Sunday, December 2, 2012

LEAN ESTOS ESCRITOS DEL FILOSOFO SOCRATES ACERCA DE COMO EL PLD, CONVIRTIO A LA REPUBLICA DOMINICANA EN UN INFIERNO OLIGARQUICO, EN UN ESTADO-OLIGARQUICO. LA CONVERSION DE NUESTRO PAIS EN UN GOBIERNO-OLIGARQUICO HA SIDO LA RAIZ DE EL NARCO TRAFICO, DE LOS ASESINATOS, DE LAS DIABLURAS Y BELLAQUERIAS

ESTIMADOS AMIGOS, LEAN ESTOS ESCRITOS DEL FILOSOFO SOCRATES ACERCA DE COMO EL PLD, CONVIRTIO A LA REPUBLICA DOMINICANA EN UN INFIERNO OLIGARQUICO, EN UN ESTADO-OLIGARQUICO. LA CONVERSION DE NUESTRO PAIS EN UN GOBIERNO-OLIGARQUICO HA SIDO LA RAIZ DE EL NARCO TRAFICO, DE LOS ASESINATOS, DE LAS DIABLURAS Y BELLAQUERIAS. Y LA CONVERSION DEL PAIS EN UN PAIS SOCIALISTA, CRISTIANO, ARISTOCRATICO, CHAVIZTA, BOSCHISTA, BOLIVARIANO, MARXISTA ES LA UNICA SOLUCION AL NARCO-TRAFICO Y A LOS ASESINATOS.


La Republica Dominicana necesita un gran revolucionario como el ex-presidente Rafael Trujillo y el Presidente de Venezuela Hugo Chavez en estos precisos momentos !!


CONVERSACION ENTRE SOCRATES Y ADIMANTO, LIBRO 8, PARTE 6, LA REPUBLICA, DE PLATON

SOCRATES: El que sigue a aquel sistema es, según creo, la oligarquía.

ADIMANTO: Pero ¿a qué clase de constitución -dijo- llamas oligarquía?

SOCRATES: Al gobierno basado en el censo, en el cual mandan los ricos sin que el pobre tenga acceso al gobierno.

ADIMANTO: Ya comprendo -dijo.

SOCRATES: ¿Y no habrá que decir cómo se empieza a pasar de la timarquía a la oligarquía?

ADIMANTO: Sí.

SOCRATES: Pues bien, hasta para un ciego está claro cómo se hace el cambio.

ADIMANTO: ¿Cómo?

SOCRATES: Aquel almacén que tenía cada cual lleno de riquezas, ése es el que pierde al tal gobierno, porque comienzan por inventarse nuevos modos de gastar dinero y para ello violentan las leyes y las desobedecen tanto ellos como sus mujeres.

ADIMANTO: Natural.

SOCRATES: Luego cada cual empieza, me imagino yo, a contemplar a su vecino y a quererle emular y así hacen que la mayoría se asemeje a ellos.

ADIMANTO: Es natural.

SOCRATES: Y a partir de entonces avanzan cada vez más por el camino de la riqueza y, cuanto mayor sea la estima en que tienen a ésta, tanto menor será su aprecio de la virtud. ¿O no difiere la virtud de la riqueza tanto como si, puestas una y otra en los platillos de una balanza, se movieran siempre en contrarias direcciones ?

ADIMANTO: En efecto.

SOCRATES: De modo que cuando en una ciudad son honrados la riqueza y los ricos, se aprecia menos a la virtud y a los virtuosos.

ADIMANTO: Evidente.

SOCRATES: Ahora bien, se practica siempre lo que es apreciado y se descuida lo que es menospreciado.

ADIMANTO: Tal sucede.

SOCRATES: Y así aquellas personas ambiciosas y amigas de honores pasan por fin a ser amantes del negocio y la riqueza; y al rico le alaban y admiran y le llevan a los cargos, mientras al pobre le desprecian.

ADIMANTO: Completamente.

SOCRATES: Y entonces establecen una ley, verdadero mojón de la política oligárquica, en que determinan una cantidad de dinero, mayor donde la oligarquía es más fuerte y menor donde es más débil, y prohíben que tenga acceso a los cargos aquel cuya fortuna no llegue al censo fijado; y esto lo logran o por la fuerza y con las armas o bien, sin llegar a tanto, imponiendo por medio de la intimidación ese sistema político.

ADIMANTO: ¿No es así?

SOCRATES: Así ciertamente. He aquí el modo en que por lo regular se instaura.

ADIMANTO: Sí. Pero ¿cuál es el carácter de ese sistema? ¿Y cuáles son los defectos que le atribuíamos?

