias tangibles, que pueden ser cuantificadas, que están en el mundo y maduran como consecuencia de la explotación y opresión capitalistas.
Sin embargo, la existencia de altos niveles de miseria, atraso, explotación, etc. no desemboca per se en el triunfo de la revolución social del proletariado. En el mundo existen países con elevados índices de miseria, donde la gente literalmente muere de hambre, en los que no ha triunfado la revolución. ¿A qué se debe aquello? A que en la mayoría de esos países las condiciones subjetivas de la revolución no han madurado lo suficiente y no tienen la fuerza suficiente para aprovechar al máximo la realidad o el escenario en el que actúan.
Cuando hablamos de las condiciones subjetivas nos referimos a los aspectos relacionados con el nivel de conciencia política y de organización de las masas, con la disposición de éstas para la lucha política. El principal factor o elemento en éstas, que al mismo tiempo actúa para el desarrollo de las restantes, es la existencia de la vanguardia del proletariado, el Partido Comunista. Éste trabaja por elevar el nivel de conciencia política y organización de las masas, por llevarlas al combate contra la explotación y por el socialismo. La existencia de una Partido Comunista fuerte, enraizado en el movimiento popular, asimilado al marxismo leninismo, es garantía para llevar al éxito la revolución.
No es raro escuchar que en nuestro país existen suficientes condiciones para el triunfo de la revolución. La crisis económica y política es grave, las condiciones materiales de vida de los trabajadores y el pueblo son difíciles, pero no podemos decir que se ha topado fondo; más aún, es innegable que en el movimiento de masas existen dificultades. Una significativa franja se encuentra influenciado ideológica y políticamente por corrientes socialdemócratas (es decir burguesas) que se mueven detrás de un proyecto que pregona la posibilidad de resolver los problemas de las masas con “más democracia”, “profundizando la participación y gestión popular” en las instancias gubernamentales locales y centrales; es decir, sin romper el campo de juego delimitado por la burguesía, respetando la institucionalidad capitalista.
Nosotros entendemos esta realidad y trabajamos por transformarla; avanzamos en la construcción de un movimiento de masas revolucionario, que no solo luche por la reivindicación material, sino que vaya entendiendo la necesidad de enfrentar en su conjunto a las clases dominantes y al imperialismo.
Las masas hacen la revolución, pero cuando éstas tienen conciencia de clase, cuando existe un escenario propicio en el que pueden actuar y, cuando tienen al frente, dirigiendo sus combates, una vanguardia política poderosa: el Partido Comunista
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