Vamos a tocar en este trabajo el tema de las diferencias que tenemos con las concepciones de León Trotsky y, si el tiempo lo permite, también con las diferencias que tenemos con quienes defienden esas concepciones en la Argentina.
En primer lugar, creo que se impondría una aclaración. En general, los trotskistas en nuestro país, siguiendo en este punto al mismo Trotsky, han tratado de presentar las cosas como si la gran divisoria de aguas se planteara entre Trotsky y Stalin. Y en realidad nosotros, que reivindicamos muchas cosas de Stalin (otras no), creemos que esa presentación de la polémica es falsa. Lo cierto es que el choque o confrontación, que venía de mucho tiempo atrás, estaba planteado entre Trotsky y Lenin.
Vamos a tratar de demostrar por qué afirmamos tal cosa. En este sentido queremos hacer referencia también a que otras de las mentiras giran en torno al comúnmente llamado "testamento de Lenin". O sea, una de las últimas cartas que escribe Lenin, dirigida al Comité Central, en el año 1923, donde -según los trotskistas- el fundador del estado soviético criticó duramente a Stalin.
Es cierto que en ese documento (recién fue publicado oficialmente 30 años después) Lenin criticó en algunas líneas a Stalin. Dijo que éste era un hombre de mal genio, autoritario y que no sería la persona más adecuada para ser el secretario general del Partido. Pero yo digo que hay contrabando de los trotskistas, porque en ese mismo documento Lenin criticó a Trotsky, de quien dijo que si bien era un hombre capaz, a menudo se desviaba ideológicamente. Y le destinó unos cuantos párrafos con observaciones no ya de tipo metodológico sino político. Lenin le hizo críticas ideológicas a Trotsky y dijo de él que tampoco podía ser el dirigente del partido bolchevique.
Quiere decir, entonces, que en este testamento se criticaba a los dos. Y no sólo a uno, como dicen los trotskistas.
Y, en segundo lugar, contra Stalin -si no conté mal- en ese testamento Lenin dedicaba 9 líneas en total. Sin embargo aquí tenemos el tomo I y el tomo II de "Contra el Trotskismo", con recopilación de citas de Lenin contra Trotsky, que suman más de 400 páginas. Y eso que ésto es solo una selección de algunos párrafos, o sea que no es una publicación completa de las obras en las que Lenin criticaba enérgicamente a Trotsky, tratándolo de todo menos de bonito. Le decía Judas, derechista, liquidador, menchevique, charlatán, etc.
Para quienes tienen interés en estos temas que vamos a tocar someramente hoy, recomendaría como material de lectura estos trabajos: tomos I y II de la selección de las polémicas de Lenin con Trotsky.
Hecha esta aclaración y yendo directamente al grano, me parece que hay cinco grandes temas a tocar. Demostrarían que en definitiva Trotsky y el trotskismo, en primer lugar, no suponen un sinónimo, sino todo lo contrario, algo opuesto al leninismo. El primer cargo que haría es que el trotskismo no es el leninismo. En segundo lugar, que los trotskistas no son revolucionarios. Tercer tema: los trotskistas no son unitarios. Cuarto tema: no son socialistas y, en quinto lugar, que no son objetivos, sino una corriente que cultiva el subjetivismo como método de análisis y para la toma de decisiones políticas.
El trotskismo es opuesto al leninismo
Esto habría que analizarlo en tres puntos. En primer lugar, las diferencias que ambos tuvieron a propósito del análisis del imperialismo; en segundo lugar, acerca de la etapa de la revolución y finalmente sobre qué tipo de partido político construir. Son tres grandes temas que a mi juicio demuestran algunas de las divergencias de principios entre el leninismo y el trotskismo.
Vamos por partes. Es sabido por todos que en el análisis leninista del imperialismo se apunta a la ley de desarrollo desigual del imperialismo, como la norma que caracteriza la esencia del imperialismo. Desarrollo desigual en los ritmos de crecimiento económico, en la expansión política, en la lucha por los espacios y los mercados, etc.
Esa ley de desarrollo desigual que caracteriza al capitalismo monopolista, o sea al imperialismo, fue definida por Lenin como ley principal. En función de ella se explica el desarrollo a saltos que la historia ha comprobado tanto en el imperialismo como en la revolución proletaria. Primero estuvo al tope Inglaterra como la punta de lanza del imperialismo, en algún otro momento lo fue Alemania, luego EU. Hoy existen diferencias, hay un mayor desarrollo en Japón y Alemania, etc. Es decir, hay un clima de alteración permanente en el "ranking" de los países imperialistas. Y eso ha conducido a las guerras y también a las revoluciones, digamos entre paréntesis.
En función de este concepto del "desarrollo desigual" apareció en el pensamiento leninista la otra idea clave, que fue la del "eslabón débil". El mapa del imperalismo ofrecía a la revolución proletaria mundial una cadena que tenía, en algunos puntos (por razones de orden económico, político, histórico, militar y sus crisis) los eslabones débiles que podían ir rompiéndose con el avance de la revolución socialista.
Y el remate lógico, coherente, de esta teoría leninista fue el de la revolución que comenzaba no de manera simultánea en todos los países, o en grupos numerosos de países, sino en uno o en pocos países. O sea, la vituperada -por los trotskistas- teoría del "socialismo en un solo país" que le achacan a Stalin.
Lenin en su trabajo "El programa militar de la revolución proletaria", en setiembre del 16, dijo lo siguiente: "En tercer lugar, el socialismo triunfante en un país no excluye, de modo alguno, de golpe todas las guerras en general. Al contrario, las presupone. El desarrollo del capitalismo sigue un curso extraordinariamente desigual en los diversos países. No puede ser de otro modo bajo el régimen de producción de mercancías. De aquí la conclusión indiscutible de que el socialismo no puede triunfar simultáneamente en todos los países. Triunfará primero en uno o varios países, mientras los demás seguirán siendo, durante algún tiempo, países burgueses o preburgueses. Esto no sólo habrá de provocar razonamientos, sino incluso el intento directo de la burguesía de los demás países a aplastar el proletariado triunfante del Estado Socialista" (Editorial Cartago, tomo III, página 551).
Esta es la concepción leninista. En cambio, la idea trotskista se tocó en este punto con ideas como las de Rosa Luxemburgo, Hilferding y Kautsky, quienes llegaban a la teoría del "ultraimperialismo".
O sea que ellos no advertían que en el imperialismo existe una doble tendencia que es contradictoria: por un lado a la competencia y a la lucha; por otro lado a la monopolización. Y esta monopolización genera ciertos niveles en que los países imperialistas se van emparejando entre sí. Pero justamente esta monopolización y esta tendencia a la nivelación entre los países imperialistas (una tendencia cierta), lejos de suponer la desaparición de las contiendas, agudizaba el fenómeno de la lucha interimperialista. No le quitaba vigencia, sino todo lo contrario, a la denominada "ley del desarrollo desigual".
En cambio, Trotsky planteaba concretamente que la ley del desarrollo desigual era más vieja que el imperialismo, que el capitalismo en los distintos países se desarrollaba de manera desigual en extremo. Pero en el siglo XIX, afirmaba él, esta desigualdad era más considerable que en el siglo XX. Y que debido precisamente al capital financiero, que era una forma más vieja del capitalismo, el imperialismo desarrollaba más las tendencias "niveladoras" que en el capitalismo pre-monopolista.
En función de este mundo monopolista "nivelado", con un fuerte desarrollo de las fuerzas productivas, es que Trotsky fundamentaba en definitiva su teoría de la "Revolución Permanente". Ella debía abarcar al conjunto de países industrializados o, al menos, en forma simultánea (y por eso lanzó la consigna de los "Estados Unidos Socialistas de Europa"), a la Europa avanzada, occidental y capitalista.
