Aquellos que desean reformar la sociedad deben saber que no se puede crear un medio apropiado. El medio en el que vivimos es creado, toda esta estructura humana ha sido creada por los temores humanos, los anhelos, las esperanzas, los deseos, los logros. Ahora bien, no se puede crear un medio perfecto, porque cada ser humano está creando, conforme a sus fantasías y deseos, nuevas series de condiciones.
Pero si una persona tiene una mente en la que ha florecido la inteligencia, puede abrirse paso a través de todos los diferentes medios falsos y, por consiguiente, estar libre de la conciencia del “yo”, la conciencia del “yo” en el sentido de lo mío, que es resultado del medio.
A fin de cuentas, cada cual cree de una manera diferente lo que para él sería un medio perfecto. Cada cual necesita un medio perfecto que lo satisfaga, que no le genere conflicto interno alguno. Por esto no puede haber un medio perfecto. Pero si hay inteligencia, entonces el medio carece de valor, nada significa, porque en tal caso la inteligencia está libre de las circunstancias, funciona en plenitud.
La cuestión no es si podemos crear un medio perfecto, sino más bien cómo despertar esa inteligencia que estará libre del medio, ya sea este imperfecto o perfecto. Podemos despertar esa inteligencia cuestionando todo el valor de cualquier medio en el que nuestra mente esté atrapada. Entonces vemos que estamos libres de cualquier medio en particular, porque estamos viviendo de manera inteligente, no deformados, falseados, moldeados por el medio.
Esto no significa que no debamos luchar, pero no tenemos que dar por sentado la virtud de la lucha. Hay que saber que existe una manera natural de hacer las cosas, una manera espontánea, sencilla, suave, sin esa agresiva, viciosa virtud.
Antes que nada, a fin de luchar, debemos saber contra qué estamos luchando. Tiene que haber una comprensión fundamental, no una comprensión de lo secundario. Ahora somos conscientes de lo secundario, por eso combatimos, por eso deseamos reformar, modificar, transformar, sin cambiar fundamentalmente toda la estructura de la vida humana. Seguimos queriendo proteger la consciencia del “yo”, la cual es la falsa reacción al medio; queremos proteger eso, y sin embargo queremos transformar el mundo. En otras palabras, queremos tener nuestra propia cuenta bancaria, nuestras propias posesiones, queremos resguardar este sentido de “lo mío” y “lo tuyo”.
Lo que uno tiene que hacer es averiguar si está tratando con lo fundamental o simplemente con lo superficial. Y lo superficial existirá mientras nos estemos ocupando tan sólo en modificar el medio a fin de aliviar el conflicto. Es decir, deseamos seguir aferrados a la conciencia del “yo”, a “lo mío”, pero deseamos no obstante modificar las circunstancias a fin de que no generen conflicto en ese “yo”.
Eso es un pensamiento superficial, y de tal pensamiento debe emanar, naturalmente, una acción superficial. Mientras que si pensamos de manera fundamental, esto es, si cuestionamos el medio en sí, entonces estamos actuando fundamentalmente y, por ello de forma perdurable.
Y en esto hay éxtasis, hay un júbilo del que ahora nada sabemos porque tenemos miedo de obrar fundamental y adecuadamente.
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