Monday, September 24, 2012

EL MATERIALISMO HISTORICO: CONCEPCION DEL PROLETARIADO REVOLUCIONARIO ESTABLECE QUE LA REPRESION DE LA DICTADURA DEL PROLETARIADO EN LA REPUBLICA DOMINICANA, SOBRE LOS AGENTES DE LA BURGUESIA, LOS TERRATENIENTES E INFILTRADOS Y SABOTEADORES DEL MARXISMO ES UN DERECHO DE LOS TRABAJADORES DOMINICANOS


La contradicción que hace de escenario material, en el que se ventila la controversia irreconciliable entre el materialismo histórico, que es la filosofía de la historia del proletariado, y con éste, de todas las clases trabajadoras productivas, de un lado, y en lado contrapuesto, el idealismo filosófico en que se sustenta y en lo que deviene la interpretación de la historia en aras del interés de las clases explotadoras y opresoras, tanto correspondientes a la época del inicio del esclavismo y de todo el curso histórico de éste, como del feudalismo medieval de los latifundistas, terratenientes y nobleza medieval, que conforman la aristocracia feudal, cuyo régimen es el llamado oligarquía, por cuanto se sustenta en los exclusivos intereses privilegiados, por encima y a costa de las inmensas mayorías que conforman el conglomerado pueblo o población en general, respecto al que el materialismo histórico sustenta una concepción muy clara, que consiste en descartar que sea una categoría histórica definida y precisa, por lo que, reconociendo su carácter heterogéneo, juzga incorrecto partir de dicho concepto, pueblo o población en general, para, sobre éste, poder definir el contenido y el significado del contenido histórico-social de los hechos, fenómenos, sucesos y acontecimientos que estructuran y definen la historia.

Respecto a la expresión pueblo, que es la misma que población, y masas populares, Lenin elaboró una genial síntesis que refleja, no sólo el contenido del materialismo histórico, sino su dinámica interna, y es la que expresa: El pueblo o masas se componen de clases, las clases luchan entre sí en defensa de sus intereses y el logro de conquistas para su existencia y normal desenvolvimiento, y para ello las clases crean partidos políticos, que sintetizan sus intereses, y en éstos colocan como sus dirigentes, líderes y jefes, a las personas que se destacan y dan pruebas de reflejar más cabalmente sus intereses, generando la confianza de la clase en esos que llaman jefes.

Se trata de la célebre ley de masas, clases, partidos y jefes, extraída por Lenin de su profundo estudio del marxismo, como concepción del proletariado en lucha.  Es la formulación de Carlos Marx, contenida en su obra La Sagrada Familia, de que en la medida que se desarrolla la acción histórica, crecerá también el volumen de la masa, cuya acción ella es, es decir, que es la historia, que es hecha por las masas, estando éstas conscientes de ello.

Con el asalto del revisionismo contemporáneo de los tiempos actuales, correspondiente a la época inmediatamente subsiguiente a la muerte de José Stalin como Jefe comunista revolucionario del proletariado consciente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), se sustituyó de inmediato la interpretación y evaluación de los hechos históricos, sus raíces, causas, formas, manifestaciones y desenvolvimiento, conforme el punto de vista de clase proletario, y en su lugar se colocó el idealista, metafísico y escolástico, con el predominio del subjetivismo idealista y solipsista, que no parte de la realidad material, sino de la falsa creencia de que el cerebro engendra por sí mismo las ideas correctas, que el cerebro y su pensamiento son los jueces de la verdad, esto es, son el criterio último de la validez, o la inutilidad, por errado, de un pensamiento, una idea y hasta una teoría.

Así, de José Stalin dicen, en una olímpica interpretación subjetivista, idealista, metafísica y escolástica (correspondiente a la burguesía y a la pequeña burguesía) con arrogante prepotencia, desde un escritorio de burócrata contrarrevolucionario y revisionista, que se perdieron cuadros políticos, que operaban en las áreas económicas, durante las luchas inevitables e inexorables para llevar a cabo los dos planes quinquenales, el primero del 1929 al 1933 y el segundo del 1933 al 1938, de los que dependió que la URSS superara el atraso económico-tecnológico-cultural y lograra el éxito para los 10 años decisivos que eran el proscenio de la titánica meta de poner a la URSS en condiciones de resistir y salir airosa, por la puerta grande, y derrotar la inminente e inevitable agresión e intervención militar de la Alemania hitleriana y sus aliados, que en conjunto formaban el bloque nazi-fascista.

Así, le rinden culto al cretinismo del evolucionismo y del socialreformismo burgués y pequeño-burgués, que preconizan que ni el proletariado, ni el Partido Comunista ni el Estado revolucionario de la dictadura del proletariado hagan lo que tienen que hacer para cumplir la función para la que fueron creados. Con esta absurda teoría, que nada tiene que ver con el marxismo revolucionario, lo que los revisionistas contemporáneos de los tiempos actuales, que encabezó la camarilla de renegados revisionistas y oportunistas de derecha de Nikita Jruschov y de Leonid Brezhnev, es que pretenden justificar que ni el proletariado, ni el Estado proletario ni el Partido Comunista ni ningún dirigente o Jefe del Partido Comunista, puedan desplegar la lucha de clases ni la represión contra los representantes de las clases explotadoras y opresoras, que operan en el seno del socialismo a nombre de la restauración del capitalismo, o bien, torpedeando y saboteando los programas revolucionarios y planes trazados por el Estado proletario, bajo la dirección del Partido Comunista, en aras de la defensa de los objetivos y derechos de la revolución socialista, del proletariado consciente y de las masas trabajadoras.