SOCRATES: Ante todo la propia naturaleza de su marca distintiva. Considera, en efecto: si a los pilotos de las naves se les eligiera del mismo modo, conforme a censo, y al pobre, aunque fuese mejor piloto, no se le confiara... -¡Mala sería -dijo- la navegación que llevasen!

ADIMANTO: ¿Y no ocurre también lo mismo con el mando de cualquier otra cosa?

SOCRATES: Creo que sí.  ¿Excepto con el de la ciudad? ¿O también con el de la ciudad?

ADIMANTO: Mucho más que con ninguno, porque es un mando sumamente importante y difícil.

SOCRATES: Pues bien, he aquí un primer defecto capital que puede atribuirse a la oligarquía.

ADIMANTO: Tal parece.

SOCRATES: ¿Y qué? ¿Acaso es este otro menor que aquél?

ADIMANTO: ¿Cuál?

SOCRATES: El de que una tal ciudad tenga necesariamente que ser no una sola, sino dos, una de los pobres y otra de los ricos, que conviven en un mismo lugar y conspiran incesantemente la una contra la otra.

ADIMANTO: No es nada menor, ¡por Zeus!

SOCRATES: Pues tampoco es precisamente una ventaja el ser tal vez incapaces de hacer una guerra por verse reducidos, o a servirse de la plebe armada y temerla entonces más que a los enemigos , o bien a no servirse de ella, caso en el cual se verá en la batalla misma que merecen bien su nombre de oligarcas ; aparte de que, por ser amantes del dinero, no estarán dispuestos a contribuir con él .

ADIMANTO: No, no es ninguna ventaja.

SOCRATES: ¿Y qué? Aquello que hace rato censurábamos, lo de que en una tal ciudad se ocupen las mismas personas de muchas cosas distintas, como la labranza, por ejemplo, y los negocios y la guerra, ¿acaso te parece que eso está bien?

ADIMANTO: En modo alguno.

SOCRATES: Pues considera si el siguiente no es el mayor de todos esos males y el que este régimen es el primero en sufrir.

ADIMANTO: ¿Cuál?

SOCRATES: El de que sea lícito al uno vender todo lo suyo y al otro comprárselo y el que lo haya vendido pueda vivir en la ciudad sin pertenecer a ninguna de sus clases ni ser negociante ni artesano ni caballero ni hoplita, sino pobre y mendigo por todo título.

ADIMANTO: Sí que es el primero.

SOCRATES: En efecto, en las ciudades regidas oligárquicamente no hay nada que lo impida. Pues en otro caso no serían los unos demasiadamente ricos y los otros completamente pobres.

ADIMANTO: Justo.

SOCRATES: Ahora mira lo siguiente: cuando, siendo rico, dilapidaba el tal su fortuna, ¿acaso le resultaba entonces algo más útil a la ciudad con respecto a lo que ahora decidamos? ¿O tal vez, aunque pareciera ser de los gobernantes, no era en realidad ni gobernante ni servidor de la ciudad, sino solamente un derrochador de su hacienda?

ADIMANTO: Así es. Parecía otra cosa, pero no era más que un derrochador.

SOCRATES: ¿Quieres, pues, que digamos de él que, del mismo modo que nace en su celdilla el zángano, azote del enjambre, igualmente nace ése en su casa como otro zángano, azote de la ciudad ?

ADIMANTO: Ciertamente, ¡oh, Sócrates! -dijo.

SOCRATES: ¿Y no será, Adimanto, que, mientras la divinidad ha hecho nacer sin aguijón a todos los zánganos alados, en cambio entre esos pedestres los hay que no lo tienen, pero hay otros que están dotados de aguijones terribles? ¿Y que de los carentes de aguijón salen quienes a la vejez terminan siendo mendigos, y de los provistos de él, todos aquellos a los que se llama malhechores?

ADIMANTO: Muy cierto.

SOCRATES: Es evidente, pues -dije yo-, que, en una ciudad donde veas mendigos, en ese mismo lugar estarán sin duda ocultos otros ladrones, cortabolsas, saqueadores de templos y artífices de todos los males semejantes .

ADIMANTO: Evidente.

SOCRATES: ¿Y qué? ¿No ves mendigos en las ciudades regidas oligárquicamente?

ADIMANTO: Casi todos son pobres y mendigos, excepto los gobernantes.

SOCRATES: ¿No pensaremos, pues, que también hay en ellas muchos malhechores dotados de aguijones a quienes el gobierno se preocupa de contener por la fuerza?

ADIMANTO: Así lo pensamos.

SOCRATES: ¿Y no diremos que es por ignorancia y mala educación y mala organización política por lo que se da allí esa clase de gentes?

ADIMANTO: Lo diremos.

SOCRATES: Tal será, pues, la ciudad regida oligárquicamente y tantos, o quizá más todavía, los vicios que contiene.

ADIMANTO: Quizá.




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