En su trabajo "Las lecciones principales, qué es la Revolución permanente, tesis fundamentales", publicado en 1946 por la revista "Octubre", de los trotskistas argentinos, Trotsky decía textualmente que "el triunfo de la revolución socialista es inconcebible dentro de las fronteras nacionales". Y al fundamentar una visión que en definitiva era derrotista -como cuando la Unión Soviética se quedó sola, allá por los años 19 y 20, luego del reflujo y de la derrota de la Revolución en Hungría y en Alemania-, insistía en esta visión: o había revolución en el conjunto de Europa o no tenía sentido la Revolución en un país aislado (como se había producido en Rusia). Afirmaba en este mismo trabajo que "la división mundial del trabajo, la subordinación de la industria soviética a la técnica extranjera, la dependencia de las fuerzas productivas de los países avanzados de Europa respecto de las materias primas asiáticas, hacen imposible la edificación de una sociedad socialista independiente en ningún país del mundo".
Entonces reitero la primera conclusión. Lenin apostaba a la Revolución Socialista Proletaria Mundial; con un criterio en absoluto estrechamente nacionalista, sino internacionalista. Entendió que este avance de la revolución tenía que ser a saltos, rompiendo las cadenas por los eslabones débiles, primero en algunos puntos antes que en otros, etc. Y mantuvo firmemente una posición no derrotista, de ofensiva, aún en los años en que la Unión Soviética se quedó casi totalmente sola.
Frente a estas concepciones, el trotskismo elucubró las suyas rayanas en el ultraimperialismo, sobre los Estados Unidos Socialistas de Europa. Cuando estas ideas no se hicieron realidad, se tornaron profundamente derrotistas, de derecha, liquidadoras, con respecto a la posibilidad y las perspectivas de que el régimen soviético se pudiera consolidar.
Etapas de la revolución
Otro punto en que se produjo el choque entre Lenin y Trotsky fue el de las etapas de la revolución.
De acuerdo al leninismo vivimos en la época del imperialismo y de la revolución proletaria mundial, tanto de los países que han podido hacer una revolución socialista, cuanto en su alianza con los movimientos de liberación nacional y social.
De esta concepción surge la necesidad de prever y de tener en cuenta las distintas etapas o fases de la revolución en los distintos países.
Hay mucho escrito por Lenin al respecto. Yo les recomendaría el trabajo "Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática", porque creo que es uno de los textos donde más sintética y fundamentadamente se expone su teoría sobre las etapas de la lucha.
Al efecto de ilustrar esta concepción, vemos que en el tomo IX de las obras completas de Lenin, éste planteaba el siguiente punto de vista: "De la revolución democrática comenzaremos a pasar enseguida, y precisamente en la medida de nuestras fuerzas, de las fuerzas del proletariado con conciencia de clase y organizado, a la revolución socialista. Somos partidarios de la revolución ininterrumpida, no nos quedaremos a mitad de camino".
Así proponía Lenin esa concepción que nosotros defendemos, la revolución ininterrumpida que distingue fases y etapas. Y, en cada una de las mismas, blancos, fuerzas motrices, programas y objetivos políticos, económicos y militares, diferenciados de acuerdo a cada correlación de fuerzas y a cada etapa de la revolución, siempre bajo dirección del proletariado y su partido revolucionario.
Inclusive, y sintetizando más aún el debate, en noviembre del 18 Lenin recapitulaba: "Las cosas ocurrieron tal como dijimos que ocurrirían. La marcha de la revolución confirmó la exactitud de nuestro juicio. Primero, junto con todos los campesinos, contra la monarquía, los terratenientes, contra el medievalismo. Y, hasta ese punto, la revolución sigue siendo burguesa, democrático-burguesa. Después, junto con los campesinos pobres, con los semiproletarios, con todos los explotados, contra el capitalismo, incluyendo a los ricos del campo, los kulaks, los especuladores, y es en ese punto donde la revolución se convierte en socialista".
Y esta definición de la etapa la completó, desde el punto de vista leninista, planteando que debía ser la clase obrera la que encabezara la revolución democrática. Así marcó la gran diferencia que tenía con los mencheviques -y de hecho con Trotsky, en aquella época emblocado con ellos-, en cuanto a una revolución democrática que la clase obrera no debía dejar en manos de la burguesía, sino acaudillarla. Debía golpear junto a la burguesía y marchar separado de ésta; tratar de hegemonizar esa revolución democrática para luego, cuanto antes, "en la medida de nuestras fuerzas", pasar a la etapa de la revolución socialista.
De más está decir que este planteamiento de la revolución democrática de parte de Lenin fue una innovación. Uno de los grandes aportes que hizo a la cuestión, tomando en cuenta que, hasta ese momento, el movimiento comunista internacional se seguía manejando con la táctica esbozada en el capítulo de cierre del Manifiesto Comunista por parte de Marx y Engels. En general, ellos planteaban una táctica de apoyo crítico a tal o cual fracción de la burguesía, para desgastarlas, en tanto esperaban que sonara la hora de la clase obrera para pasar a derribar a la última fracción de la burguesía que ya estuviera desmoralizada, dividida y, sobre todo, desprestigiada ante las masas (ver capítulo titulado "Actitud de los comunistas ante los diferentes partidos de oposición" del Manifiesto Comunista. Obras Escogidas Marx-Engels, tomo I, página 139-140).
El enfoque de Lenin es diferente. En la época del imperialismo, vista la aceleración de las contradicciones, las guerras, la maduración de las contradicciones objetivas y subjetivas -y éste es uno de los aportes fundamentales de los bolcheviques al arsenal teórico del marxismo- el proletariado debía encabezar la revolución democrática, y luego pasar de modo ininterrumpido, sin etapas intermedias de dominación burguesa, a la lucha por el socialismo.
La consigna que sintetizó esta idea leninista fue la de un "gobierno democrático-revolucionario de los obreros y campesinos".
Frente a ésto se alzaron los puntos de vista del trotskismo, que planteó en los años de la Revolución de 1905 la errónea y sectaria consigna de "Sin Zar, por un gobierno obrero". El Trotsky que agitaba esa consigna formaba el bloque con los mencheviques desde 1901 hasta 1905.
Sobre esto hay que recordar algunas citas críticas en los trabajos de Lenin, que nos ayudan a situar la historia del personaje que venimos criticando: "Trotsky representa únicamente sus vacilaciones personales, y nada más. En 1903 fue menchevique, abandonó el menchevismo en 1904, volvió al menchevismo en 1905, haciendo gala de una fraseología ultrarrevolucionaria; en 1906 se apartó de nuevo; a fines de 1906 defendió los acuerdos electorales con los Kadetes (es decir, de hecho estuvo de nuevo con los mencheviques). Y en la primavera de 1907, dijo en el Congreso de Londres que divergía de Rosa Luxemburgo más sobre ´matices individuales de las ideas que sobre tendencias políticas´. Trotsky plagia hoy los bagajes ideológicos de una fracción, mañana de otra y como consecuencia, se proclama ubicado por encima de ambas fracciones. En teoría Trotsky no está de acuerdo en ningún punto con los liquidadores y otzovistas, pero en la práctica está en un todo de acuerdo con ellos". (V.I. Lenin, Contra el trotskismo, tomo I, página 92).
En una carta a Máximo Gorki, Lenin escribió el 13 de febrero de 1908: "Yo personalmente, por ejemplo en el período 1903-1905, cuando Trotsky era menchevique, tuve con él choques que llegaron a convertirse en verdaderas batallas".
En otra carta al mismo Gorki, el 11 de abril de 1910, el jefe de la revolución rusa añadió que "Solamente un charlatán como Trotsky supone que este rechazo (al liquidacionismo y otzovismo) puede evitarse".
En 1911, lo calificó de "Judas Trotsky" en estos términos: "En el pleno del CC el Judas Trotsky se deshizo en ataques contra el liquidacionismo y el otzovismo. Juró y aseguró que era fiel al Partido. Le fue concedido un subsidio. Después del pleno del CC se debilitó y se fortalecieron los de Vperiod, que ahora tienen dinero. Se robustecieron los liquidadores que a la vista de Stolipin escupían a la cara del partido ilegal. El Judas expulsó de Pravda al representante del CC y comenzó a escribir artículos liquidacionistas en Vorwats".
