Vean este video de Felix Bautista y el Dr. Leonel Fernandez bailando en una fiesta al principio de este video. La cancion se llama El Funcionario, de Wilfrido Vargas y habla sobre la corrupcion de Felix Bautista
En 1.830 se publicaba una novela que presentaba a un joven ambicioso, arquetipo de la juventud del Imperio napoleónico. La obra se titulaba “Rojo y negro”, su autor era Henri-Marie Beyle, más conocido como “Stendhal”, y estaba destinada a pasar a los anales de la historia de la literatura.
“Stendhal” ( Grenoble, 1.783 – 1.842) fue un hombre singular. Militar a las órdenes de Napoleón en su campaña italiana, jamás dejó de admirar al Emperador. Pero si hubo algo que admiró en su vida, ello fue Italia. El país transalpino enamoró de tal manera al escritor que en su lápida hizo poner “Henri Beyle, milanés, escribió, amó, vivió”.
Consideraba Milán como la ciudad más bella del mundo e Italia como la tierra de la libertad y de la dicha, y allí vivió varios años, dedicando libros a estudiar sus monumentos y obras artísticas. Hasta tal punto llegó su identificación que hoy conocemos como el “Síndrome de Stendhal” a esa extraña enfermedad constituida por mareos y desorientación que sufren los visitantes de aquel país tras contemplar tanta maravilla arquitectónica, escultórica y pictórica..
Incansable viajero, Beyle es uno de los grandes creadores del realismo francés y “Rojo y negro”- publicada en 1.830 - una de las más brillantes muestras del mismo. La obra cuenta la vida del joven Julián Sorel, que es una muestra evidente del tipo de muchacho convertido en hombre durante el apogeo y caída delPrimer Imperio francés.
Julián es un carácter completo, perfectamente delineado en sus rasgos morales, psicológicos y sociales. Es un hombre de humilde cuna que se rebela contra la sociedad que le impide elevarse y prosperar. Él mismo lo dice en la obra: “ No tengo el honor de pertenecer a vuestra clase ; no veis en mí más que a un campesino que se ha rebelado contra la bajeza de su fortuna y quereis castigar en mí y desanimar para siempre a ese tipo de jóvenes que, nacidos en una clase inferior y en cierto modo oprimida por la pobreza, tienen la suerte de proporcionarse una buena educación y la audacia de mezclarse en eso que el orgullo de la gente con dinero llama “sociedad””.
Julián es un carácter completo, perfectamente delineado en sus rasgos morales, psicológicos y sociales. Es un hombre de humilde cuna que se rebela contra la sociedad que le impide elevarse y prosperar. Él mismo lo dice en la obra: “ No tengo el honor de pertenecer a vuestra clase ; no veis en mí más que a un campesino que se ha rebelado contra la bajeza de su fortuna y quereis castigar en mí y desanimar para siempre a ese tipo de jóvenes que, nacidos en una clase inferior y en cierto modo oprimida por la pobreza, tienen la suerte de proporcionarse una buena educación y la audacia de mezclarse en eso que el orgullo de la gente con dinero llama “sociedad””.
Hijo de campesinos, como él mismo dice, rebelde e inagotable, inteligente y convencido de poseer carácter de dirigente en una sociedad de mediocres, Sorel se educará de modo autodidacta a través de abundantes lecturas. Gran admirador de Bonaparte, como su creador, una vez se considera preparado, se lanza al asalto de la sociedad con la misma determinación con que su ídolo se lanzó a la conquista de Europa.
La época del Imperio fue un periodo dorado para los jóvenes ambiciosos como éste. Muchos llegaron a generales, mariscales, príncipes e, incluso en algunos casos, a reyes. Con la caída de Bonaparte y la llegada de la Restauración, las oportunidades se redujeron, pero siguieron existiendo.
Con todo su pertrecho de educación y cultura adquiridos aquí y allí, cargado de energía, Julián entra en casa del señor de Rènalcomo preceptor, pero seduce a su esposa y es expulsado de ella, lo que aumenta su rencor hacia los pudientes. Decide entonces ingresar en el seminario, pues la carrera eclesiástica le parece excelente vía para lograr el éxito social. Pero, amigo de los goces mundanos, la abandona .
Hay que señalar, a modo de inciso, que el título de la obra alude al color de la casaca del ejército napoleónico (rojo) y al vestido del clero (negro). Julián entra entonces como secretario del marqués de La Mole, a cuya hija seduce también. Su ascensión social se ve interrumpida por una carta de Madame de Rènal, en la que lo acusa de intrigante, hipócrita y peligroso.
El joven, quizá por resentimiento, quizá por complejo de clase, o quizá por celos, dispara contra su amante en una iglesia, aunque sólo la hiere, en una reacción poco acorde con los escasos afectos del personaje. Sorel, entonces, es detenido y condenado a muerte. Sube heroicamente al cadalso, donde se le ajusticia. La señorita de La Mole y Madame de Rènal continúan amándole, pero él sólo ha amado a la segunda.
La crítica ha señalado que Julián es el prototipo de la juventud de la época, que, al margen de su origen social, se creía llamada a los destinos napoleónicos y que obraba bajo este influjo. Las nuevas ideologías y los cambios en la sociedad, provocados por la Revolución y el Imperio, habían puesto en movimiento energías ascensionales : la ilusión de la igualdad y las conquistas napoleónicas habían generado un clima en la juventud francesa que la hacía pensar que todo podía ser logrado, con mayor o menor esfuerzo, incluso partiendo de posiciones humildes.
Pero con la Restauración de los Borbones estas ambiciones se verían refrenadas por las estructuras sociales antiguas, todavía lo bastante fuertes como para pararlas aunque no para asfixiarlas. Y, a nuestro juicio, éste es el sentido último de la obra.
Indudablemente y con todas las precauciones, es inevitable considerar a Sorel un trasunto de su autor, hombre frío, egocéntrico y calculador, cuya juventud se desarrolló por los mismos años. No es injustificado tacharlo de ello, ya que él mismo consideraba el amor como un acceso, una victoria, jamás un enriquecimiento personal.
En lo referente a su autoestima, baste citar estas palabras suyas : “Cuando se tiene la desgracia de no parecerse a la mayoría de los seres humanos, es preciso considerarles como gente a quienes se ha ofendido mortalmente, y que sólo os toleran porque ignoran la ofensa que les habeis inferido : una sola palabra, la menor cosa os puede traicionar”.
Añadámosle que se consideraba un incomprendido y que vaticinó que el éxito le llegaría más tarde, cuando la gente fuese más capaz (él creía que sería hacia 1.900).
Pero, realmente, Julián Sorel, despojado de sus condicionantes de época, bien podría ser cualquier persona de las que circulan hoy por nuestras calles, para los que el ascenso social es la única meta y que no se preocupan en absoluto de prepararse para conseguirlo. No hay más que encender la televisión y ver “Gran hermano” y tanto programa rosa como ensucia nuestras pantallas y, lo que es peor, nuestras inteligencias
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