SUPERMAN EXPLICA A NIETZSCHE

Conseguir que la juventud preste atención a un libro de filosofía es, para muchos, una tarea propia de superhéroes. Los más cínicos dirán que lograr que lean un libro ya lo es. Sin embargo, está sucediendo. En EE UU cada vez son más los textos que acercan, de una manera divertida, las teorías clásicas de la moral y la virtud al público contemporáneo. Antes fue 'Los Simpson y la filosofía', publicado en España por Blackie Books. Ahora, esta misma editorial presenta 'Los superhéroes y la filosofía'. Se trata de una colección de pequeños ensayos en la que un grupo de 16 profesores de Filosofía juzgan el comportamiento de Superman, Batman, Spiderman o los X-Men a la luz de las enseñanzas de Sócrates, Platón y Aristóteles.

Capitaneados por los hermanos Morris (Tom, el filósofo, y Mat, guionista de cómic) esta suerte de 'liga por la justicia, el bien y la divulgación de la sabiduría' se embarca en la misión de hacer comprensible cada uno de los pliegues de la personalidad humana que se esconde bajo la capa de esos personajes de ficción dotados de poderes inimaginables. Usan el método socrático -eso reza el subtítulo, 'La verdad, la justicia y el modo socrático'- y quizá la ortodoxia se tire de los pelos por su atrevimiento, pero a través de esta atractiva y pujante filosofía pop los simples mortales podemos aprehender conceptos básicos de un saber que en la sociedad actual parece reservado a extraños eremitas refugiados en bibliotecas.

La obra cuenta con una brillante traducción de Cecilia Belza y Gonzalo García, lo que se agradece especialmente en algunos hilarantes dobles sentidos. El libro nos plantea interesantes preguntas acerca de qué es un superhéroe, por qué se comporta como lo hace, qué tiene de heroica la lucha para un ser que por definición es invulnerable… Realmente son altruistas sus acciones o 'sencillamente', contraponiendo Nietzsche a Kant y a Platón: si sus capacidades les permiten imponer su voluntad, cuál es la razón de su comportamiento moralmente virtuoso.

Nuevos tiempos

«Sócrates debería haber sido escritor de cómic» proclama el guionista de historietas Mark Waid. Por más que la crítica cultural no valore el género, sus creadores han desarrollado todo un universo ético que se enfrenta a la realidad. Como Waid reconoce, «no es capaz de recordar más de nueve nombres de presidentes de EE UU», no obstante, sabe que para las nuevas generaciones, «el mundo que los rodea es un lugar más peligroso, injusto y jodido de lo que jamás hubieran pensado sus padres.(…) Es un lugar en el que siempre se impone el capitalismo sin freno, en el que los políticos mienten, en el que los ídolos deportivos se drogan y pegan a sus mujeres y en el que una valla blanca es sospechosa porque esconde cosas muy negras». ¿Cómo creer entonces que otro mundo es posible? «Porque la auténtica búsqueda de la sabiduría no empieza hasta que no admitimos que, en realidad, no sabemos nada». Sócrates dixit.

Dudemos. ¿No habrá más en las historietas gráficas que la simple aventura para entretener mocosos en pantalón corto? «Superman y Batman son el Platón y el Aristóteles del mundo del cómic», osa decir Tom Morris en el ensayo final del volumen. En ese momento, el lector se toma un segundo para encajar la patada en las tripas. Continúa Morris: «Platón es el filósofo teórico del ideal, pensador ultramundano, que aleja nuestra mirada de los detalles de este mundo y se centra en el modelo celestial del Bien. Superman viene del cielo, personifica nuestros ideales y está siempre comprometido con el Bien. Aristóteles, por el contrario, es un pensador terrenal, interesado en las Ciencias Naturales e inmerso en lo real y lo práctico. El inventor de la lógica (…) Análogamente, Batman es un superhéroe de este mundo, pragmático, luchador feroz que no vacila en usar todos los medios disponibles, la tecnología, las ciencias aplicadas, además de ser un detective excelso, que exhibe una lógica insuperable en todo lo que hace».

La apuesta de Morris es arriesgada. No faltará quien considere estas analogías oportunistas y poco profundas, mas ese no es el público objetivo del autor del best sellers como 'Si Aristóteles dirigiera General Motors', 'Si Harry Potter dirigiera General Electric', 'Philosophy for Dummies' y 'Making Sense of it All'. Este doctorado por Yale ha encontrado su camino dando conferencias públicas sobre Filosofía por todo EE UU. Y la fórmula funciona. La exposición de la amistad aristotélica tomando como referente las relaciones afectivas del Caballero Oscuro es bastante más eficiente para un estudiante de Secundaria, sin duda, que obligarle a leer 'Ethica'.

Matt Morris es el encargado de esa tarea. El filósofo aseguraba que existen tres tipos de amistad: la que depende del interés o la utilidad; la que se da por placer; y finalmente la amistad perfecta o completa. Pese a lo reservado que resulta el alter ego de Bruce Wayne, o precisamente por eso, su esfera íntima resulta ser un trabajo de campo inmejorable.