La posición del trotskismo era en aquellos años -y luego sus herederos lo continuaron- la de "Sin Zar, por un gobierno obrero". Según él era errónea y reaccionaria la consigna bolchevique de un "gobierno de unidad obrero-campesina".
Muchos años después, en "La Revolución Permanente", Trotski afirmó textualmente: "La tendencia de la Internacional Comunista de imponer actualmente a los pueblos orientales la consigna de la dictadura democrática, superada hace años por la historia, no puede tener más que un carácter reaccionario".
Su concepción era la no distinción de las etapas dentro de la Revolución. La suya fue una crítica a todos aquellos que plantearan una línea de alianza obrero-campesina (como la quería primero Lenin y luego Mao, Ho Chi Minh, Fidel Castro y el Che Guevara), afirmando que renegaban de la lucha por el socialismo.
Lenin era enemigo de la teoría de la Revolución Permanente y mantuvo una posición concluyente con respecto a ella. Dijo irónicamente: "Trotsky mantiene su ´original´ teoría de 1905, negándose a reflexionar sobre las causas por las cuales durante 10 años la vida ha pasado de largo ante esta magnífica teoría. La ´original´ teoría de Trotsky copia de los bolcheviques el llamamiento al proletariado a una lucha revolucionaria resuelta y a la conquista del poder político, y de los mencheviques, la negación del papel del campesinado". (V.I. Lenin, "Las dos líneas de la revolución", noviembre de 1915).
El tema del campesinado constituyó una diferencia con Lenin que no data solamente de aquellos años, 1905/1912/1917. Inclusive después del 17 Lenin siguió enfatizando acerca de la necesidad de la unidad de los obreros con los campesinos. Máxime en un país como Rusia, donde había una abrumadora mayoría de campesinos. Por eso el jefe de la revolución soviética hizo concesiones a los campesinos y al partido de los campesinos -que era el de los Socialistas Revolucionarios-, no sólo en las polémicas de 1905, sino cuando tomó el poder y firmó el Decreto de la Tierra. Ese fue el primero del nuevo poder soviético, junto con el Decreto de la Paz que firmaron Lenin y el Consejo de Comisarios del nuevo Gobierno del Pueblo.
El 30 de diciembre de 1920, Lenin observó: "Se trata de que (el poder soviético) no es un Estado completamente obrero. Aquí es donde el camarada Trotsky comete uno de sus errores fundamentales. En primer lugar el nuestro no es, en realidad un estado obrero sino un estado obrero y campesino". ("Los sindicatos, la situación actual y los errores del camarada Trotsky").
En cuanto a la tierra, justamente, Lenin fue flexible frente a los campesinos, abandonó su consigna de "nacionalización de la tierra" por la cual luchó durante 15 años, y tomó en cuenta el mandato campesino inspirado por los Socialistas Revolucionarios de izquierda. En suma planteó una consigna de reforma agraria que entregaba la tierra a los campesinos, promoviendo luego la cooperativización.
Incluso en polémicas que sostuvo con Bujarin y el mismo Trotsky, en el VI y VII Congreso del partido bolchevique (en el 17 y 18 respectivamente), Lenin definió al poder soviético como un estado obrero y campesino. Lo hizo hostigado por los insultos de Bujarin y Trotsky, a quienes les parecía inconcebible una definición de esas características.
Con esto quiero significar que no se trataba de una mera discusión teórica, sino algo práctico y trascendente. Fue en base a la alianza obrero-campesina que Lenin pudo hacer y sostener la Revolución. Por tener una línea para los campesinos después de tomar el poder, fue que pudo mantener el poder soviético en momentos en que -todos lo sabemos- se desarrollaron las dificultades ocasionadas por la intervención extranjera, la Guerra Civil, la injerencia militar de los alemanes, japoneses, ingleses, franceses, etc. contra el naciente poder soviético.
Creo que esta discusión, hoy, que han transcurrido muchos años, se da en términos generales, cuando ya están maduras las condiciones para evaluar -a la luz de la práctica- quién tuvo la razón.
La realidad ha demostrado, después de transcurridos muchos años, que la razón la tuvo Lenin. Desde 1902, desde el "Qué hacer" en adelante, él sostuvo hasta 1917 -hasta "Las Tesis de Abril", del 17- la necesidad de la Revolución Democrática y del Gobierno Obrero y Campesino.
En "Las Tesis de Abril" fue cuando Lenin planteó el cambio de las etapas de la Revolución y reclamó que todo el poder debía pasar a los soviets. De allí en adelante, sobre todo desde la represión del gobierno burgués de Kerensky en junio-julio de 1917, orientó al partido para poner a la orden del día la preparación de la insurrección armada y el planteamiento de la Revolución Socialista.
Eso tenía que ver con que en febrero del 17 el zarismo había sido derribado por una revolución popular y se había creado una dualidad de poderes. Por un lado Kerensky y la burguesía, y por el otro los Soviets o consejos de delegados obreros, soldados y campesinos. Esto debía dar lugar a una resolución por medio de una revolución socialista que pusiera todo el poder en manos de los obreros.
La vida ha demostrado lo correcto de las teorías leninistas en general sobre las distintas etapas de la revolución. Esta verdad general y esta conclusión histórica también deben traerse a colación en la Argentina.
Aquí, donde no hemos hecho la Revolución, también chocan dos concepciones.
La de los trotskistas, que conducen al aislamiento. No son revolucionarias, son sectarias, debilitan y aislan a la clase obrera; en nombre del socialismo abandonan las reivindicaciones democráticas y antiimperialistas en manos de la burguesía y de la pequeña burguesía.
Por otro lado nosotros, que humildemente intentamos ser herederos de los bolcheviques, queremos hacer también una revolución cuya primera etapa sea democrática, antimonopolista, antioligárquica, antiimperialista, profundamente popular y dirigida por la clase obrera. Una revolución cuyas dos tareas centrales -que para Lenin fueron paz, pan y tierra- sean en la Argentina las de forjar una revolución democrática seguida por la expropiación y confiscación de los 300 monopolios nacionales y extranjeros como Bunge & Born y Pérez Companc. Esto significa en nuestro país una Revolución Democrática. Y que, simultáneamente, se destruya, desde los cimientos hasta el techo, el edificio fascista de las Fuerzas Armadas, que es justamente el que asegura esta dominación oligárquico-imperialista. Esta es la gran tarea popular siguiendo las concepciones leninistas para la revolución en un país capitalista dependiente como el nuestro. Así se abrirá paso al socialismo.
Entendemos junto a Lenin y por oposición a Trotsky que hubo una etapa democrática de la revolución en Rusia, pese a que era un país imperialista (atrasado dentro de los países imperialistas).
Lejos de lo que planteaba Trotsky, cuando decía que estaba superada por la historia, la vida demostró que en China hubo dictadura democrática de obreros y campesinos, con etapas de la revolución; en Nicaragua la hay; en Europa Oriental las hubo con las Democracias Populares. No conocemos caso algunos de las revoluciones que no hayan atravesado en su lucha esa etapa preparatoria de la revolución socialista en base a aquella alianza obrero-campesina que tanto repugnaba a Trotsky.
Que los sectores reformistas (los "mencheviques" de la Argentina, los Juan B. Justo y los Victorio Codovilla) hayan hecho seguidismo detrás de la burguesía nacional y hasta de la gran burguesía, en nombre de la "etapa democrática", no significa que el leninismo haya perdido vigencia. Ni que el trotskismo tenga razón con su estrecha propuesta de "gobierno obrero".
En los países avanzados como Francia, Alemania y EU, por supuesto, habrá que plantear las cosas directamente como revolución socialista. Pero en las revoluciones que hubo hasta ahora, incluso en algunos casos como el de Rusia, que no era un país típico del Tercermundo, colonial o semi-colonial, hubo etapas.