Colocado en el ojo del volcán de la lucha de clases del proletariado y los demás trabajadores de la URSS, en contra de la burguesía y los terratenientes, como de los que buscaban afanosamente la restauración capitalista en dicho país, y que cifraban todas sus esperanzas en la capacidad de agresión, devastación e intervención militares nazi-fascista (de todo lo que eran ideólogos y cabecillas, como jefes, los renegados oportunistas y revisionistas infiltrados en el Partido Comunista (bolchevique), en el Ejército y en el Estado proletario de la URSS), en el capítulo, a manera de conclusiones, que José Stalin incorporara a su célebre manual de Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la URSS, del 1938, este indudable e indiscutible jefe revolucionario del proletariado en todo el sentido y alcance de esta expresión, afirmó que todo Partido, Estado, Nación y clase que acepte y suscriba que se le despoje de su derecho a la existencia, de hecho está en el terreno de la más franca traición contrarrevolucionaria.

Es un hecho y conclusión histórica, que nadie en su sano juicio y cordura puede intentar cuestionar que, si no se desarrollan los tres planes quinquenales en la URSS, bajo la iniciativa y dirección del Partido Comunista (bolchevique) y de José Stalin, de los que el tercero, del 1938 al 1942, estaba a vísperas de su año final cuando las bestiales hordas de exterminio se abalanzaron como un tiburón sediento de sangre, y sembrando la más espantosa devastación a su paso los agresores nazis alemanes de Hitler e italianos fascistas de Mussolini, con la bendición y estímulo del cristianismo católico vaticanista y de la Iglesia Cristiana Ortodoxa Rusa, habrían aplastado y desarticulado a la URSS.

La economía socialista de ésta no es una economía de guerra ni de mercado, sino que su finalidad es la solución y satisfacción de las necesidades materiales y espirituales-culturales de las masas de los trabajadores, que son los que crean las riquezas de las industrias con su fuerza de trabajo, sus esfuerzos, iniciativa y capacidad creadora. Conjunto que requiere la identificación y reconocimiento del centro y voz de mando en tan majestuosa epopeya histórica.  La moral, la capacidad de lucha y la abnegación del pueblo trabajador soviético estaban sincronizadas con precisión de tecnología de punta con sus mandos, el Partido Comunista (bolchevique), el Estado soviético, su Ejército Rojo y sus mandos, que encabezaba, con una entereza y firmeza nunca antes vistas ante una encrucijada de esa envergadura (jamás conocida y jamás concebida), el generalísimo José Stalin.

Lo fundamental, ya lo hemos dicho, era alcanzar el desarrollo económico-industrial socialista, pulsando el resorte de la lucha de clases.  Se acostumbra a decir y a difundirse dos grandes mentiras, entre otras muchas, para denigrar la gran victoria de la URSS sobre el nazismo alemán de Hitler, el fascismo.  De esas patrañas, cuyo núcleo es pretender desconocer que la derrota de las bestias agresoras del nazi-fascismo en la Segunda Guerra Mundial tuvo como elemento clave su derrota en su campaña de intervención, agresión y devastación de la URSS y por derrotar a Stalin, precisamente, el triunfo de estos últimos, que quedó definitivamente sellado en la batalla de Stalingrado.

Es un hecho que los soldados y voluntarios soviéticos, en su guerra patriótica, en la que murieron en cantidad de 27 a 30 millones de rusos-eslavos, concurrían al campo de batalla contra las hordas asesinas hitlerianas, levantando las consignas de: ¡Por la Unión Soviética, por el socialismo y por Stalin!  Los que eran ejecutados y abusados por las hordas nazi-fascistas alemanas e italianas, como de otros ejércitos lacayos de países periféricos en los que predominaba el fascismo, gritaban: ¡Viva la patria socialista! ¡Viva Stalin!.

Lo mismo los que eran sepultados vivos en fosas comunes, en las que los buldózer y palas mecánicas los asfixiaban y aplastaban con toneladas de tierra y piedras; éstos morían con el puño del brazo izquierdo en alto, y sus últimas palabras eran: ¡Viva el socialismo y Stalin!

¿A qué recurren, como subterfugio y desparrame de su odio visceral, los renegados oportunistas y revisionistas trotskistas, jruschovistas, brezhnevistas y demás?  Recurren al peregrino alegato de que lo decisivo fue el apoyo de los aliados occidentales imperialistas capitalistas a la URSS, cuando ya no podían seguir respaldando a Hitler, ni engordar las ilusas esperanzas contrarrevolucionarias de que la URSS y Stalin pudieran ser derrotados y aplastados por las hordas invasoras nazis y fascistas, alemanas e italianas, respectivamente.

Eso es totalmente falso. Cuando los aliados occidentales se decidieron por el apoyo a Stalin y a la URSS, era porque estos últimos ya tenían asegurada la victoria sobre los agresores e intervencionistas.

Pero además, emplean un vasto y extenso conjunto de alegatos, basados casi todos en especulaciones y conjeturas que nada tienen que ver con el materialismo histórico, y que son productos de la podredumbre y miserias humanas de los renegados revisionistas y sus pares, los archi-traidores y agentes contrarrevolucionarios trotskistas.

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