Los fanáticos de las aventuras seguro que estarán deseando conocer cómo es la amistad del enmascarado con Catwoman, Dos Caras, el inspector Jim Gordon y Alfred, su leal mayordomo. Los más chismosos puede que esperen algún chascarrillo sobre la no pocas veces insinuada 'especial' amistad con Robin. Más aún observada a través de las enseñanzas llegadas desde la Grecia clásica. No hay nada de eso. De hecho, lo importante del capítulo no es tanto la disertación sobre lo que pase en la Batcueva, sino los ejemplos propuestos sirvan a la juventud para reflexionar sobre las relaciones de amistad que entablan, en qué se fundamentan y que les ayude a salir de una caverna en la que los ecos del entorno, a menudo, no les permiten oír sus propias verdades.

«En el fondo no hay nada raro en usar referencias populares para ilustrar teorías complejas», argumenta William Irwin, profesor del King's Collage de Pennsylvania. «Esto es lo que la filosofía ha tratado de hacer desde el principio. Sócrates llevaba su mensaje a la gente en las calles de Atenas hablándoles en su idioma, con analogías agrícolas y mitología común».

Hércules, Ícaro, Ulises… Los superhéroes no dejan de ser una versión moderna de los semidioses clásicos. Mark White, un profesor de la Universidad de Nueva York, utiliza a menudo al protector de Gotham en sus clases. «Soy consciente de que suscita algunas risas en los pasillos», admite, pero surte efecto. «No se trata de enseñar filosofía del cómic, sino de usar las historietas para enseñar filosofía». Y cada vez es más común en EE UU.

Las aventuras del universo Marvel o DC sirven para introducir todo tipo de temas. Esta el archiconocido del deber moral personalizado en Spiderman: «Todo gran poder implica una gran responsabilidad», pero hay muchos otros menos conocidos. El hecho religioso, por ejemplo. No hay muchos superhéroes que sean creyentes. Puede que Matt Murdock, Daredevil, sea el único. Y tampoco está claro si su fe es verdadera o los restos de una educación en un ambiente cristiano, marcada por el traumático abandono sufrido con la huida de su madre, hoy convertida en monja. ¿Es católico el abogado ciego de Hell's Kitchen? Tom Morris concluye que es lo más probable. No obstante, como siempre en este libro, lo llamativo del artículo no es el credo que profesa este rondador nocturno. Reflexiona sobre la extendida idea de que la fe se sustenta en el miedo y utiliza para ello la paradoja de que solo el personaje conocido como 'el hombre sin miedo' (ese es el poder de Daredevil, la incapacidad de sentir temor alguno) sea el que muestra una abierta inclinación hacia lo divino.

También se encarga el libro de la familia. Es el pasaje más flojo del texto. Seguramente porque, como los autores no se cansan de recordar, el cómic de superhéroes nace, en parte, para defender y publicitar el modo de vida y los valores de la América de los 50. La cuestión es la siguiente: ¿por qué sólo un grupo de defensores de la justicia, de los muchos equipos y ligas de superhéroes que existen, ha logrado convertirse en una familia, cuando todos presumen de ser como una familia? La respuesta, tramposa, es que Los 4 fantásticos son los únicos que representan una familia de superhéroes, y la razón: los lazos sanguíneos. No hace falta una licenciatura en Filosofía para darnos cuenta de que si p es igual a q, q es igual a p. Es decir, no es necesario un sesudo análisis que demuestre que Los 4 fantásticos se comportan como una familia, cuando todo el mundo sabe que Richard Reed está casado con Sue Store Reed y que a su vez el Hombre Antorcha es hermano de esta última. Blanco y en botella. A no ser que lo que pretenden Chris Ryall y Scout Typton en su ensayo sea insinuar que solo el sacrosanto modelo de familia tradicional puede considerarse como tal.

Tampoco falta la perspectiva de género en el libro. Son pocas las superheroínas y menos las que no necesitarían algo más de tela en sus trajes. Las licras de sus compañeros resultan bastante más recatadas, por muy ajustadas que las lleven. Anécdotas al margen, es llamativo que únicamente en los X-men las féminas aparezcan como individuos tan poderosos, cuando no más, que los varones. Tormenta, Mística y, la eterna, Jean Grey son los caracteres más fuertes de esa saga.

El mal innecesario

Finalmente, es importante señalar la figura del justiciero. «Quien con monstruos luche cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, también este mira dentro de ti». Lo dijo Nietzsche y es un perfecto axioma para abordar la figura de Rorschach (Wachtmen) o del mismo hombre murciélago. ¿No serán algunos superhéroes nada más que psicópatas movidos por la venganza? Un repaso de sus actos desmonta la posibilidad. Por lo general, tratan de evitar cualquier mal innecesario. No ejecutan a los villanos que derrotan, por más que estos siempre escapen de presidio y vuelvan a cometer todo tipo de tropelías.

¿Por qué? Sin entrar en que el hecho de que 'tratar de evitar males innecesarios', no deja de ser una justificación ética de los daños colaterales a los que tan acostumbrados estamos últimamente, la respuesta apunta a la virtud moral, en el más puro sentido platónico, de estos personajes. El hombre virtuoso es más feliz que el villano. La felicidad no abandona a las personas sencillas.