Construcción del socialismo
En cuanto a la construcción del socialismo, yo trataría de sintetizar en dos grandes puntos estas diferencias, aunque hay muchas más por supuesto. Pero veamos estos puntos fundamentales: uno, el tratado de paz de Brest-Litovsk; otro, la polémica acerca de los sindicatos.
El caso de Brest es muy sencillo: el imperio alemán, apoyándose en que Rusia no tenía casi fuerzas armadas, que estaba construyendo el socialismo sin clase obrera -como lo expresó paradojalmente el mismo Lenin en alguna oportunidad-, presentó una serie de reclamos territoriales y económicos. Frente a ésto Lenin dijo que había que ganar tiempo. Trotsky fue como canciller soviético a estas negociaciones, procedió de acuerdo con Lenin durante algún tiempo, y luego lo desobedeció. No firmó la paz con los alemanes y desmovilizó al ejército. Esto creó condiciones para que los alemanes avanzaran y la Rusia soviética tuviera que pagar con más territorio y más dinero, aparte de tener que ceder Ucrania, Finlandia, Estonia y otros territorios que los alemanes reclamaban. Ahí se armó un gran debate de política internacional en el VII Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso.
La discusión sacudió a todo el partido. Trotsky afirmó que era una traición haber firmado la paz de Brest. La oposición "de izquierda" se coaligó contra Lenin-Stalin a propósito de esta cuestión. Habló de que se traicionado la revolución alemana, entregado Finlandia, etc. Lenin le contestó indignado diciendo que eran como los niños, que pensaban que quien firmaba un pacto se vendía a Satán y al infierno. Que eso era sencillamente ridículo, pues la historia militar demostraba con claridad que la firma de un pacto después de una derrota era un recurso para unir fuerzas. "Hicimos todo lo que se podía hacer. Con la firma del tratado salvamos a Petrogrado, aunque más no sea por unos pocos días". Trotsky, Bujarín y toda la oposición "de izquierda" dijo que era una traición. Afortunadamente Lenin ganó esa votación en el Comité Central, aunque ajustadamente. Y en el VII Congreso partidario ganó con 30 votos contra 12 y 4 abstenciones.
Las concepciones de esta oposición se ligaban a lo que decíamos antes sobre la Revolución Permanente, y a lo que dijimos sobre la no distinción de etapas en la revolución. ¿Por qué? Porque Lenin quería firmar la paz para salvar Petrogrado "aunque más no sea por unos pocos días", porque esta ciudad era la base o la posibilidad para salvar luego por un largo período ese poder soviético que, por el reflujo de la revolución en Europa, se veía condenado a un aislamiento temporal.
Los hechos probaron que hubo socialismo durante muchas décadas. Y que en definitiva vino la revancha soviética, conducida por Stalin, cuando los ejércitos rusos llegaron hasta Berlín, en la 2° Guerra Mundial, aplastando al hitlerismo y liberando a media Europa.
En cambio Trotsky, con su concepción del "todo o nada", "Revolución Permanente", "Estados Unidos Socialistas de Europa o nada", en la medida en que no había habido revolución en Alemania ni en el resto de Europa, se veía profundamente deprimido. Ya no tenía sentido para él mantener un poder soviético aislado, una sola Rusia atrasada que supuestamente nada podía hacer sin la ayuda de los obreros avanzados de Europa Occidental.
En ese VII Congreso del partido bolchevique, Trotsky planteó abiertamente: "Si el proletariado revolucionario no puede librar todavía un combate decisivo contra el imperialismo, decid que el poder Soviético es, para el proletariado revolucionario, una carga demasiado pesada, que nosotros nos hemos presentado demasiado temprano y que ahora debemos pasar a la clandestinidad".
Por eso Trotsky, a quien no le preocupaba rifar el poder soviético, disolverlo y "pasar a la clandestinidad", fue quien se opuso a la firma de la paz de Brest. Lenin le pegó duro: "El camarada Trotsky dice que eso será una traición en el sentido cabal de la palabra". (V. I. Lenin, Contra el trotskismo, tomo II, página 96).
La otra polémica importante en esos años fue a propósito de los sindicatos. Lenin retrucaba a Trotsky en su trabajo (citado más arriba) y desarrollaba el concepto del sindicato como escuela del comunismo; como organismo de las masas. El sindicato -aun en organismos soviéticos- no debía ser como un departamento oficial del Gobierno, del Partido o del Estado, sino como una correa de transmisión. El Partido debía dirigirlo pero como un organismo de la masa.
Por lo tanto, no se debían confundir los sindicatos con el Partido de vanguardia, con el Partido Bolchevique. Este debía tener una táctica flexible y de masas hacia los sindicatos para hegemonizarlos, por línea, por trabajo, y no dictando órdenes burocráticas. En cambio Trotsky, junto a Bujarín y Krestinski, plantearon a Lenin una proposición que decía: "Es necesario proceder ahora mismo a la reorganización de los sindicatos. Es necesario, ante todo, realizar una selección de funcionarios desde este ángulo".
Lenin se burló de eso y dijo que no era posible. Aparte Trotsky propuso la consigna: "Sacudir los sindicatos desde arriba". Lenin lo criticó diciendo que confundía lo que era un sindicato. Dijo que era inverosímil la cantidad de errores teóricos que podía llegar a cometer Trotsky al no distinguir un sindicato del Partido, un sindicato del Gobierno, un sindicato del Estado.
Y aquí Lenin puntualizó que "justamente, las diferencias que tenemos con Trotsky giran en torno a cómo abordar las masas, cómo vincularnos con las masas".
En definitiva, la polémica hacía a la política de masas que tenía que darse al Partido. Lenin advertía acertadamente que si los bolcheviques corrían peligro de ser derribados del poder que habían logrado instaurar, solamente podría suceder no por la intervención del imperialismo, al que no le tenía miedo. Estaba convencido de que un gobierno soviético que le daba pan y paz al obrero y al campesino, no podía ser derribado por la guerra civil desde adentro o la intervención imperialista desde afuera. Estaba convencidísimo de eso. Lo que Lenin opinaba es que ese poder soviético podía ser desbancado sólo si se rompía el vínculo entre el Partido y las masas.
Y ahí, una vez más, Trotsky puso en peligro el poder revolucionario. Antes, llevándolo al peligro de una guerra prematura contra los alemanes, dejando la criatura inerme frente a una potencia como la prusiana, a la que "se le hacía agua la boca" esperando liquidarla. Y, después, poniendo en riesgo el vínculo entre el Partido y las masas obreras y campesinas, lo que podía conducir a la derrota a ese naciente y aún débil poder.
Esta diferencia acerca de cómo abordar a las masas, qué línea de masas darse, por qué había que trabajar con paciencia y no "sacudir los sindicatos" desde arriba, no militarizar los sindicatos, tenemos que conectarla con la actitud de Trotsky hostigando a los campesinos.
En tanto, la política leninista era amistosa hacia los campesinos, retomaba el mandato de la tierra que no le pertenecía, hacía concesiones a los campesinos y modificaba su consigna agraria, con tal de consolidar su alianza con ellos. Y, aparte de entregarles tierras, les daba cargos en el gobierno. Por eso él aceptó el programa agrario de los SR de izquierda que se dividieron de los SR de derecha (aliados de los mencheviques, de Kerensky y demás) y vinieron a formar parte, por lo menos un año, del primer gobierno soviético.
Entonces, la línea de masas vino a ser un debate central que se desarrollaba, sobre la línea que debía darse hacia el movimiento obrero y hacia los campesinos. ¡Nada, casi nada!
Acerca del Partido
El cuarto punto se refiere a la teoría del Partido. El planteo leninista es muy conocido. Ustedes lo pueden ver especialmente en libros como"Qué hacer?", "Un paso adelante, y dos atrás", en el artículo "Por dónde empezar?", etc. Esos son algunos de los trabajos donde Lenin fundamentó la necesidad de una organización de vanguardia, capaz de conducir la lucha obrera, de luchar por el poder, de destruir al zarismo y expropiar a los capitalistas.
Una organización superior de la clase obrera, de cuadros, de revolucionarios profesionales. Así lo planteó Lenin en un momento crucial del debate con los economistas y mencheviques. Le daba un carácter conspirativo, a pesar de que sabía que lo iban a "chicanear" diciendo que su propuesta era una reunión de agentes, un complot de conspiradores. No obstante, planificaba estas características para el partido de vanguardia.
En contra de Lenin, los economistas libraron batalla durante los primeros años del siglo XX. Luego, más abiertamente y constituídos como fracción política, lo hicieron los mencheviques, después del II Congreso del POSDR. A lo largo de esa década fueron cambiando sucesivamente de nombres: liquidadores, oztovistas, bloque de agosto de 1912, etc.
Trotsky no se perdió ninguna, se anotó en todas esas fracciones antileninistas, y ello no fue casual. ¿Por qué se sumó a esas fracciones de derecha? Lo hizo desde el primer gran debate que se armó en 1903 en el II Congreso del Partido, a propósito del artículo 1° de los Estatutos. Allí Lenin defendió una concepción del partido revolucionario de vanguardia, o sea que selecciona a los militantes. Por otro lado, la concepción "movimientista", "amplia", de los economistas, de los mencheviques, en definitiva del reformismo, al que se sumó alegremente Trotsky. Estos sectores planteaban que cualquier "huelguista" podría ser miembro del partido. Es decir, un partido abierto, supuestamente de masas. Y ésta fue una diferencia básica entre uno y otro.
O sea que en el debate principal sobre el tipo de partido a construir, Trotsky se unió a los mencheviques y enfrentó a Lenin.
Esta concepción antileninista es una constante que constituye uno de los puntos de diferenciación que tenemos con los trotskistas de la Argentina. Nosotros humildemente queremos ser herederos de los bolcheviques y nos mantenemos, aún con muchas inconsecuencias y errores, en el modelo del partido bolchevique como organización de avanzada.
En tanto que los trotskistas como Nahuel Moreno y el Movimiento Al Socialismo (MAS), o sea lo que era antes el PST, se inclinan ante la masa y la concepción reformista del "partido de masas".
En el artículo necrológico sobre Nahuel Moreno, el MAS rescató cuatro puntos que parecen ser las principales lecciones que les dejó su dirigente. La conclusión sería esta: "Les decimos a los obreros que no crean en patrones, que no crean en guerrilleros, y que no crean ni siquiera en nosotros", -dice el MAS- "sino que confíen solamente en su lucha".
Es la misma concepción espontaneísta que Trotsky tenía sobre el partido, del que podían formar parte todos "los huelguistas". Una definición que no planteaba fronteras entre la vanguardia y la masa. Ellos plantean permanentemente -los trotskistas actuales, reivindicándolo a Trotsky- que lo fundamental es la movilización democrática "autoorganizada" de las masas.
En cambio, para contraponerse a estas concepciones espontaneístas, oportunistas y "masistas", Lenin advirtió: "Pero no se puede ejercer la dictadura del proletariado a través de una organización que abarque la totalidad de esta clase, porque en todos los países capitalistas y no sólo en el nuestro, uno de los más atrasados, el proletariado está aún dividido, tan degradado y tan corrompido en algunas partes -por el imperialismo, en algunos países-, que una organización que englobe a la totalidad del proletariado no puede ejercer directamente la Dictadura del Proletariado. Sólo puede ejercerla la vanguardia que concentra la energía revolucionaria de la clase. El conjunto es algo así como un sistema de engranajes. Tal es el mecanismo básico de la Dictadura del Proletariado y la esencia de la transición del capítalismo al comunismo".
Por eso, en síntesis, quería plantear estas diferencias sobre la organización. Está la concepción bolchevique de un partido que, abarcando la vanguardia, tenga mil vínculos con las masas. Y está la idea de una organización de la cual puede ser miembro "todo huelguista" (y que a la vez les dice a los que no son huelguistas que no crean en los patrones ni en los guerrilleros, ni en "nosotros", sino solamente en "ustedes mismos"). O sea, la demagogia más barata, el obrerismo más bajo.
Otra expresión de lo mismo es la consigna trotskista de "que la base decida". Esto estaría bien a condición de que quienes se reivindican como fuerza de vanguardia (el MAS, por ejemplo) le hicieran propuestas a la masa. Que se jueguen y arriesguen una posición frente a un tema candente, antes que hacer la fácil de "tirarle el problema" a la gente.
Si el partido bolchevique hubiera dicho "que la base decida" en 1917, muy probablemente no hubiera habido revolución. Lenin ni siquiera aguardó el inicio del II Congreso de los Soviets sino que lanzó la insurrección unos días antes y llevó a ese Congreso los primeros decretos del nuevo poder sobre la paz y la tierra.
En los momentos críticos, jugar a los plebiscitos y asambleas puede ser la derrota de la revolución socialista. Y suelen ser también el recurso de rehuir responsabilidades políticas de parte de los partidos que quieren "borrarse" de la lucha.
El trotskismo no es revolucionario
Otro tema que quería abordar es porqué los trotskistas no son revolucionarios. Aquí lo voy a dejar de lado a Lev Davidovich Bronstein quien, a diferencia de sus herederos, participó en 1917 de la revolución de Octubre. De sus seguidores no se puede decir que hayan tenido una actitud similar. O sea que en esto Trotsky los supera ampliamente no sólo porque no han tenido tal actitud, sino que -frente a las revoluciones triunfantes- tuvieron siempre un política de hostigamiento, denuncia y contradicciones.
Y creo que no son revolucionarios porque, en primer lugar, no se plantean la necesidad de una fuerza combativa para luchar seriamente por el poder. O sea que el horizonte estratégico del MAS y de otros partidos que tienen filiación trotskista y trotskizante, es -como alguna vez lo dijo su líder Luis Zamora-: "El MAS es un partido de obreros para luchar contra los patrones". Es decir, una rueda de auxilio de la mera lucha gremial. Lo sindical, en la medida en que se plantea mejorar las condiciones de trabajo y por un salario digno, supone en definitiva luchar por vender en mejores condiciones la fuerza de trabajo, pero no va más allá.
Por tal motivo, el horizonte del MAS, que gusta definirse como partido de los obreros para luchar contra los patrones, tiene como "techo" el bono para el fondo de huelga, la olla popular y algún otro planteo gremial, cuando no abiertamente reformista, como su apoyo al programa burocrático de los "26 puntos" de la CGT de Saúl Ubaldini-Lorenzo Miguel.
Nosotros creemos que, en cambio, un atributo para aquel que quiera hacer la revolución es definir claramente que la vía para alcanzarla es la lucha revolucionaria por el poder. Y eso supone la construcción de las organizaciones adecuadas a tal fin.
El congreso realizado en 1982 por la LIT (Liga Internacional de los Trabajadores -IV Internacional), organización fundada por Nahuel Moreno y dirigida hegemónicamente por el MAS, consideró muy importante que una de sus primeras resoluciones fuera la "Tesis contra el guerrillerismo", como documento constitutivo. Parece que el guerrillerismo en Nicaragua y El Salvador suponían un grave peligro para las posiciones del trotskismo.
En esas tesis la LIT caía en posiciones absolutamente reformistas. Afirmaba, por ejemplo, que la insurrección no es una lucha de un ejército contra otro, sino una lucha por el ejército. Como si se pudiera luchar por destruir, dividir y atraer una parte del ejército enemigo sin algo que lo golpee, lo derrote y le imponga bajas como para que se precipite su crisis.
Lenin evidentemente se quedó con militares zaristas, con unidades que se pasaron de bando. Pero, ¿sobre la base de qué? Sobre la base de la insurrección, del Comité Militar-Revolucionario de Petrogrado, la Guardia Roja, el asalto al Palacio de Invierno iniciado tras los cañonazos del crucero Aurora, etc. Sobre esta base pudo dividir al ejército zarista, semidestruído previamente por la guerra imperialista iniciada en 1914.
La LIT se preguntaba, en esta resolución, cuáles son las condiciones en que se puede formar un ejército; y su posición fue concluyente. La cito textualmente: "La necesidad de construir un ejército sólo se plantea a partir de la constitución del Estado Obrero". O sea, primero habría que tomar el poder y sólo después formar un ejército para defenderlo.
Es una posición teóricamente derechista y oportunista. Y por supuesto, no se quedaron allí sino que en política pasaron a juzgar las revoluciones existentes. Por ejemplo, a la Revolución Sandinista. Este era un ejemplo más que les quería dar de porqué entiendo que los trotskistas no son revolucionarios.
Repito: porque no se plantean formar fuerza propia para tomar el poder. Porque a las revoluciones que aparecen, como la Sandinista, las descalifican con estas palabras: "Otras direcciones como las guerrilleras se oponen al avance de las masas hacia el socialismo. El sandinismo, por ejemplo, luchó heroicamente para derrotar a la dictadura de Somoza, pero después no permitió que su pueblo siga adelante quitándole las tierras y las fábricas a los explotadores. Dedicó el sandinismo todo su prestigio, influencia y fuerza a impedir ese paso al socialismo".
Y no son sólo estas las cosas que quería comentarles, sino que volviendo al documento programático de línea de la LIT, sigue diciendo textualmente acerca del tema militar: "Las acciones que la guerrilla efectúa no acercan al proletariado a las masas, sino lo alejan de ellas. La guerrilla es un obstáculo absoluto para este programa militar trotskista para el armamento del proletariado. Es, por el contrario, imprescindible denunciar a la organización guerrillera y sus acciones ante el movimiento de masas, si verdaderamente queremos que los trabajadores se armen".
Creo que está claro y que no hacen falta mayores comentarios. Una posición similar de virulencia tienen contra Cuba, aunque la isla se mantiene firme en el socialismo pese al bloqueo del imperialismo declarado totalmente en febrero de 1962.
Por eso repito que a mi juicio queda demostrado que la propuesta y dirigencia trotskista no son revolucionarias. Naturalmente me refiero a la mayoría de sus dirigentes, reconociendo que en su base y sectores de direcciones intermedias hay muchos luchadores honestos y revolucionarios.
Trotskismo y divisionismo
Este problema, de que el trotskismo es divisionista, es en general un valor bastante entendido. Creo que de todas las críticas que le hacemos al trotskismo, es la más comprendida por los militantes populares porque la izquierda argentina lo ha vivido en carne propia. Veamos: hace algún tiempo, antes de que el Partido Comunista argentino los echara -cosa que el PC quería hacer- el Movimiento Al Socialismo dividió el Frente del Pueblo (FP), y en este punto coincidió con el Partido Obrero (PO), que ya lo había dividido anteriormente por la sencilla razón de que no había confluído a su conformación. Allí tenemos un ejemplo concreto de divisionismo y de por qué esas direcciones no son unitarias.
Rastreando algunos antecedentes en opiniones y puntos de vista de Trotsky, está su posición respecto a los frentes populares, los cuales, como todos sabemos, fueron planteados para enfrentar al nazismo. Lo hizo la III Internacional comunista en su VII Congreso de 1935 a través del informe del dirigente búlgaro Jorge Dimitrov, titulado"Fascismo y Frente Único".
En oposición a los planteos de la III Internacional, Trotsky dijo en el documento de la IV Internacional del año 1938: "La primera condición necesaria para la lucha revolucionaria contra el fascismo es el desenmascaramiento de la teoría y práctica del Frente Popular". Les pido que asociemos esto con los dichos del PO, que decía que para unir la izquierda, primero había que destruir al FP.
Cuando los frentes populares, a pesar de la advertencia de Trotsky, se fueron formando y jugando su papel en la lucha antifascista, este sentenció: "Los frentes populares por una parte y el fascismo por otra, son los últimos recursos políticos del imperialismo en la lucha contra la revolución proletaria".
Pero la vida demostró que los frentes populares servían para luchar contra el fascismo. Así se probó en España, China, Vietnam, Europa Oriental, etc. Los frentes no sólo eran antagónicos con el fascismo sino que desementían rotundamente a Trotsky, para quien sólo representaban maniobras del imperialismo. La verdad fue que el imperialismo se benefició con la labor escisionista de los trotskistas.
¿Son socialistas?
El cuarto punto a tocar es que los trotskistas no son socialistas.
Hay muchas razones para esgrimir al respecto. Pero esencialmente una: ¿cómo podemos calificar de socialista a quienes, en la tesis de fundación de la LIT (Cuarta Internacional) dijeron:
"Por un lado, todas las burocracias que regentean a los Estados obreros, sin excepción -desde Brezhnev a Deng Xiao Ping, desde Fidel Castro a Kim Il Sung- sean cuales fueran sus diferencias políticas, coinciden en el mantenimiento del statu quo, es decir, en defender el mantenimiento del capitalismo a escala mundial. Son contrarrevolucionarios por todos sus costados y sin ´doble´ naturaleza alguna. El poderío que tienen (...) lo usan para impedir que el capitalismo sea expropiado en el conjunto del planeta"?
Agregaron: "Por otro lado las burocracias están hundiendo a los estados que gobiernan en el pantano sin fondo de la crisis capitalista mundial. La dirección burocrática, que antes era un obstáculo relativo para el desarrollo de las fuerzas productivas en los estados que dirige, hoy se ha convertido en una traba absoluta para el desarrollo de las economías planificadas. Las únicas ´salidas´ a las que atina la burocracia son, por un lado, la imposición de planes de hambre y superexplotación, peores que los de las más bárbaras dictaduras capitalistas. Y, por otro lado, la creciente dependencia que está en tren de convertir a muchos estados obreros burocráticos en virtuales semicolonias de la banca imperialista" (Tesis de Fundación de la LIT, aprobadas en enero de 1982, página 19).
Tenemos muchas críticas que hacer al proceso de construcción del socialismo. En la URSS de hoy, a la "perestroika" de Mijail Gorbachov; hace unos años y en el pasado a las políticas revisionistas aplicadas por Nikita Kruschov y Leónidas Brezhnev. Las tenemos, inclusive, como diferencias -en algunos casos graves- con respecto a lo que pueda hacer Deng Xiao ping en China.
Pero de ahí a sumarnos a un ataque a esos países socialistas con las mismas palabras, los mismos enfoques que el imperialismo; calificar a esos países como que son peores que los países imperialistas, decir que son "virtuales semicolonias de la banca imperialista", etc. hay una distancia muy grande.
Estoy convencido de que los dirigentes trotskistas, con puntos de vista como los que acabo de citar, se ubican en el campo del imperialismo, objetivamente hablando. Esto más allá de las buenas intenciones y las reservas revolucionarias de mucha buena gente que milita en partidos trotskistas, en particular en el MAS -que es un partido con influencia de masas, etc.- y también de la que hay en el PO.
Pero más allá de las reservas de esos socialistas honestos, este tipo de puntos de vista de sus direcciones los lleva a coincidir en los puntos claves con el cuestionamiento del imperialismo a los países socialistas. Que son, justamente, su supuesto escaso desarrollo económico; que para los trotskistas es peor aún: es retroceso hacia la virtual semicolonia.
Y su segunda crítica, que no figura en la cita que hemos dado acá, pero que ustedes ya conocen, es el tema de la democracia. Que en Cuba no la hay, que en Rusia y en China tampoco, etc. Y en este sentido, las dos críticas que hace el trotskismo a los países socialistas son las dos críticas que hace el imperialismo: la supuesta falta de bienestar material y de desarrollo económico, y la presunta inexistencia de democracia política.
Subjetivismo del trotskismo
Pasando, por último, al quinto punto, quiero plantear que lo que caracteriza al trotskismo es su condición de fuerza política subjetivista. No hace análisis objetivos y científicos de las cosas, de los procesos y, por lo tanto, tiene una política errónea. A veces de "izquierda", muchas veces de derecha -en definitiva errónea-, que le hace mucho daño al movimiento revolucionario. Y lo voy a ilustrar con dos o tres ejemplos.
Un caso de subjetivismo: los trotskistas critican a la URSS afirmando que no pone en marcha los planes económicos que ellos proponen (lo cierto es que no se sabe cuáles son). Y que, por no prestarle atención a sus planes económicos, la Unión Soviética está estancada y no consigue darle trabajo a su gente. Y más aún: si se llevara el apunte a lo que ellos plantean, la Unión Soviética estaría en condiciones de darle trabajo a los millones de desocupados que hay en Europa capitalista, con lo cual se demostraría la superioridad del mundo socialista frente al capitalismo. O sea que ellos terminan criticando a la Unión Soviética por no resolver los problemas de desempleo que el capitalismo les depara a sus trabajadores.
Nosotros, en cambio, creemos que el socialismo debe construir la nueva sociedad en un país y ayudar política, económica y materialmente a los pueblos, incluyendo a los trabajadores europeos afectados por la desocupación, para hacer la Revolución; cosa que tal vez los soviéticos no hagan bien. Y ahí, entonces, hay que criticar fraternalmente a los dirigentes de aquellos países socialistas que no apoyan, o no lo hacen suficientemente, a las revoluciones obreras y populares.
Pero hay que criticarlos porque no ayudan, o no ayudan lo suficiente; y no porque no le dan trabajo a los millones de desocupados. Esto es lo que la burguesía europea querría: que la URSS les saque de encima a esos 30 millones de desocupados. Estos constituyen la principal fuente de conflicto, de lucha y, por ende, de factor revolucionario interno, que está muy lentamente fermentando en Europa occidental.
El segundo ejemplo del subjetivismo que quería marcar es que en una de las lecciones en que "Solidaridad Socialista" sintetizó la herencia que les dejó Nahuel Moreno se fundamentaba el por qué de un Partido Revolucionario Mundial. Cuando lo planteaban (para ellos es la LIT), se preguntaron a propósito de la dictadura de Pinochet: "¿Cómo echar de una vez por todas al siniestro Pinochet?". Y se contestaron: "Tenemos que unirnos en todas partes para declarar un boicot. Que no llegue un buque ni un avión, que no suene un teléfono en Chile mientras esté este asesino en el gobierno. Caería inmediatamente".
Esa es la acendrada subjetividad de los trotskistas. No entienden que si Pinochet sigue firme en Chile, es porque tiene Fuerzas Armadas que están con él, tiene apoyo del imperialismo yanqui, está bancado por la oligarquía, el reformismo tiene mucho peso en las fuerzas de izquierda, hubo una derrota de la cual éstas se están recuperando, etc. En fin, estas son las razones por las que no cayó Pinochet, además de la falta de un partido revolucionario internacional. Y estas razones básicas no van a desaparecer inmediatamente gracias al recurso mágico de formar un "Partido Revolucionario Mundial".
El tercer ejemplo que serviría para demostrar el subjetivismo de los trotskistas se refiere a su crítica fácil contra la burocracia en general, a los "Estados obreros burocráticos o degenerados", como los llaman ellos.
Acá confunden una primera cuestión, al identificar a Gorbachov con Lorenzo Miguel. No es mi intención seguir aburriendo con citas, pero el punto 3 de "Las lecciones" de Nahuel Moreno ("Democracia obrera", "Por qué y para qué") identificó literalmente a Gorbachov y Fidel con Lorenzo Miguel. Veamos: "En la URSS, igual que en Cuba y en el sindicalismo de Lorenzo Miguel, hay lista única, no se permite hacer asambleas, y se impone una dictadura totalitaria para mantener los sueldos millonarios y los privilegios de la casta administradora". Está clarito: Gorbachov, Fidel Castro y Lorenzo Miguel serían casi lo mismo.
Yo creo que es monstruoso confundir la burocracia de Lorenzo Miguel (secretario vitalicio de la Unión Obrera Metalúrgica), a sueldo de los patronales, vehículo no sólo teórico sino también fuerza de choque de las clases dominantes de un país capitalista dependiente, con los problemas reales de burocracia -en este caso agrandados por los trotskistas- que existen en los países socialistas.
Los trotskistas deberían ser honestos y confesar que no están polemizando con Gorbachov hoy, como antes con Stalin. Están polemizando con Lenin, porque fue el hombre que a la cabeza del partido bolchevique organizó ese Estado obrero y campesino en la Rusia atrasada donde se consiguió tomar el poder.
En el tomo II de sus escritos contra Trotsky, Lenin reconoció en primer lugar que se necesitaba la burocracia y los especialistas, y que había que pagarles sueldos mejores porque los precisaba para estructurar el poder soviético. El reconocía que apostó a que los obreros avanzados de Europa vinieran en auxilio de la naciente sociedad soviética para enseñar cómo hacer determinadas cosas. "Pero como esa revolución se atrasó", -decía Lenin- "es que tenemos que acudir dentro de Rusia y fuera de Rusia, en el país y en el extranjero, al auxilio de los intelectuales y especialistas burgueses, pagando".
Con ello planteaba abiertamente que era un impuesto que tenía que pagar para que la burguesía, los organizadores de trusts, de monopolios y de empresas, les enseñaran cómo hacer para organizar grandes empresas soviéticas.
Luego de este período, Lenin mismo reconoció que el problema de extirpar la burocracia era un complicado y muy difícil proceso. Concretamente advirtió: "Pasarán décadas antes de que podamos superar los males de la burocracia. Es una lucha muy difícil, y cualquiera que afirme que podremos librarnos de golpe de las prácticas burocráticas adoptando plataformas antiburocráticas, no es más que un charlatán con inclinación a las palabras bonitas. Por supuesto que los excesos burocráticos deben corregirse de inmediato. Una cosa son los excesos que se pueden evitar, y otra cosa es el mal de fondo de la burocracia que, lamentablemente, pasarán décadas antes de que podamos conjurarlo".
Y más preciso todavía -esto en respuesta a trotskistas que hablan del Estado burocrático o de deformación burocrática-, Lenin más adelante dijo: "Cuando hombres como Kutuzov dedican parte de un discurso práctico a señalar los excesos burocráticos de nuestro aparato, respondemos: Eso es cierto, nuestro Estado tiene una deformación burocrática. Invitamos a los obreros y apartidistas a unirse a nosotros para luchar contra eso".
¿Cuál es la razón de la aparición de la burocracia, por ejemplo en la Unión Soviética? Creo que la razón de fondo es de orden objetivo, junto con los errores políticos que pueden haber cometido y que cometen hoy los dirigentes de países socialistas. Existen razones objetivas, que explican el por qué de esa aparición de fenómenos de burocracia y también de hegemonismo. Para mi sorpresa, en un trabajo de Lenin de 1922, hablando del imperialismo y del hegemonismo leí: "Otra cosa es cuando nosotros mismos caemos, aunque más no sea en pequeñeces, en actitudes imperialistas hacia nacionalidades oprimidas, quebrantando con ello por completo nuestra sinceridad de principios, toda la defensa que -con arreglo a los principios- hacemos de la lucha contra el imperialismo". ("Acerca del problema de las nacionalidades", Lenin, 30/12/1922).
O sea que el mismo jefe de la revolución soviética, que reconocía que el Estado Socialista tiene deformaciones burocráticas, admitía también que a veces se cae en algunas actitudes hegemonistas o imperialistas, frente a las nacionalidades oprimidas. En este caso se trataba de la Unión Soviética y creo recordar que se refería a Georgia, criticando la actuación que allí tuvo Stalin.
El dato concreto es que aún en el socialista aparecen o se mantienen la burocracia y otros fenómenos de características profundamente criticables. Eso tiene muchas raíces. Las vueltas de la historia y las condiciones de lucha contra el imperialismo determinaron que la revolución socialista se pudiera realizar primero no en las avanzadas de Washington, Londres o Berlín. Por esos recodos que caracterizaron siempre el camino recorrido por la lucha de clases, los comunistas nos alzamos con el poder en la atrasadísima Rusia, medievalista, bárbara, asiática, la de Petrogrado y de Moscú. Y hete aquí que los revolucionarios luego vencimos en la semicolonial China, más tarde en La Habana y en Managua.
Este es el rumbo que siguió la Revolución Socialista y la causa de la liberación nacional y social en estos últimos 70 años. Resulta claro que en estos países atrasados desde el punto de vista de su desarrollo económico, existe también "atraso" en lo científico, tecnológico y en el resto de la superestructura ideológico-política.
No sólo reconocemos estos atrasos, sino que también afirmamos que hubo, y siguen habiendo errores, de derecha y de "izquierda", en el tratamiento de esos atrasos.
Nos preocupa en este momento el desarrollo de concepciones oportunistas de derecha, reformistas, en el interior del movimiento comunista internacional. Entre otras consecuencias negativas, dichas concepciones afectan y rebajan la consigna del internacionalismo proletario.
En cuanto a los planes para la construcción del socialismo en cada uno de estos países se están produciendo reformas profundas, como es el caso de la "perestroika" de la Unión Soviética. Al respecto reconocemos como necesidad un aspecto de dicha "renovación": lo que tenga que ver con una mayor democracia, agilización de los planes económicos, descentralización de organismos y administradores, eficientización de los resultados económicos, etc.
Pero ello no nos impide plantearnos toda una serie de dudas e interrogantes sobre los otros aspectos del problema; no estamos de acuerdo con quienes dicen que es necesaria una tasa determinada de desempleo en un sistema socialista; no estamos de acuerdo con ataques unilaterales contra la obra de Stalin; no estamos de acuerdo con la visión de un "mundo integrado, más allá de las ideologías, un mundo humano", etc.
Pero una cosa son estas opiniones críticas, y otra muy distinta es un balance liquidador, unilateral, enfatizando sólo los "errores" de la "burocracia degenerada", tal como gustan llamarla los trotskistas.
Por otro lado, la pregunta que deberíamos hacer a estos señores es: ¿entonces no debíamos tomar el poder de estos países atrasados?¿Qué tenían que hacer los sandinistas?¿Acaso esperar que los Robelo y Chamorro se encargaran de desarrollar las fuerzas productivas en Nicaragua y recién entonces tomar el poder?¿Y si se hacía demasiado tarde?
En definitiva. Los trostskistas coinciden con los mencheviques en que el enfoque leninista de "crisis revolucionaria" y asalto del poder sería "aventurerismo" y "terrorismo". Había que aguardar el turno de la burguesía, decían los mencheviques, para que ésta "europeizara" la Rusia atrasada. Con desarrollo económico, fuertes sindicatos, mucho parlamentarismo, abundante democracia, educación obrera, etc., recién entonces los trabajadores podrían comenzar a pensar en algo diferente y socialista.
La respuesta más contundente a este razonamiento reformista fue dado por Lenin en su trabajo "Nuestra Revolución", escrito en 1923 para hacer un balance de la revolución bolchevique.
Dijo allí: "Por ejemplo, no puede ser más estereotipada la argumentación empleada por ellos, y que han aprendido de memoria durante la época del desarrollo de la socialdemocracia de Europa Occidental, de que nosotros no hemos madurado para el socialismo, que no existen en nuestro país -como se expresan varios señores eruditos que militan en sus filas- las premisas económicas objetivas para el socialismo. Y a ninguno de ellos se les pasa por la imaginación preguntarse: ¿Pero no podía un pueblo que se encontró con una situación revolucionaria como la que se formó durante la guerra imperialista, no podía bajo la influencia de su situación desesperada lanzarse a una lucha que le brindara por lo menos alguna perspectiva de conquistar para siempre condiciones no del todo habituales para el mejor incremento de la civilización?. ´Rusia no alcanzaba tal desarrollo de las fuerzas productivas que haga posible el socialismo´. Todos los héroes de la II Internacional, entre ellos naturalmente Kautsky, van y vienen con esa tesis como chicos con zapatillas nuevas. Esta tesis indiscutible la repiten de mil maneras y les parece que es decisivo para valorar nuestra Revolución. Pero, qué hacer si una situación peculiar ha llevado a Rusia primero a la 1° Guerra Mundial imperialista, en la que intervienen todos los países más o menos importantes de Europa Occidental y ha trocado su desarrollo al borde de las revoluciones de Oriente, que comienzan y que en parte han comenzado ya, unas condiciones en las cuales hemos podido llevar a la práctica, precisamente, esta alianza de la guerra campesina con el movimiento obrero, de la que, como una de las probables perspectivas, escribiera Marx en 1856, refiriéndose a Rusia. Si para implantar el socialismo se exige determinado nivel cultural, pero nadie me puede decir cuál es ese nivel cultural, ya que es diferente en cada uno de los países de Europa Occidental, porqué entonces no podemos comenzar primero por las conquistas, por vía revolucionaria, de las premisas para este determinado nivel, y luego, ya a base del poder obrero y campesino, ponernos en marcha para alcanzar a los demás pueblos".
En definitiva los pueblos que han hecho la revolución, Rusia, China y Cuba, entre otros, se han encontrado con mil problemas. Creo que muchos de ellos son de base objetiva, o sea que tienen que ver con el tipo de sociedades en las que triunfó la revolución y se pudo tomar el poder.
Reitero que lamentablemente no fueron los EU, Alemania, Francia, Japón o Inglaterra. Si hubiéramos tomado el poder en cualquiera de estos países, por supuesto que tendríamos un montón de cosas mucho mejor resueltas. Porque en la Unión Soviética el primer tractor recién salió fabricado en 1930. Si hubiéramos tomado el poder en Inglaterra o en EU, evidentemente el progreso técnico, organizativo y material hubiera sido mucho más rápido, porque habríamos partido de otro nivel inicial.
Hay razones objetivas, repito, ligadas con el tipo de sociedades en las que se conquistó el poder y se comenzó a forjar el socialismo.
En segundo lugar, otras de las razones de orden objetivo son las guerras que sufrieron estos países socialistas.
En el caso de la Unión Soviética hay que tener en cuenta que el país perdió en los cuatro años de la guerra imperialista de 1914, y entre 1918 y 1922, 8 millones de habitantes entre la población civil, y un millón de combatientes del Ejército Rojo en la época de la Guerra Civil. Estas cifras deben tenerse en cuenta, así como lo que los soviéticos sufrieron en la llamada Gran Guerra Patria, entre 1941 y 1945. Porque allí perdieron 20 millones de hombres y el 40% de la industria que habían alcanzado a levantar desde 1930 en adelante. Perdieron enteras 1.700 ciudades, 70 mil aldeas, más de dos mil sovjoses y koljoses, miles de kilómetros de vías férreas.
Y desde ya reconocemos que también hay razones de tipo político, ya que no todas las causas son de tipo objetivo. Es en el campo político donde debemos preguntarnos: ¿estuvo bien o mal la "Revolución Cultural Proletaria en China"?; ¿es correcto enfatizar tanto en los países socialistas los aumentos de salarios y otros beneficios o "incentivos" materiales?; ¿por qué ingresó Polonia en el FMI?; ¿está bien arrendar a familias las tierras públicas e incluso empresas estatales?
Como podrán apreciar ustedes, nuestro Partido no es consulado político de nadie y tiene su opinión independiente acerca de estos temas. Pero lo discutimos a fondo, fraternalmente, dentro del movimiento comunista internacional, sin pelos en la lengua. Es una cosa muy distinta a lo del MAS, que propone para Cuba "un gobierno de trabajadores" porque supuestamente el Partido Comunista y Fidel Castro no permitirían la democracia.
Confío en que haya quedado en claro porqué el Partido de la Liberación se basa en el marxismo-leninismo y no en el trotskismo, corriente ideológica y política con la que libra una lucha de principios, táctica y estratégica.
No comments:
Post a Comment